¿Tus plantas se ven bien por fuera, pero dejan de crecer, amarillean o directamente se mueren sin explicación? Es posible que estés cometiendo un error muy común y silencioso en el cuidado de tu jardín. Un error que ataca las raíces, el corazón invisible de cualquier especie vegetal.
Y lo peor es que lo hacemos sin darnos cuenta. Se trata de regar en exceso o con una frecuencia fija, sin tener en cuenta el tipo de planta, el clima ni la humedad del sustrato. Aunque parezca un acto de amor, regar de más puede asfixiar las raíces y favorecer la aparición de hongos, lo que lentamente termina matando a la planta desde abajo.
Por qué el exceso de agua puede ser letal
Las raíces necesitan oxígeno. Cuando el suelo está constantemente húmedo o encharcado, ese oxígeno desaparece. Las raíces dejan de respirar, se debilitan y empiezan a pudrirse, incluso antes de que las hojas muestren signos de alerta. Este proceso se llama asfixia radicular y es una de las principales causas de muerte en plantas de interior y de maceta.
Además, un ambiente húmedo y sin circulación de aire es ideal para que proliferen hongos como el Pythium o el Fusarium, responsables de la temida podredumbre de raíz. Según estudios de la Facultad de Agronomía de la UBA, este problema representa hasta el 40% de las consultas en viveros y comercios de insumos de jardinería.
Este tipo de estrés no se soluciona con más luz ni con fertilizantes. Solo se previene cambiando la forma de regar: hay que tocar la tierra, observar si la planta lo necesita y nunca regar por costumbre o por calendario.
Cómo corregir este error y salvar tus plantas
Si tu jardín está sufriendo por esta causa, actuá cuanto antes. Retirá el exceso de agua, revisá las raíces y cortá las partes blandas o negras. Dejá secar el sustrato por completo antes de volver a regar. Si usás macetas, asegurate de que tengan buen drenaje, con orificios que permitan salir el agua sobrante.
Lo más importante: aprendé a observar. Cada planta tiene sus señales. Algunas necesitan humedad constante, otras prefieren sequías entre riegos. No hay una fórmula mágica, pero sí un principio clave: más no siempre es mejor. En jardinería, el exceso de cuidados puede ser tan dañino como el abandono.