Cuando una persona fallece, la herencia no se reparte de manera automática. En Argentina, puede pasar mucho tiempo sin que los bienes se dividan, incluso años, si los herederos no inician el trámite correspondiente. La ley no fija un plazo máximo obligatorio para repartir una herencia, pero sí establece consecuencias legales mientras eso no ocurre.
Qué dice la ley argentina sobre los plazos
En términos legales, la herencia se transmite a los herederos desde el momento del fallecimiento, pero eso no significa que cada uno pueda disponer libremente de los bienes.
Para que haya reparto efectivo, es necesario iniciar la sucesión judicial.
La ley argentina no impone un límite de tiempo para comenzar la sucesión ni para dividir la herencia. Por eso, una herencia puede quedar indivisa durante muchos años si nadie impulsa el proceso.
Eso sí: mientras no se haga la sucesión, los bienes quedan en una situación jurídica irregular, lo que trae varias complicaciones prácticas.
Qué pasa si la herencia no se reparte
Cuando una herencia no se divide:
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Ningún heredero es dueño exclusivo de un bien determinado.
Los bienes quedan en condominio hereditario.
No se puede vender, donar ni hipotecar sin acuerdo de todos.
Pueden acumularse deudas, impuestos y gastos.
Surgen conflictos familiares con el paso del tiempo.
Además, aunque no haya plazo para repartir, sí hay plazos para reclamar derechos, especialmente frente a terceros.
Prescripción: el dato clave que muchos ignoran
Un punto importante: el derecho a pedir la herencia no es eterno.
En Argentina, la acción para reclamar derechos hereditarios prescribe a los 10 años, según el Código Civil y Comercial.
Esto significa que:
Por eso, dejar pasar el tiempo no es neutral: puede jugar en contra.
¿Conviene dejar una herencia sin repartir?
En la práctica, no conviene.
Aunque sea legal, una herencia sin repartir suele generar:
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Conflictos familiares difíciles de resolver.
Pérdida de valor de los bienes.
Problemas para alquilar, vender o regularizar propiedades.
Riesgo de perder derechos por inacción.
Iniciar la sucesión no obliga a repartir de inmediato, pero ordena la situación legal y protege a todos los herederos.