Hay recetas que nacen para quedarse y los scones de queso son, sin dudas, uno de esos clásicos. Crujientes por fuera, suaves y aireados por dentro, con ese aroma irresistible a queso derretido que te hace salivar apenas abrís el horno. Y lo mejor es que se hacen con ingredientes simples, sin batidora y en tan solo 15 minutos.
Ideal para esos días en los que no tenés ganas de complicarte, pero igual querés agasajar a alguien (o a vos mismo) con algo rico y casero. Son perfectos para acompañar unos mates, un cafecito o incluso como parte de una picada improvisada. Acompañados de un poco de fiambre, dips o simplemente solos.
Una de las claves de esta receta es que podés adaptarla según lo que tengas en casa. Si no tenés crema, la podés reemplazar con un poco más de leche. Si querés usar otro tipo de queso, también. Pero si podés usar un buen pategrás o queso de barra semiduro, te aseguran un sabor suave y ese equilibrio entre fundente y elástico que tanto se disfruta en los scones.