Cristina en el barro

La Vicepresidenta no usó su derecho de defensa para convencer de su inocencia, sino para demostrar que el macrismo es mucho más culpable que ella.

Cristina en el Senado, tras ejercer su "derecho de defensa".
Cristina en el Senado, tras ejercer su "derecho de defensa".

Cristina volvió a la carga este martes con la afirmación de que la Argentina es “el país en el que mueren todas las teorías”. Siguiendo este razonamiento, puede decirse también que nuestro indescifrable país es el lugar en el que la mejor defensa es el ataque: no importa tanto ser inocente, sino demostrar que hay otros culpables a los que la Justicia no señala porque es parcial.

Básicamente, la Vicepresidenta basó su argumentación en los numerosos chats que intercambiaron durante años el inefable secretario de Obras Públicas José López y el macrista Nicolás Caputo. Cristina lo hizo consciente del peso que han tenido para los fiscales los chats que ella tuvo con el hombre que revoleaba bolsos con dólares en un convento a la hora de probar la hipótesis de que lideraba una asociación ilícita.

O sea, Cristina buscó embarrar al macrismo, más que convencer de su inocencia. Tiró incluso la teoría de que los 9 millones de dólares que lanzaba López tenían sello macrista (porque López negociaba pagos de obras todo el tiempo con Caputo) y la Justicia nunca se ocupó de averiguarlo.

Ese señalamiento sirve para reforzar su idea de que Comodoro Py sólo investiga delitos de los “gobiernos populares”. Aunque eso no la exculpe de nada, judicialmente hablando, alcanza para teñir (una vez más) de un sesgo político-opositor todo lo actuado en la causa Vialidad.

Pretender el esclarecimiento de una denuncia se transforma así en un ejercicio imposible, según su criterio, porque ningún juez tiene autoridad moral para dictar justicia en este increíble país. “Sale pus” de los alegatos de los fiscales Luciani y Mola, aseguró.

La Vicepresidenta hizo uso así del privilegio de concentrar la opinión pública por fuera de los canales judiciales (donde le negaron volver a defenderse), en una transmisión propia desde el Senado nacional que trazó una relación entre los 12 años del pedido de pena en su contra y los 12 años de mandato kirchnerista.

El de Alberto Fernández, terminó de quedar claro hoy, no cuenta dentro de la era gloriosa.

La hipótesis de Cristina no es nueva y hoy se repitió: cree que el fallo en su contra para este juicio ya está escrito porque la Justicia es macrista. Eso tal vez no le preocupe tanto, pero no por ser una mártir, sino porque en el país en el que mueren todas las teorías también se puede estirar hasta el infinito las sentencias, sin que queden firmes. Ese beneficio se combina fantásticamente con los fueros protectores y la posibilidad de siempre poder volver a renovarlos en la próxima elección.

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