Como Diego Fernández Lima, pero en Mendoza: "Ojalá suceda lo mismo y se encuentren los restos de mi hermano"

Claudia López, la hermana del adolescente mendocino desaparecido en 1985 cuando salió al colegio, deseó que suceda lo mismo que con el joven cuyos restos fueron encontrados en la casa lindera a la de Gustavo Cerati. Afirma que se trató de un secuestro.

“Cuando me enteré, llamé a una prima y le dije: 'Ojalá suceda lo mismo y se encuentren los restos de mi hermano, para poder cerrar la historia’”, dice Claudia López Vas Romero. Ella es la hermana menor de Sergio quien, en la mañana del 22 de mayo de 1985, desapareció en San José, Guaymallén, y nunca se supo más de él. Claudia dice que fue un secuestro, que hubo un incesante pedido de rescate durante los siguientes tres o cuatro meses y que, después y durante los siguientes 40 años, todo quedó en el silencio y la incertidumbre.

La historia de Sergio López regresó, ahora que los restos de Diego Fernández Lima fueron encontrados enterrados en el patio de una casa del barrio de Coghlan, en la ciudad de Buenos Aires, 41 años después de haber desaparecido.

En el caso de Fernández Lima, que tenía 16 años, un año más que Sergio, los peritos sostienen que fue asesinado a puñaladas. La desaparición de Sergio en Mendoza, ocurrida hace 40 años, fue un secuestro según su hermana y ella todavía espera encontrar sus restos y poder hacer el duelo. “Ya no imagino que un día me golpeé la puerta, no. Sólo espero que alguna vez se encuentren sus restos, para poder cerrar la historia”, dice.

Los Andes ya había publicado el caso de Sergio días atrás, basándose en relatos de vecinos de la Tercera Sección, donde supieron vivir los López Vas Romero. Pero ahora Claudia, la hermana menor de Sergio, corrige errores, amplía detalles y traza un perfil familiar mucho más claro y relata un drama que dura hasta el día de hoy.

“Yo vivo en la misma casa (Civit y Pellegrini, San José, Guaymallén) y nunca nadie vino a darme un dato o a preguntarme algo”, dice Claudia, como explicando por qué ya no guarda esperanzas de que “mi hermano golpeé la puerta un día”, y muy pocas de que aparezca su cuerpo “para cerrar la historia”.

Recuerda que la mañana del 22 de mayo de 1985, su hermano Sergio salió desde esa misma casa hacia la escuela. “Mi padre lo fue a buscar a media mañana, porque al día siguiente, Sergio cumplía 15 años y mi padre le había prometido de regalo un equipo de música e iban a comprarlo juntos”.

Cuando llegó a la escuela, Antonio López López, un bodeguero de buen pasar económico, se enteró que su hijo nunca había llegado. “Se debe haber rateado, le dijeron a mi padre. Pero Sergio era un chico extremadamente correcto que jamás hubiera hecho algo así”, recuerda Claudia, quien además agrega que su hermano tartamudeaba ligeramente y que era muy apegado a las reglas.

Ya no imagino que un día me golpeé la puerta, no. Sólo espero que alguna vez se encuentren sus restos, para poder cerrar la historia. Ya no imagino que un día me golpeé la puerta, no. Sólo espero que alguna vez se encuentren sus restos, para poder cerrar la historia.

Cuando el padre denunció la desaparición en la Policía, recibió respuestas similares: “Cualquier chico se va, le decían a mi papá”. Pero todo cambió al tercer día, cuando los López Vas Romero recibieron un pedido de rescate. “Yo tenía 12 años y no recuerdo si fue una llamada telefónica o una carta”, dice Claudia.

Además, recuerda un detalle: “Nos dejaron los zapatos que tenía puestos Sergio. Uno lo dejaron en ingreso a mi casa y el otro en la casa de mi abuela”, y acota: “los zapatos todavía estaban calientes, con la temperatura del cuerpo de mí hermano. Estaban en bolsas de supermercado y los habían traído como prueba de vida”.

Sostiene que los secuestradores pedían un rescate de 250 mil dólares y les dieron un plazo de tres días para entregarlo. “Nosotros estábamos bien económicamente, peor no teníamos toda esa plata junto. Pero, entre tíos y demás parientes, juntamos esa plata”.

Con este dinero junto, Armando López López salió a la calle el día previsto, a realizar el intercambio. “Los secuestradores lo pasearon por un montón de lugares, le iban dando sitios distintos hasta que, finalmente, la entrega no se concretó”, relata la hermana de Sergio.

“Teníamos miedo. Pensábamos que también los iban a levantar a mi otro hermano y a mí. Entonces nos mandaron a la casa de unos tíos, en San Martín. Mi casa está todo el tiempo llena de policías. Estuvimos en San Martín unas tres o cuatros semanas, hasta que nos dejaron regresar”.

La maniobra de la entrega del rescate, se repitió varias veces, con distintas mecánicas. “Inclusive hicieron ir a mi padre a San Juan y a San Luis. Sé que papá perdió dinero alguna de esas veces, pero nunca hubo novedades de mi hermano”.

El tiempo fue pasando y la tensión era insoportable. “Cerramos la casa y nos fuimos a vivir un tiempo a una casa alquilada en Godoy Cruz, cerca del Hospital Español. Mi mamá (Martina Vas Romero) justo quedó embarazada de quien sería mi hermano menor. En ese momento ella, por el nivel de angustia que estábamos pasando, estaba medicada por un psiquiatra y eso produjo que mi hermano naciera con una discapacidad”, cuenta Claudia.

Pasado un tiempo “mi papá compró la casa de calle Salta 1848”, en la Tercera Sección de la Ciudad de Mendoza. Estaba en construcción. Mi papá la hizo terminar y nos fuimos a vivir ahí”. Allí estuvieron un tiempo, el suficiente para que los hermanos López hicieran amigos, que aún los recuerdan y también recuerdan la desaparición de Sergio.

“Después, volvimos a esta casa de San José, donde todavía vivo. Si alguien hubiera querido ubicarme para preguntarme algo sobre mi hermano o para contarme algo, lo hubiera podido hacer sin problema”, dice.

Antonio López López murió el 7 de septiembre de 2006, sin saber nada de su hijo Sergio. Su esposa, Martina Vas Romero, falleció el 12 de octubre de 2022.

Nada de nada

En la edición del sábado 25 de mayo de 1985, tres días después de la desaparición del adolescente, el Diario Los Andes publicó el paradero. Allí se lo describió como “de cabello rubio, lacio y corto; delgado; de aproximadamente 68 kilos y 1,70 de altura; con una cicatriz sobre el pómulo izquierdo de 1,5 centímetros y que viste con pantalón verde claro, camisa celeste, corbata azul con rayas coloradas en forma horizontal, blazer azul y zapatos acordonados de color tostado”. El uniforme escolar, en definitiva.

Para aportar datos, se publicó el teléfono de la familia, el 259666, un número ya inexistente.

La foto era en blanco y negro, pero el original mostraba a Sergio “con un sweater celeste, la única foto más o menos actualizada que había de él”, cuenta Claudia

Nunca hubo datos que ayudaran a la búsqueda. Tampoco se produjo ningún avance en el expediente que se tramitó después en el Segundo Juzgado de Instrucción, que estaba a cargo de Felipe Seisdedos.

En Buenos Aires, el jueves 26 de julio de 1984 Diego Fernández Lima (16), salió de su casa rumbo a la escuela y no se supo más de él. Ahora, 41 años después, su esqueleto y algunas pertenencias fueron encontradas en el patio de una casa de Congreso 3748, del barrio de Coghlan, en Buenos Aires. Ahora se sabe que a Diego Fernández Lima lo asesinaron a puñaladas e intentaron desmembrar su cuerpo.

Cuando Claudia López Vas Romero se enteró de esto, pesó en su hermano. “Llamé a una prima y le dije: Ojalá esto me ocurriera a mí, que encuentren el cuerpo de mi hermano y así poder cerrar la historia”.

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