Ser libres, ¿qué es?

La libertad, dicen, es lo más preciado. Pero en esta cuarentena se hace difícil ejercerla.

Imagen ilustrativa. Foto: Orlando Pelichotti


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Imagen ilustrativa. Foto: Orlando Pelichotti Covid otoño calor sol soledad clima frio invierno tiempo

Ser, ¿qué es? La libertad, en sentido amplio, es la capacidad humana de obrar según la propia voluntad. Voy a hacer lo que se me da la gana sin ofender, sin herir, sin mancillar a nadie. Tengo ganas de rascarme el pupo, pues tengo libertad para hacerlo; tengo ganas de comerme un asado, pues tengo libertad para hacerlo, siempre que alguien ponga la carne; quiero cantar por la calle, pues tengo derecho de hacerlo, aunque sin herir los oídos de los que le pasan cerca.

La libertad es uno de los atributos plenos del ejercicio de la vida. Por la libertad se dieron grandes gestas libertadoras, como la que se organizó aquí, en Mendoza, para que San Martín cumpliera su designio.

Libertad era uno de los personajes de Quino, que tanto nos hizo reír por su desfachatez en las tiras de Mafalda.

No hay mejor cosa que sentirse libre, libre de accionar de tal manera de darle satisfacción a nuestros deseos, de hacer lo que nuestra voluntad nos dicte, con comas y todo.

Ahora, con el confinamiento tenemos las libertades restringidas. Tenemos libertad para quedarnos en casa, y es de las únicas. No podemos salir por el hecho de salir porque eso es más peligroso que acostarse a dormir con una yarará. Para dar una vuelta y refrescar nuestro embolamiento de encierro tenemos libertad de acuerdo al número del DNI. Miren ustedes cómo nuestro documento adquirió importancia en esta época a tal punto que de él depende que demos unos pasos que nos alejen de casa.

Tenemos las libertades condicionadas y esto va en contra de nuestra Constitución, que en su artículo 14 y 14 bis enumera nuestros derechos. Pues no se cumplen, porque te tiran encima el fantasma del virus, entonces acatamos la restricción calladamente aunque por dentro nos esté haciendo pelota.

Ahora es cuando recordamos aquellos tiempos en que teníamos libertad plena, y nos lamentamos de no haberla utilizado para hacer lo que ahora no podemos hacer de ningún modo. “Libre, como el sol cuando amanece yo soy libre”, cantaba el incomparable Nino Bravo, y nos emocionábamos con aquella canción que hoy es toda una utopía.

Porque cuando amanece nosotros estamos encerrados, y cuando anochece nosotros estamos encerrados. Es un encerramiento total el que nos rodea: el sol sale como todos los días (esta es una costumbre que se viene repitiendo hace millones de años), pero nosotros no. Estamos encerrados.

Tal vez esto nos sirva para valorar la libertad en toda su dimensión y cuando la volvamos a tener hagamos buen uso de ella. Quiero ir al cine, pues voy a ir al cine; quiero estornudar en la calle, pues estornudo; quiero abrazar a mi amigo, pues lo abrazo.

Creo que es lo que más nos duele. No ser libres. Esto afecta nuestro marulo de tal forma que comenzamos a pensar y a actuar como unos presidiarios. No hay mucha diferencia, ya que ellos están en una celda con rejas y nosotros en una casa con rejas.

Llegará el día (¿llegará el día?) en que podamos ejercer la libertad plenamente, entonces sí voy a poder ir al centro a chocarme con otros peatones. Es algo que extraño entrañablemente.

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