Hace pocos días, entre el cuatro y el cinco de noviembre se cumplieron veinte años de la conferencia de presidentes americanos celebrada en Mar del Plata y que contara con la presencia del presidente George Bush (h).
Así como ayer fue un disparate -en el fondo y en las formas- la actuación de Kirchner en Mar del Plata hace veinte años asociándonos a personajes como Hugo Chávez, hoy no debemos hacer seguidismo de cuanta ocurrencia tenga el presidente de los Estados Unidos.
Hace pocos días, entre el cuatro y el cinco de noviembre se cumplieron veinte años de la conferencia de presidentes americanos celebrada en Mar del Plata y que contara con la presencia del presidente George Bush (h).
En esa reunión de líderes americanos estuvo Hugo Chávez y el presidente Lula. El primero estaba aprovechando los precios excepcionales del petróleo para fomentar el gasto improductivo pero que rinde en la percepción popular y cuyas consecuencias las está pagando el pueblo venezolano. En Brasil el presidente Lula heredó una economía en funcionamiento de su antecesor Henrique Cardoso y que potenciaba el inicio del ciclo de precios altos para los alimentos que generaba la demanda China,
Ese ciclo de precios para los productos agropecuarios favoreció la rápida salida de la crisis del 2001, en un país que a diferencia de ahora había invertido en infraestructura en la década anterior.
El presidente Busch tuvo bastante que ver con la crisis argentina. Durante el gobierno de Fernando de la Rúa desoyó por consejo de su secretario del tesoro, Paul O´Neill, un industrial de Pennsilvania, el pedido del presidente del Brasil Cardoso con el respaldo del expresidente de los Estados Unidos Bill Clinton de ayudar con un salvataje como el que tuvo México en 1994 en el llamado efecto Tequila, para evitar el default y el desmadre monetario.
También Bush luego del estallido del 2001 y el disparate del default decretado irresponsablemente por el efímero presidente Adolfo Rodríguez Saá, festejado por la mayoría de los congresistas como si hubiéramos sido los primeros en llegar a Marte, tuvo una actitud comprensiva y colaborativa para facilitar las negociaciones por el arreglo de la deuda como lo han confirmados diplomáticos y funcionarios que tuvieron protagonismo en esas tratativas.
Los Estados Unidos, Canadá y México, estados integrantes del NAFTA propusieron en esa conferencia interamericana iniciar conversaciones para ampliar ese espacio de libre comercio a todo el continente.
Era un tema para iniciar un diálogo, porque estas propuestas no se resuelven en estos foros, hay un proceso de negociaciones con muchos actores e intereses a conciliar. Pero además de la cuestión de fondo hay una manera de relacionarse que se sintetiza en una añeja frase “lo cortés no quita lo valiente” y que es una regla básica de urbanidad en un anfitrión.
En vez de iniciar el diálogo o buscar postergar la discusión con las reglas de la convivencia civilizada, las delegaciones del norte del continente y. en particular el presidente de los Estados Unidos, tuvieron que soportar los antiguos lugares comunes con ademanes agresivos y vociferando tonterías.
Se planteaba una oportunidad para ganar mercados evitando aranceles que afectan la competitividad de las exportaciones, ya que el Mercosur recién a 30 años de su creación inició negociaciones para obtener acuerdos con otras zonas económicas mientras Chile tiene firmados más de cincuenta tratados de libre comercio.
Cuando una empresa vitivinícola argentina exporta, paga aranceles en esos países compitiendo con los viticultores chilenos que venden sus productos sin pagar esas cargas aduaneras,
Hace unos días el gobernador de Buenos Aires. Axel Kicillof, fue a Mar del Plata a conmemorar los veinte años de esa conferencia. Celebró el encierro de la economía, el aislamiento de las corrientes inversoras, de los mercados de alto poder adquisitivo que podrían potencias las exportaciones solucionando el problema de falta de divisas que desde hace 75 años obstaculiza el crecimiento de nuestra economía. Parece que “las nuevas canciones” que preconiza el gobernador de Buenos Aires son las mismas cambiando solo la orquesta y el solista.
En los últimos años los gobiernos de nuestro país han abandonado la tradición diplomática argentina que sabía mantener una política exterior propia defendiendo el interés nacional sin subordinaciones ni griteríos innecesarios y gravosos para ese interés nacional.
Así como hace veinte años fue un disparate -en el fondo y en las formas- la actuación de Kirchner en Mar del Plata asociándonos a personajes como Hugo Chávez, hoy no debemos hacer seguidismo de cuanta ocurrencia tenga el presidente de los Estados Unidos.
La ausencia de una delegación de alto nivel en la conferencia climática de Belem porque el señor Trump diga tonterías sobre el cambio climático o la ausencia del presidente en Sudáfrica en el encuentro del G20, también porque Trump no concurre en solidaridad con los partidarios del apartheid, son errores tremendos que parecen desconocer las realidades del mundo y lo que significan para los intereses argentinos los espacios económicos que están fuera de este continente y que ya se han convertido en los mayores compradores de nuestra producción.
* El autor es presidente de la Academia Argentina de la Historia.