21 de noviembre de 2025 - 00:15

Las políticas exteriores de Menem y Milei

Si bien durante las presidencias de Carlos Menem, los acercamientos con Estados Unidos fueron tan significativos como lo son ahora con Javier Milei, las relaciones fueron de Estado a Estado, más allá de las simpatías personales o cercanías políticas o ideológicas.

Con esa manía de simplificar los hechos políticos, muchos consideran a la política exterior del gobierno actual como un revival de la implementada en el gobierno de Carlos Menem. Son apreciaciones livianas, pues el mundo de los noventa tiene bastantes diferencias con el que vivimos en esta tercera década del siglo XXI.

Hay diferencias en las políticas y en los protagonistas, o tal vez la diferencia entre los protagonistas, hizo que la política exterior fuera bastante diferente.

Carlos Menen tuvo la habilidad, cualquiera sea el juicio de valor sobre sus gobiernos, de formar gabinetes de calidad. En la cancillería lo tuvo a Domingo Cavallo y cuando éste pasó a ocupar la cartera de economía su reemplazante fue Guido Di Tella, hombre de vasta cultura y con relaciones personales con personajes importantes del mundo. No necesitaba un cargo para conocer a los que tienen poder, mecenas que donó obras de valor millonario en dólares al Museo de Bellas Artes y fundó una Universidad que lleva el apellido de su familia.

El mundo de los noventa era el que celebrara la caída del muro de Berlín y la disolución de la URSS mostrando el fracaso del comunismo como sistema económico además del sometimiento a la libertad y a los derechos más sagrados de la persona humana. Un totalitarismo había caído en 1945 y en 1989 se derrumbaba otro régimen criminal. Eran tiempos de esperanzas y también diferentes, porque sólo quedaba una superpotencia, los Estados Unidos.

La gestión del canciller Di Tella con grandes colaboradores de experiencia y trayectoria en la carrera diplomática como su vice canciller Fernando Petrella y Andrés Cisneros nos acercaron a los Estados Unidos, no a un gobierno o presidente. Se establecieron excelentes relaciones con el republicano George Bush (padre) como con su sucesor el demócrata Bill Clinton.

La participación de dos naves, que eran modernas, en la primera guerra del Golfo fue un gesto potente. Se agregaron la participación con fuerzas militares en el control de conflictos como la guerra de Croacia y los enfrentamientos en Chipre. Le siguió la creación de los Cascos Blancos y el status de aliado extra OTAN. También se cometieron errores, aunque no está claro si imputables a la cancillería, como lo fue la venta de armas al Ecuador en la breve guerra con el Perú, el único país que ayudó a la Argentina en la guerra de las Malvinas.

El fortalecimiento de las relaciones con los Estados Unidos, que fue vista frívolamente por los primarios de siempre por unas palabras del canciller, que a veces se excedía en mostrar un humor fino, no fue obstáculo para que en ciertas votaciones en organismos internacionales no acompañar las posturas de la secretaria de Estado del país del norte.

El presidente y el canciller promovieron el tratado de Asunción, que continuando las gestiones de los presidentes Alfonsín y Tancredo Neves culminaron con la creación del Mercosur. Con los presidentes de los países limítrofes se avanzó en la complementación económica. Con Chile se solucionó el diferendo de loa hielos continentales y los avances en la explotación del gas permitió acordar la exportación de ese insumo a Chile con la construcción de varios gasoductos.

Hubo notorios avances en recuperar la relación con el Reino Unido y establecer un dialogo para iniciar un acercamiento con la población de las Malvinas que pueda ayudar a solucionar el conflicto.

Durante ese gobierno no se abandonó ningún foro que permitiera vincularse con el mundo como las cumbres iberoamericanas y se logró el ingreso al G20, gestión encarrillada por los ministros Cavallo y Di Tella y que enfrentaron la resistencia británica.

Hubo una intensa actividad para insertar al país en el mundo. El presidente Menen y su canciller Cavallo viajaron a China en 1990. Con Di Tella en regresó a China en 1995. También visitó Japón en dos oportunidades con ambos cancilleres, en 1990 y en 1998 y en 1994 fueron a la India. En 1996 hizo una gira por el Sudeste Asiático y fue el primer presidente argentino en visitar Australia, viaje concretado en 1998.

Las relaciones fueron de Estado a Estado, más allá de las simpatías personales o cercanías políticas o ideológicas. En los viajes a países democráticos las visitas eran a los jefes de estado y los contactos con otras figuras se hacían con el conocimiento de los gobiernos y a nadie se le ocurría ir a actos contra el gobierno como lo hace el actual presidente visitando tribunas de los nostálgicos del falangismo español.

No concurrir al G20 en Sudáfrica porque no va Trump, fundado en noticias falaces de supremacistas blancos y aceptar la asistencia al foro de Davos porque sí lo hace Trump es pasar límites de aliado a seguidismo. Ese seguidismo hizo votar a la Argentina con Nicaragua, Rusia, BIelorusia en cuestiones como los derechos humanos, en otra postura que muestra lo escasamente liberal que es este gobierno.

* El autor es presidente de la Academia Argentina de la Historia.

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