“Sire haced buena política y os daré buenas finanzas”, este consejo del estadista francés Guizot al rey Luis Felipe de Orleáns al asumir el ministerio de Hacienda siempre tiene actualidad y en parte explica los problemas económicos argentinos.
Nos interpela como sociedad esto de que, si coincidimos con una política económica por ello aceptamos las tropelías políticas, las corruptelas y corrupciones, reaccionando contra esas falencias solo cuando no coincidimos con la orientación de la economía, sin entender que la economía y la política están vinculadas y que la política debe estar basada en valores y principios que son esenciales para la convivencia civilizada.
“Sire haced buena política y os daré buenas finanzas”, este consejo del estadista francés Guizot al rey Luis Felipe de Orleáns al asumir el ministerio de Hacienda siempre tiene actualidad y en parte explica los problemas económicos argentinos.
El desprecio a la política de los arribistas al poder siempre tiene secuelas negativas. En este gobierno, a la negación de la política se suman la recolección de marginales que, como una “Armada Brancaleone”, gestaron quienes vieron en un provocador panelista de televisión un posible estadista, aunque otros lo promovieron y financiaron simplemente para erosionar a Juntos por el Cambio en la creencia que eso facilitaría el triunfo del candidato de Cristina Fernández.
Solamente un desconocedor de la política y del sistema institucional argentino puede imaginarse que es posible encarar un programa de reformas necesarias y urgentes, sin promover una coalición legislativa que la respalde y obtenga los votos y asegure continuidad en un programa que saque al país del estancamiento en que está sumido desde 2011.
Un país progresa cuando construye confianza en la población y en el mundo, lo que implica respetar las reglas, los contratos, honrar las deudas. No depende de quien ejerce temporalmente el gobierno, sino que todos los que tienen posibilidades de llegar al poder, aseguren más allá de diferencias ideológicas y de praxis, que esas reglas se cumplan. Eso que ha logrado Chile y Brasil, donde la alternancia política no afecta la estabilidad ni la confianza inversora.
La falta de respeto a la institucionalidad se observa desde los ataques procaces al Congreso sin hacerse cargo que la bancada oficialista ha contribuido a su degradación con ese conjunto de conventilleras propios de paneles faranduleros.
La escasa voluntad para instrumentar reformas judiciales aprobadas hace más de 10 años, como el sistema acusatorio en la justicia federal y la transferencia de la justicia nacional a la ciudad de Buenos Aires, muestran el escaso apego a cumplir con la constitución nacional. También en la mora en enviar los pliegos al Senado para cubrir las vacantes judiciales que alcanzan la tercera parte de los cargos, como de las sentencias de la Corte Suprema que obliga a cancelar la deuda con la ciudad de Buenos Aires por el saqueo de su coparticipación federal y que alcanza a la friolera de siete mil millones de dólares.
Tampoco se registran avances en cubrir cargos, como la designación del Procurador, el Defensor del Pueblo y una propuesta razonable para las vacantes de la Corte luego del fracaso de postular a un controvertido juez federal como lo es Alfredo Lijo, famoso por su complicidad con los corruptos, a un sitial en ese tribunal
La oficina anticorrupción y la UIF han seguido el deterioro a las que fueron sometidas por el gobierno de Alberto y Cristina Fernández y hacen sospechar desde la misma designación del ministro de justicia que el gobierno busco desde el primer día impunidad.
Los ilícitos en el gobierno y en áreas tan sensibles como las relacionadas con la salud pública y la discapacidad se intentan desviar buscando quienes son y que intereses representan los que los difunden en vez de concentrarse en la veracidad de los hechos, que se iniciaron desde antes de que asumiera este gobierno.
Este escándalo muestra también el doble discurso de algunos personajes que ganaron cierta fama y obtuvieron bancas legislativas como supuestos “fiscales de la república” y ahora buscan disimular, defender, justificar las falencias institucionales del oficialismo y los ilícitos que tendrían relación con el entorno de la hermana del presidente que, aunque no la votó nadie, ejerce el gobierno.
Nos interpela como sociedad esto de que, si coincidimos con una política económica por ello aceptamos las tropelías políticas, las corruptelas y corrupciones, reaccionando contra esas falencias solo cuando no coincidimos con la orientación de la economía, sin entender que la economía y la política están vinculadas y que la política debe estar basada en valores y principios que son esenciales para la convivencia civilizada.
El populismo gobernante, como el que gobernó hasta 2023 y otros del pasado, se caracterizan por promover la división en la sociedad. Los buenos y los malos; los dueños del patriotismo y los entreguistas; los nacionales y lo antinacionales. Les molesta el debate de ideas, la apertura y el pluralismo. Se aferran a sus certezas y excluyen como el mal a los otros. Por eso se vinculan con dictadores y aprendices de autócratas, se llamen Maduro, Castro, Franco o Bukele, Castro o Orban.
Es que son inseguros, acomplejados y resentidos, por eso se rodean de cortesanos adulones que les permiten aislarse de la realidad, esa realidad que tarde o a veces muy temprano, los interpela y los deja de lado como un descarte molesto.
* El autor es presidente de la Academia Argentina de la Historia.