La vuelta a clases: un desafío y una oportunidad

Las escuelas, con sus diversos enfoques de enseñanza, capacidades y recursos, tanto las de gestión público estatal como las de gestión público-privada, demostraron que pudieron mantenerse en pie frente a el cierre de los edificios.

Educar es ayudar a las personas a convertirse en mejores personas. / Archivo
Educar es ayudar a las personas a convertirse en mejores personas. / Archivo

Después de tres meses de cuarentena y de experimentar una escuela en casa, aislados socialmente y educando en la incertidumbre, pensar en la vuelta a clases presenciales nos abre grandes desafíos. Desafíos que debemos tomar como oportunidades para repensar la educación formal.

¿Cómo será la educación una vez que termine la pandemia? Aún no lo sabemos, pero debemos aprovechar esta experiencia para comprender qué significa realmente educar. Educar es, en definitiva, ayudar a las personas a convertirse en mejores personas. Y, para este fin, la escuela como institución no puede permanecer como lo hizo hasta ahora.

Hay tres dimensiones en las cuales la educación debería integrarse y repensarse seriamente: la dimensión política institucional; la dimensión pedagógica, didáctica y tecnológica; y la dimensión de la calidad de la evaluación de los aprendizajes.

Es la oportunidad para que el Estado plantee un nuevo plan integral de educación digital por nivel educativo, en el que todos los docentes y estudiantes tengan la oportunidad de contar con recursos y con conexión: uno de cada cinco estudiantes en la Argentina no tiene acceso a internet desde su hogar, según un informe de Argentinos por la Educación. Además, es un tiempo para renovar las metodologías didácticas para que se vuelvan más activas, participativas y creativas.

Tenemos que deconstruir conceptos que habíamos naturalizado. Tenemos que animarnos a innovar la organización curricular, a que los docentes trabajen en equipo, a que las experiencias de aprendizaje sean por proyectos y no por materias, a que no sólo pensemos en contenidos conceptuales sino que prioricemos aptitudes. Debemos poder desarrollar en los estudiantes capacidades para saber hacer con ciencia y con conciencia. Las escuelas, con sus diversos enfoques de enseñanza, capacidades y recursos, tanto las de gestión público estatal como las de gestión público-privada, demostraron que pudieron mantenerse en pie frente a el cierre de los edificios.

No son lo mismo calificar, certificar y evaluar. Tienen alcances conceptuales, metodológicos y de implementación diferentes. La evaluación debe entenderse como orientación, acompañamiento y ayuda a los estudiantes para que todos logren, cualquiera sea su situación, aprendizajes de máxima. La forma de expresar esos rendimientos puede asumir una descripción de logros y debilidades para poder orientarlos con capacidad de mejora continua.

Recuperar el personalismo y el humanismo es lo que definitivamente nos ayudará a pasar esta nuevo aislamiento obligatorio , escuchándonos más, compartiendo experiencias entre colegas, y resignificando los contenidos para aminorar exigencia y no calidad.

Trabajemos para que todos los niños y jóvenes de Argentina tengan las mismas oportunidades de acceso, permanencia, aprendizaje óptimo y egreso del sistema educativo y que así puedan desarrollar su proyecto de vida, su profesión y trabajo con un objetivo: que sean felices.

*La autora es Directora de Educación de la UCA y referente del Observatorioa Argentino por la Educación.

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