La política exterior

Fernandez y Felipe Sola
Fernandez y Felipe Sola

Recientes marchas y contramarchas de la política exterior argentina, parecen indicar una vez más que la misma no encuentra su cauce en el mundo actual.-

La política exterior, es decir aquella política pública destinada a sostener los intereses nacionales en el exterior, debe ser “diseñada” de tal manera que la haga versátil a los desafíos actuales.

Pero dos males conspiran contra una buena política exterior: la ideología y la “razón de Estado”. Es lejos de esos extremos, creemos, que debe ubicarse aquella.

Una política exterior ideologizada, significa objetivos nacionales ilimitados, que pueden estar (o no) en contradicción con el orden internacional imperante, es decir la relación de fuerzas en el mundo. Hay una disociación entre la realidad, lo que se quiere y los recursos. Tal política se aproxima a las utopías.

Pero también es contraproducente una oscura “razón de Estado”, propia de una concepción no democrática del área. Aquí los “intereses nacionales” son determinados por los individuos que ejercen el poder (en el peor de los casos se superponen con sus intereses personales), pero presentados como los intereses de la nación y/o el pueblo. Tal política se expresa en una cruda “realpolitik”, es decir política de poder.-

Pero son dos extremos que en definitiva se tocan. Políticas exteriores afectadas por aquellos males satisfacen cuestiones abstractas, cuando no veleidades personales. Pero fundamentalmente generan decepciones y frustraciones para la ciudadanía.

El diseño democrático de la política exterior, debe amalgamar todos los “intereses internos “, con sus múltiples vínculos nacionales e internacionales, en equilibrio entre esas demandas y los condicionantes internos y externos (lo que no se puede cambiar).

El condicionante más importante es el propio poder relativo del Estado (nuestro propio poder comparado con el del resto), es decir sus capacidades y/o recursos de todo tipo . Todo ello en un contexto de globalización, la aparición de otros actores internacionales, la distribución del poder internacional, vínculos transnacionales, etc. Debe determinar asociaciones estratégicas y mantenerlas en el tiempo.

Claro que la política exterior no puede mediarse únicamente por la vara de la utilidad, ya que la misma debe satisfacer algunas tradiciones, principios, orientaciones, continuidades, nacidas al calor de la historia. Es que esta es la política pública más conservadora.

La política exterior de un Estado como el nuestro, debe comprender cuestiones menos pretensiosas y más tangibles, para asimilarla a las otras políticas del Estado.

En definitiva una política exterior bien diseñada es la que se adecua al mundo actual, en su aspecto estructural y dinámico, para la satisfacción de los intereses nacionales, entendidos como el bienestar económico y espiritual de la nación.

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