Al votar el domingo pasado quien escribe estas líneas no pudo dejar de recordar unas elecciones en 2005, hace veinte años, en la república de Bolivia, a las que concurrió como observador de la OEA y ver con algo de envidia que en ese país se votaba con boleta única de papel.
   
 Veinte años pasaron hasta que se implementara en la Argentina un cambio que garantiza más transparencia en las elecciones, es más barato y acelera el conteo de los votos. ¡Como nos cuesta promover reformas en nuestro país! Esperemos que esta permanezca porque otro defecto es que los avances los congelamos enseguida como pasó con la suspensión de las primarias abiertas y obligatorias que hubieran impedido esa proliferación de ofertas electorales que resultan ser la consecuencia de egos más que de diferencias substanciales.
   
 Con resultados electorales inesperados para triunfadores y derrotados surgen distintas especulaciones de los motivos que llevaron al triunfo contundente del gobierno nacional y en el que desaparecieron las diferencias que se dieron en elecciones anteriores en los resultados entre las provincias más productivas con las de menor desarrollo relativo.
   
 Uno de los interrogantes que se dan es si el voto ganador fue para premiar a una gestión de gobierno o para impedir el retorno de los que gobernaron 18 años de los últimos veinticuatro y el recuerdo en particular del paso por el poder del binomio Alberto y Cristina Fernández.
 
  Parafraseando la frase del poema Buenos Aires de Borges hay que dilucidar si los votantes de Milei lo hicieron porque “No nos une el amor sino el espanto” o realmente están convencidos de la calidad de gestión de este gobierno.
 
  Tal vez el recuerdo de las Paso de 2019 cuando la enorme diferencia que le sacó al presidente Macri la fórmula Fernández – Fernández disparó el riesgo país y el precio del dólar preanunciando que se venían días de fracasos y retrocesos para el país como en efecto sucedió, influyó en la decisión de muchos votantes preocupados por las turbulencias cambiarias de las últimas semanas.
 Dicen los que estudian los comportamientos electorales que la mayoría de los ciudadanos deciden a quien votar en las últimas 72 horas anteriores a la elección. Pareciera que en esos tres días se decidió el resultado en una campaña electoral en la cual la oposición K solo proponía frenar a Milei y el gobierno no volver al pasado K.
  Otra pregunta es a quien perjudicó el incremento de la abstención, que en días previos se temió fuera aún mayor y que fue muy alta en la ciudad de Buenos Aires, el distrito donde los temas nacionales están siempre por sobre los locales. Pareciera que en la elección de la provincia de Buenos Aires en septiembre perjudicó al oficialismo nacional. También queda claro que el electorado tiene en cuenta las diferencias entre las ofertas provinciales y las nacionales como vemos al comparar comicios anteriores en Santa Fe y Corrientes en los que el partido del presidente hizo elecciones pobres y ahora ganó o estuvo muy cerca del triunfo.
  Este gobierno mostró en sus primeros años que asuntos como la mejora de la justicia, el fortalecimiento de los órganos de control, la calidad institucional, no forman parte de sus prioridades y posiblemente tampoco lo sean del electorado argentino. mostrando que en esto no hay grieta.
 Escuchaba el lunes a la noche en una comida a uno de los más poderosos empresarios argentinos decir: “Un país requiere un programa de desarrollo, con condiciones para que los empresarios inviertan y generen trabajo, esto no se resuelve solo con pases financieros y una economía extractiva que puede contribuir a generar divisas, pero no es capaz de generar la cantidad de empleos que hay que crear en el país”. Interesante reflexión en un gobierno con un ministro de economía que se destaca por su conocimiento del mercado de bonos, la especialidad también del nuevo canciller.
 Los ciudadanos le han dado una nueva oportunidad al gobierno. En los dos años anteriores puede ufanarse de haber bajado la tasa de inflación, pero al detestar la política no fue capaz o no quiso articular una mayoría legislativa para impulsar un programa de reformas que remuevan los obstáculos que impiden el despegue de la economía argentina y concluya con un ciclo de estancamiento que ya lleva quince años.
 Hace más de quince años que no hay creación de empresas, incluso en los últimos tres años cerraron decenas de ellas todos los días con las secuelas de casi 250 mil empleos privados perdidos. Las carencias en infraestructura afectan los proyectos productivos y las inversiones en recursos que pueden generar las divisas que tanto necesitamos.
 Esperemos que estos comicios inicien un camino de restablecimiento institucional que posibilite recuperar el camino del crecimiento única manera de elevar el nivel de vida de la población.
 * El autor es presidente de la Academia Argentina de la Historia.