4 de noviembre de 2025 - 00:15

Escalada en Venezuela: el desplazamiento del portaaviones

El portaaviones que Trump trasladó al Mar del Caribe es un “grupo de batalla” que tiene cuatro mil quinientos treinta y nueve hombres en total, incluyendo un grupo de desembarco y setenta y cinco aviones. Es un buque de trescientos veintisiete metros de largo y setenta y ocho de ancho. Los aviones de caza son de los más modernos: los F-18 Super Hornet y los E-2 Hawkeye.

Estados Unidos tomó una decisión militar respecto a Venezuela que implica escalar el conflicto, aunque no se trate de una acción operacional propiamente dicha. Ordenó trasladar el portaaviones Gerald Ford del Mediterráneo Oriental al Mar del Caribe. Se trata del más moderno de los once que tiene en servicio Estados Unidos en el mundo. Estaba en dicho lugar por su proximidad a Gaza, donde tiene lugar el conflicto más importante para Washington en este momento.

Un portaaviones es un “grupo de batalla” que tiene cuatro mil quinientos treinta y nueve hombres en total, incluyendo un grupo de desembarco y setenta y cinco aviones. Es un buque de trescientos veintisiete metros de largo y setenta y ocho de ancho. Los aviones de caza son de los más modernos: los F-18 Super Hornet y los E-2 Hawkeye. El comunicado del Pentágono informando de este desplazamiento tuvo lugar al mismo tiempo que el secretario de Defensa estadounidense, Pete Hegseth, informara que las Fuerzas Armadas norteamericanas habían llevado a cabo su décimo ataque contra una embarcación supuestamente venezolana que trasladaba drogas en dirección a Estados Unidos. Cabe recordar que varios de los últimos hundimientos han tenido lugar en el océano Pacífico. Este funcionario agregó: “Si eres un narco-terrorista que trafica drogas en nuestro hemisferio, te trataremos como tratamos a Al-Qaeda; de día o de noche, mapearemos tus redes, rastrearemos tu gente, te cazaremos y te mataremos”.

Seguidamente, Estados Unidos desplazó el buque USS Gravely hacia Trinidad y Tobago, un país que se ha mostrado como un firme aliado de la operación estadounidense contra Venezuela. El gobierno de Nicolás Maduro vinculó este segundo movimiento con un intento de realizar una “operación de falsa bandera”. Es decir, la simulación de un ataque venezolano contra un blanco de un aliado de Estados Unidos, para justificar acciones militares contra el régimen de Maduro. Vincularon el hecho también con la orden de Trump a la CIA para operar en territorio venezolano contra blancos terrestres.

Maduro acusó a la primera ministra de Trinidad y Tobago de ser una “propulsora de guerra”, alegando tener pruebas de que este gobierno forma parte de la operación. Ante esta supuesta acción, Venezuela suspendió el acuerdo energético que tenía con Trinidad y Tobago. El número dos del régimen venezolano, Diosdado Cabello, denunció que ya se había detenido a tres personas en territorio venezolano vinculadas al supuesto ataque. Según la interpretación del gobierno venezolano, el buque estadounidense desplazado a Trinidad y Tobago sería el blanco del supuesto ataque de “falsa bandera” para justificar acciones de represalia contra Venezuela.

Al mismo tiempo, el presidente ruso Vladimir Putin promulgó en su país la ley de ratificación del tratado de asociación estratégica entre Rusia y Venezuela, firmado en Moscú el 7 de mayo. El viceministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Riabkov, argumentó la decisión en la “actual situación de presión enérgica sin precedentes, incluida la militar directa” por parte de Estados Unidos en el Caribe.

Por su parte el presidente de Brasil advirtió a Estados Unidos -pocos días antes del ataque de la policía de Río de Janeiro contra el cartel denominado Comando Vermelho- sobre el riesgo de que el despliegue militar estadounidense en el Caribe pueda “incendiar” la región.

Cabe señalar como antecedente que la relación diplomática entre Washington y Bogotá está en crisis por el despliegue estadounidense y que los canales diplomáticos entre ambos países se encuentran en una situación de suspensión. Además, el presidente Petro y sus familiares, junto a funcionarios claves de su administración, han sido sancionados y tienen prohibida la entrada a Estados Unidos.

Lula parece seguir el mismo camino, aunque lo hace con más moderación y buscando el diálogo directo con Trump. El gobierno brasileño teme que una intervención en Venezuela se combine con la violencia que se incrementa en Colombia por la lucha entre la organización guerrillera ELN y las disidencias de las FARC. La agenda de Trump con Lula presenta tres temas: la negociación comercial bilateral, la crisis venezolana y la situación del ex presidente Bolsonaro, preso con una pena de veintisiete años por el intento de golpe de Estado de enero de 2022, que ha apelado en los últimos días. Trump lo considera su aliado político.

Mientras tanto, Maduro acentúa su autoritarismo interno, probablemente para sofocar cualquier intento de insurrección o ataque de Estados Unidos. Bajo la presión más intensa que ha tenido desde que sustituyó a Chávez como presidente del país, adoptó medidas contra la Iglesia Católica: impidió participar en actos religiosos al cardenal Baltazar Porras, ex arzobispo de Caracas. Maduro califica despectivamente como “los señores con sotana” a los sacerdotes críticos del oficialismo. Porras no pudo participar de los actos de canonización de José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles, los únicos dos santos venezolanos en la historia del país, reconocidos por el Vaticano recientemente. Maduro también ordenó implantar una nueva red de espionaje para delatar a quienes critiquen al régimen.

Cabe señalar que Venezuela ha autorizado los primeros intercambios de criptomonedas, permitiendo comenzar con la circulación de activos financieros que estén al margen de la aplicación de sanciones tradicionales. El régimen de Maduro vende la mayor parte de su petróleo a China, recibiendo el pago en criptomonedas y reinvirtiendo parte de esos ingresos en plataformas nacionales.

* El autor es director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.

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