31 de diciembre de 2025 - 00:15

El tunga-tunga a la UNESCO

El cuarteto sobrevivió a modas, prejuicios y cambios tecnológicos sin perder su pulso básico: hacer divertir. Con solo mencionar a la Mona o Rodrigo algo se mueve. Que la UNESCO lo declare patrimonio cultural no debería convertirlo en pieza de museo. Patrimonio es cuidar lo vivo. Es reconocer prácticas, saberes y expresiones que se transmiten, se transforman y siguen teniendo sentido para una comunidad.

El cuarteto cordobés fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Lo dice una resolución técnica, con lenguaje serio, burocrático y prolijo. Lo curioso es que ese papel solemne intenta formalizar algo que siempre fue desprolijo, chivado, feliz. El cuarteto no nació para alfombras rojas, nació para moverse. Y ahora, sin pedir permiso, entra al patrimonio del mundo.

De mudanza

Con las disculpas del caso, me permito hacer una autorreferencia como brevísima aclaratoria para poner en contexto este escrito y mi interés en el tema.

Soy cordobés de origen y Mendoza me adoptó. Vine a vivir hace 40 años y si bien, algo de la tonada mediterránea se me fue diluyendo por alguna acequia, hay dos cosas que siguen indelebles: el Club Atlético Belgrano y las ganas de bailar cuarteto. Siempre activas como reflejo y memoria que no comprende mucho los cambios de domicilio.

De usos y costumbres

El cuarteto suena en una obra en construcción, en un campamento, en un boliche cheto, en la previa de un asado y en el momento exacto en que un fiestón necesita despegar. Es música anfibia: se adapta a cualquier ecosistema social. Une cascos amarillos, baldes y fratachos con calzados caros y pilcha fina. No solicita CV ni discrimina. Invita. Hay música para la cabeza, música para el corazón y música para los pies decía Rubén Rada. Alguna de estas partes siempre moviliza el tunga-tunga.

De dónde viene

Nacido en Córdoba a mediados del siglo XX, hijo de inmigrantes, radios AM, acordeones y pianos eléctricos, el cuarteto fue durante décadas mirado de reojo. “Popular”, decían, “grasa” sentenciaban otros; “música para la negrada” conjeturaban los rostros hegemónicos; en definitiva, una categoría menor. Hasta que lo popular empezó a mostrar su potencia: convocar, narrar, resistir, mutar. El cuarteto sobrevivió a modas, prejuicios y cambios tecnológicos sin perder su pulso básico: hacer divertir. Con solo mencionar a la Mona o Rodrigo algo se mueve.

Que la UNESCO lo declare patrimonio no debería convertirlo en pieza de museo. Patrimonio es cuidar lo vivo. Es reconocer prácticas, saberes y expresiones que se transmiten, se transforman y siguen teniendo sentido para una comunidad. “Este reconocimiento honra a una comunidad viva, plural y profundamente creativa, que desde hace más de ochenta años hace del Cuarteto un espacio de encuentro, alegría y expresión colectiva” señalaron desde la UNESCO.

Un llamado a otras tonadas

Debe celebrarse esta declaración sin caer en el chauvinismo. No se trata de sacarse selfis culturales. Se trata de un gesto identitario inteligente. De mostrarle al mundo que lo local, cuando es auténtico, dialoga con cualquiera sin disfrazarse de cosmopolita.

Esto debería motivar a que otras identidades culturales locales, desde esta “costa oeste”, hagan lo propio. No para competir, para compartir. Para difundir al mundo como ejercicio de pertenencia y de apertura. Sin gritar más fuerte que el vecino. Con la serenidad de quien sabe de dónde viene y no teme mezclarse. En tiempos en donde alguna agenda literaria promueve catalogar los gustos presidenciales sobre la música contemporánea con cierto aire petercapusotteano, esta declaración demuestra algo simple y poderoso: lo popular puede volverse universal sin perder identidad. Basta con que sea honesto, colectivo y vital; Y que suene donde tenga que sonar.

Tal vez de eso se trate esta declaración de patrimonio universal: reconocer lo que nos hace comunidad.

Habrá que celebrarlo subiendo el volumen. Porque hay resoluciones que se leen, y otras que se bailan y que se mueven. BALILALÓ!

* El autor es presidente de FilmAndes.

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