La discusión sobre una reforma laboral vuelve de manera recurrente en la agenda pública argentina. Sin embargo, los intentos previos muestran que cualquier transformación que no aborde las causas estructurales del problema y que no surja del diálogo social está destinada al fracaso. A continuación, se presentan diez principios que deberían guiar un proceso serio, democrático y sostenible de modernización del régimen laboral en nuestro país.
- Un cambio basado en el consenso y no en la imposición
Argentina arrastra décadas de reformas parciales, implementadas sin acuerdos amplios y revertidas con cada cambio de signo político. Una reforma laboral que aspire a perdurar debe surgir del diálogo genuino entre Estado, sindicatos, empleadores, Poder Judicial, academia y la sociedad civil. El consenso no sólo legitima democráticamente, sino que reduce la conflictividad y fortalece la institucionalidad.
- Una reforma que mire a las pymes
La mayor parte del empleo privado formal argentino depende de pequeñas y medianas empresas. Sin embargo, el régimen laboral vigente, riguroso, complejo y costoso, suele impactar desproporcionadamente en ellas, que carecen de estructuras económicas o contables para sobrellevarlo. Cualquier modernización debe contemplar su realidad, simplificar trámites y reducir la exposición al riesgo judicial.
- Flexibilidad sí, precarización no
Flexibilizar algunas instituciones del derecho laboral puede mejorar la productividad, pero la flexibilización descontrolada genera rotación perjudicial, desincentiva la capacitación y debilita la identificación del trabajador con la empresa. No genera incentivo para que los trabajadores prefieran empleos en relación de dependencia y opten por el trabajo autónomo. El sistema debe desalentar comportamientos oportunistas que erosionan la confianza. El equilibrio entre derechos y responsabilidades es crucial para promover compromiso genuino.
- La reforma debe ir más allá de las leyes
Modificar artículos de la Ley de Contrato de Trabajo no alcanza. Mucha de la inseguridad jurídica proviene de la aplicación discrecional de las normas y de la falta de criterios homogéneos. Se requiere profesionalizar el sistema de control, fortalecer la independencia técnica y administrativa, mejorar la formación de inspectores y jueces y garantizar decisiones previsibles y coherentes.
- Una reforma integral, no un nuevo “parche” legislativo
El régimen laboral argentino está compuesto por capas de normas superpuestas. El resultado es un sistema incoherente y de difícil aplicación. La reforma debe ser sistémica: revisar conjuntamente la Ley de Contrato de Trabajo, la Ley de Asociaciones Sindicales y la Ley de Riesgos del Trabajo, entre otras, para dotar al sistema de racionalidad y estabilidad. Se debe encarar en forma conjunta con una reforma tributaria y previsional.
- El objetivo central: crear y sostener empleo formal
La informalidad persistente demuestra que las regulaciones actuales no logran su finalidad protectoria. Para revertir esta realidad, es necesario reducir cargas administrativas y costos no salariales y generar incentivos concretos para que empleadores y trabajadores opten por la formalidad. El empleo registrado debe ser la alternativa más accesible y conveniente.
- Atacar la raíz de la litigiosidad laboral
La litigiosidad excesiva desalienta la contratación, eleva costos y genera incertidumbre. Parte de estos litigios nacen de normas ambiguas, vacíos legislativos o falta de criterios jurisprudenciales estables y uniformes. Una reforma moderna debe reducir los incentivos al conflicto, mejorar mecanismos de conciliación y ofrecer reglas claras que eviten la judicialización como primera respuesta.
- Un cambio cultural para superar la lógica de confrontación
Durante décadas, la relación empleadora–trabajador se concibió como un enfrentamiento estructural. Esa visión ya no refleja la realidad del mundo del trabajo. El nuevo paradigma debe promover cooperación, productividad y responsabilidad compartida. La prosperidad de la empresa y el bienestar del trabajador no son objetivos contrapuestos: son interdependientes.
- Una reforma ligada a una estrategia de desarrollo económico
Modificar la legislación laboral sin un plan de desarrollo productivo es insuficiente. El país necesita una estrategia coherente que fomente la inversión, estabilice expectativas y genere valor agregado. El marco laboral debe ser parte de un proyecto nacional y no una respuesta espasmódica o ideológica.
- Incorporar la innovación tecnológica como realidad estructural
La digitalización transformó la organización del trabajo. Teletrabajo, plataformas digitales, economía del conocimiento y nuevas formas de empleo exigen un marco regulatorio que reconozca sus especificidades sin crear zonas grises. La reforma debe proteger derechos, incentivar la innovación y asegurar reglas claras en un mercado laboral que ya no se parece al del siglo XX.
La Argentina necesita una reforma laboral seria, integral y consensuada. No se trata de elegir entre trabajadores o empleadores, sino de construir un sistema que fomente formalidad, inversión, productividad y estabilidad. Un enfoque equilibrado permitirá sentar las bases de un crecimiento sostenido y un modelo laboral a la altura del siglo XXI.
* La autora es abogada-UM. Asesora jurídica de empresas. Maestranda en Derecho Laboral UNCuyo.