Cristina y la operación Inodoro Pereyra

Dicen que la realidad suele inspirarse en la ficción. Lo cual se verifica en la operación Inodoro Pereyra que Cristina Fernández ha puesto en marcha.

Inodoro Pereyra es una historieta argentina creada en 1972 por el escritor y dibujante argentino Roberto Fontanarrosa.
Inodoro Pereyra es una historieta argentina creada en 1972 por el escritor y dibujante argentino Roberto Fontanarrosa.

Releyendo, para matar el calor del verano, las aventuras del gaucho Inodoro Pereyra que genialmente realizara Roberto Fontanarrosa, en una viñeta escrita en la década del 90 del siglo XX encontramos una clave de la política nacional actual. Como si alguien se hubiera inspirado en esta historieta para zafar de sus problemas.

Inodoro Pereyra y su perro Mendieta encuentran huellas de pies extraños en el patio del rancho, que conducen hacia el gallinero. Allí descubren a un hombre con una gallina en la mano. Al cual le grita Inodoro:

“Alto atorrante. ¿Qué hace robándose esa gayina?”

Entonces el supuesto ladrón le responde indignado, aunque sin quitar la gallina de su mano:

“¿Qué gayina? En mi vida he tocado una gayina…. Además… ¿Qué autoridad moral tiene usté para acusarme?...Usté es un renegáu, vago, vicioso, narigón, mal entretenido, que le pega a su mujer y hambrea a su perro…. Y no me haga hablar…”

Entonces el supuesto ladrón se va con la gallina, dejando solos y sorprendidos a Inodoro y Mendieta que así terminan dialogando entre sí:

“Qué curioso Mendieta…Hubiese jurado que se estaba robando una gayina”.

“Cómo se engaña el ojo humano, don Inodoro”.

“Me ilusioné con agarrar al ladrón, Mendieta”.

“La única ilusión que nos queda, don Inodoro, es la ilusión óptica”.

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En el juicio donde se acusa a Cristina Fernández del direccionamiento de la obra pública a favor del excajero bancario Lázaro Báez, la señora -que sin lugar a dudas debe haber leído a Inodoro Pereyra-utilizó la técnica que sugiere la historieta para ejercer su defensa personal frente a la evidencia absoluta e indiscutible de pruebas en su contra. Pero ella se negó a contrarrestar las evidencias. Sólo se limitó a hablar horas y horas con un contenido soporífero aunque de estilo altisonante predicando las veinte verdades cristinistas, imitando el estilo de Fidel Castro. Pero a diferencia de Fidel que pronostica que la historia, a futuro, lo absolverá, ella se hace absolver ya mismo: la historia ya me absolvió, afirma. Y no sólo se niega a contestar las preguntas de los jueces sino que les dice a los magistrados que serán ellos los que deberán contestar las preguntas cuando los pongan en el banquillo de los acusados por haberse atrevido a juzgarla.

He aquí la operación Inodoro Pereyra de modo clarísimo y rotundo: de todo lo que fue acusada, ella acusa a sus acusadores, quiénes la quieren destruir pero ella se vengará a través de la justicia legítima, la justicia suya.

Es lo de Cristina algo más sutil que la igualación hacia abajo que hace la mafia para zafar de la ley, buscándole algún delito menor a sus acusadores para demostrar que todos son igual de delincuentes, y si todos son culpables es lo mismo que si nadie lo fuera. La mafia busca liberarse de los cargos en su contra, no enaltecerse. No dice que es inocente, dice que nadie lo es.

Cristina, en cambio no sólo quiere acusar a los acusadores de lo mismo que la acusan a ella, sino que además pretende sostener que ella es absolutamente inocente de todo lo que la acusan. Que le inventaron pruebas los verdaderos ladrones para tapar su robo y para impedir que ella los descubriera. En cambio, hacia ella no hay evidencia de prueba alguna, ni aunque la huella del delito esté a la vista de todos.

Es la operación Inodoro Pereyra donde siempre son culpables los que denuncian al culpable mientras que el denunciado es un santo inocente aunque tenga la gallina en la mano.

Cristina vino a salvar a los humildes y sus enemigos no quieren eso, no quieren que les toquen sus intereses, por eso le inventan causas que jamás fueron ni serán verdad. Ellos roban y para seguir robando la acusan a ella de ladrona porque ella venía a detenerlos en el robo.

En un obra maestra del relato, Cristina quiere ser en la política lo que Fontanarrosa es al humor, aunque sus intenciones sean bastante más turbias.

La realidad, cuando no la oculta la operación Inodoro Pereyra, es que la evidencia abrumadora de hechos de corrupción desde el Estado durante la era K hizo que los buenos jueces, los periodistas independientes, la oposición seria y la opinión pública, cada uno por su cuenta, descubriera que hubo robos en el Estado por doquier.

Sin embargo, Cristina y los suyos afirman exactamente la contrario: que es falso que cada uno por su lado haya descubierto una verdad evidente y única, sino que la connivencia entre jueces, periodistas y opositores (que juntos estupidizan a la opinión pública) es lo que produce, no un descubrimiento de la verdad sino la construcción de una mentira fabulosa. No hay ladrón de gallinas, hay acusadores sin pruebas aunque ellas estén a la vista y secretarios privados hagan mostración obscena de los millones de dólares que recibían por testaferrizar.

Claro que, maticemos, a Cristina para su relato le sirven como nadie los cretinos de Cambiemos durante el gobierno de Macri -que los hubo y varios- quiénes pensaban, y muchos aún siguen pensando, que la única manera de pelear contra la corrupción del kirchnerismo es con los mismos métodos que ellos usan. Apretar jueces, pero claro, esta vez para el lado del bien. Con lo cual terminan siendo igual de inmorales que los que pretenden denunciar, pero a la vez más tontos porque se han metido en un terreno que ellos no conocen y los otros sí. Así les va. A partir de allí los Pata Medina del mundo no sólo declararán su inocencia total, sino que dirán que los atacaron por sus virtudes y no por sus robos, que nunca existieron

Claro que la última que puede acusar es Cristina puesto que ella le ordenó en un audio (escuchado por todo el mundo) al súbdito Parrili -su hombre en los servicios de inteligencia- que fuera a apretar jueces. Literalmente. El muerto riéndose del degollado.

Una cosa es que los periodistas Carlos Pagni o Hugo Alconada Mon -que advirtieron de esas tramoyas durante el macrismo cuando ocurrían- denuncien tales aprietes, pero no quien apretó mejor y primero, según harto evidencia demostrable.

Tiene razón Pagni cuando afirma que en los sótanos de la democracia, en los servicios de inteligencia, no hay grietas entre oficialistas y opositores. Pero eso nada tiene que ver con los bolsos de López, los cuadernos de Centeno, el desfalco de Hotesur y los Sauces y la infinidad de causas de corrupción iniciadas contra Cristina y los suyos, la mayoría antes de la presidencia de Macri.

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