El contundente triunfo que habían anticipado todos los sondeos para la alianza entre La Libertad Avanza (LLA) y Cambia Mendoza (CM) supone algunas aristas muy interesantes. En primer lugar, por la palmaria expresión de los mendocinos, casi 54% de los votos que -una vez más y por esa amplísima mayoría- ratificaron un rumbo iniciado en 2015; pero que, en esta ocasión, le ofreció también al presidente una victoria esperada pero imprescindible (cuatro diputados nacionales de cinco en disputa) ante la incertidumbre generada por el comportamiento del resto del país en una campaña muy adversa.
Es cierto que este escenario se da en un contexto nacional como el trazado ayer, con preponderancia del oficialismo o construcciones afines con las que es posible un camino de previsibilidad que no puede ser obturado por caprichos, como sucedió en este tiempo.
Mendoza sigue sin dudar en la constante vereda del antikirchnerismo, lo cual a esta altura ya parece una especie de tradición, lejos del subibaja de las mareas pendulares de la coyuntura nacional; pero en especial, de los errores no forzados del Gobierno libertario.
Y aquí, frente a un debate público viciado de confusiones e inconsistencias, debe ponerse en valor la decisión estratégica de Alfredo Cornejo, que conocedor de su electorado y aún en contra de algunas críticas internas, forzó pacientemente y obtuvo un acuerdo con la Casa Rosada que lo convirtió no sólo en un socio privilegiado de la Nación, sino también en uno de los pocos gobernadores que antepuso el rumbo nacional a las apetencias locales. Aun así, tendrá una Legislatura que -a priori- lo seguirá acompañando.
Certeza para conducir, estrategia para ganar
Después de esta elección, el mendocino es el interlocutor más sólido, confiable y efectivo entre los gobernadores, una suerte de “primus inter pares”. Esencial en la construcción de los consensos y el soporte de gobernabilidad que Javier Milei necesita y que los observadores vernáculos e internacionales le reclaman.
La razón de tal audaz apuesta tuvo -tal vez- razones más sociológicas que políticas, o en todo caso históricas, basadas en la intensa polarización que desde hace décadas atraviesa la Argentina. El mérito mayor del gobernador fue advertir que esta elección no iba a ser diferente, y que aquí no sólo se plebiscitó su gestión, sino también la del presidente.
Por ello concluyó que dividir el voto, ofrecer terceras opciones, era arriesgarse a una derrota local como les sucedió a los gobernadores de Provincias Unidas (PU), incluso para aquellos que este año triunfaron en sus elecciones provinciales, pero que ayer vieron caer esos distritos ante el razonamiento que hicieron los ciudadanos comunes (aquí y en el país): ratificación de confianza a Milei y una clarísima señal de no volver atrás.
Párrafo aparte para lo que significa para Luis Petri, cuya figura quedó posicionada de manera expectante para lo que vendrá, aunque para eso aún faltan todavía dos años. A partir de hoy, su aspiración de gobernar Mendoza parece fortalecida pero no definida. Un paso más cuya concreción puede ser aún más desafiante, para él y para todos los socios que ayer festejaron. Así incluso se desprendió de sus palabras, al reconocer tanto a Cornejo como a los intendentes radicales a pesar de su reciente salida del partido.
Imposible no incluir en el balance la performance del peronismo, que pese a su mejora respecto del 2023, supone una revisión de métodos, posicionamientos y dirigentes que la sucesión de derrotas demora hasta lo políticamente inexplicable. Para muestra, sólo la cosecha en San Rafael, donde su candidato Emir Félix es una figura excluyente pero perdió por más de 10 puntos.
* El autor es periodista y profesor universitario.