27 de octubre de 2025 - 00:00

José Félix Correa de Saá, un prócer mendocino olvidado

En esta nota se recuerda al olvidado prócer mendocino José Félix Correa de Saá, que luchó a las órdenes del General San Martín y que luego continuó una larga historia cuyos principales eventos se narran a continuación.

Es un deber rescatar para la memoria del pueblo y la fortaleza espiritual de la nación, al olvidado prócer mendocino José Félix Correa de Saá. Su morada eterna a pocos metros de la de su hermano José Ignacio, otro oficial de la gesta de la Independencia, que, en el cementerio de la Capital, Mendoza, se identifican por pobres lápidas, que en cambio por justo y merecido reconocimiento debieran descansar en un panteón nacional o provincial para los próceres de la Patria.

Nació en Mendoza, noviembre de 1801. Hermano de José Ignacio Correa del Saá. Ingresó en 1816 al Regimiento de Granaderos a Caballo. Cruzó los Andes en 1817. Participó en la batalla de Chacabuco, mereciendo por su disciplina y arrojo, medalla de plata por el director de las Provincias Unidas. En la sorpresa de Cancha Rayada, uno de los contrastes más serios en la guerra de la independencia y de la que expresara José Félix: “Nunca el Dios de los Ejércitos hizo más sensible su divina protección que en aquella terrible noche, en que los españoles se distrajeron en quemar carpas y bagajes en lugar de evitar toda reunión de gente”, y en la batalla de Maipú en 1818 a órdenes de Mariano Necochea.

Al alférez José Félix por su desempeño, le valió el título de teniente, un cordón de plata acordado por el director Supremo de las Provincias Unidas y el reconocimiento de “Heroico defensor de la Nación” y medalla de plata por el Supremo Gobierno de Chile.

Participó en la Expedición Libertadora del Perú en 1820 en la División de Juan Antonio Álvarez de Arenales. Peleó en Pasco (batalla librada en el contexto de la 1ª Campaña de la sierra peruana por Arenales)

Participó en el sitio del Puerto del Callao y luego del asalto a la fortaleza bajo las órdenes del General Las Heras el 14 de agosto de 1821 y de su rendición.

Recibió la “Orden del Sol” como Benemérito.

Participó en las campañas de intermedios en 1822 (expedición militar dirigida por el general Rudecindo Alvarado) En esta cruzada participó en las acciones de Calama, favorable a las fuerzas patriotas y en las desgraciadas acciones de Torata y Moquegua.

Casi pierde la vida en el hundimiento del bergantín “Dardón” que lo trasportaba a Lima.

Retirado el general San Martín del Perú, continuó bajo las órdenes de Necochea en la campaña de la Sierra Peruana y participó en las batallas de Junín y Ayacucho. Regresó a Buenos Aires en 1826 y participó en una Campaña del Desierto, que aseguró Tandil y Volcán (Balcarce).

Participó en la guerra del Brasil como jefe de la escolta del general Carlos María de Alvear. Peleó en Ombú, Ituzaingó y Camacuá.

Regresó a Buenos Aires a las órdenes de Juan Lavalle. Participó en el derrocamiento de Manuel Dorrego y en la batalla de Navarro.

Acompañó al coronel Federico Rauch en su campaña al interior de Buenos Aires. En la derrota de las Vizcacheras, en 1829, salvó su vida de ser ajusticiado junto a su jefe. Le perdonaron la vida por estar seriamente herido. Había sufrido cuatro heridas, dos de ellas muy graves.

Pasó a Córdoba sirviendo bajo las órdenes de José María Paz. Participó en la Batalla de Oncativo acaecida en 1830. Secundó al coronel José Videla Castillo en su conquista de San Luis y Mendoza. Fue destinado al Fuerte de San Carlos defendiendo de los ataques de los pehuenches que lo dañaron severamente.

Regresó a Córdoba y participó en la campaña contra Estanislao López, pero al ser capturado el general Paz, acompañó al Ejército al mando de Gregorio Aráoz de Lamadrid hasta Tucumán. Combatió en la Batalla de la Ciudadela en 1831, donde Lamadrid fue derrotado por el ejército de Quiroga el 4 de noviembre y que resultó la derrota definitiva de la Liga del Interior.

Se refugió en Bolivia, estableciéndose en Tarija y Chuquisaca. Fueron 25 años de penosa emigración. Regresó a Mendoza después de la Batalla de Caseros en 1856. Urquiza le reconoció el grado de general. Tuvo a su cargo la organización del Ejército en Mendoza. No participó más en acciones de guerra ni en política.

Falleció en Mendoza, su tierra natal en 1879.

Cuando el general San Martín, a fines de enero de 1823, regresaba de Chile por el paso El Portillo, se encuentra con su excadete del Regimiento de Granaderos a Caballo, coronel Manuel de Olazábal, quien lo esperaba. Descienden por la cuesta, hacen un descanso, San Martín expresa elogios por el delicioso bizcochuelo que saborean sus labios. Luego de un reflexivo silencio y dirigiendo la mirada a la cordillera del Portillo, pronuncia las palabras cuya dimensión desborda los dinteles de la gloria: “Bueno será, quizá, que bajemos ya de esta eminencia desde donde en otro tiempo me contempló la América”. Luego de descansar en el hoy Manzano Histórico y en la casona de la familia Francisco Delgado y señora, Josefa Álvarez de Condarco, madrina de Merceditas, llegaban al arroyo La Estacada, donde en la Posta aledaña, se encontraron con José María Correa de Saá, quien reconoció a San Martín y muy solícito lo invitó a quedarse a cenar y descansar en la posta. Al día siguiente continuaron la marcha a Mendoza. San Martín le comentaba a Olazábal que el maestro de Posta era el padre de dos destacados oficiales del Ejército Libertador que luchaban en el Perú en el ejército de Simón Bolívar. Uno de ellos José Félix de cuya biografía nos ocupa este artículo.

Con gran satisfacción comento que tuve la oportunidad de recibir en donación una carta histórica de 1879, de manos de la distinguida amiga Sara Correa de Ruiz, cariñosamente Chicha, que fuera remitida desde Buenos Aires por el entonces general Gerónimo Espejo, dirigida a su amigo mendocino Estanislao de La Reta, a quien luego de comentarle aspectos relacionados a su salud, quebrantada por los años y el frío de agosto en Buenos Aires, le expresa el pesar que experimentó al recibir la noticia por el telégrafo del fallecimiento del antiguo compañero y querido amigo el coronel Correa de Saá (José Félix) y con evidente nostalgia le expresa: “pocos, muy pocos, quedamos ya de los guerreros que presenciaron los triunfos del 12 de febrero en Chacabuco y 5 de abril en Maipú, y cada año que pasa, por una razón natural, se ha de disminuir el número”

El contenido de esta misiva es una muestra de los nobles sentimientos de aquellos hombres que sin reservas ni descanso lucharon por la libertad de la Patria.

* Médico y secretario de la Asociación Cultural Sanmartiniana de Luján.

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