EE.UU. sumó un nuevo capítulo a su ofensiva militar en el Caribe con un ataque contra una narcolancha que dejó cuatro muertos y elevó a 20 la cantidad de bombardeos a embarcaciones acusadas de narcotráfico desde septiembre. La operación, enmarcada en la llamada “Lanza del Sur”, se da en paralelo al refuerzo de la presencia naval estadounidense en la región, con la inminente llegada del portaaviones USS Gerald R. Ford, el más grande y avanzado de su flota.
Según informó el Comando Sur de EE.UU. en la red social X, el último operativo se desarrolló en aguas del mar Caribe y tuvo como objetivo una embarcación acusada de transportar drogas. En las imágenes difundidas por el propio comando se observa a la lancha acelerando antes de quedar envuelta en llamas. De acuerdo con la versión oficial, la inteligencia militar había confirmado que el barco estaba “involucrado en el contrabando ilícito de narcóticos, transitando por una ruta conocida de narcotráfico y transportando narcóticos”.
Con este episodio, se trata del vigésimo ataque de este tipo autorizado por la administración de Donald Trump desde el inicio de la campaña en septiembre, con un saldo total de 80 personas fallecidas. La ofensiva se inscribe en una presencia creciente de buques y aviones militares estadounidenses en aguas sudamericanas, y coincide con la decisión de la Armada de México de suspender la búsqueda de un sobreviviente tras un ataque ocurrido a finales de octubre, operativo que se prolongó durante cuatro días sin resultados positivos.
Este comunicado del Comando Sur también marcó un matiz respecto de la dinámica comunicacional de las operaciones. Habitualmente era el secretario de Defensa, Pete Hegseth, quien anunciaba los bombardeos en sus propios perfiles, aunque en esta ocasión se limitó a repostear el mensaje del comando. De todas maneras, Hegseth había informado días antes sobre otros dos ataques realizados el domingo, contribuyendo a un clima de creciente tensión en la región.
Fotografía de archivo de aviones transportados en el portaviones de Estados Unidos USS Gerald R. Ford.
Fotografía de archivo de aviones transportados en el portaviones de Estados Unidos USS Gerald R. Ford.
EFE/Stephanie Lecocq
El USS Gerald R. Ford y el mensaje hacia Venezuela
En paralelo a los ataques puntuales, la Casa Blanca avanza con un refuerzo estructural de su despliegue en el Caribe. El portaaviones USS Gerald R. Ford, considerado el buque de guerra más moderno de Estados Unidos, se desplaza desde el Mediterráneo y su arribo está previsto para los próximos días. Una vez que se integre a la operación, la misión contará con casi una docena de barcos de la Marina estadounidense y alrededor de 12.000 marineros e infantes de marina.
El jueves, Hegseth formalizó el nombre de este dispositivo como Operación “Lanza del Sur” y subrayó la intención de permanencia de las fuerzas en la zona. El Gobierno sostiene que la ampliación del dispositivo naval apunta a frenar el tráfico de drogas hacia territorio estadounidense. Si bien la mayoría de las acciones se concentran en el Caribe, también se han registrado operativos en el Pacífico, un corredor clave para la salida de cocaína desde los principales países productores.
Sin embargo, analistas consultados advierten que la presencia del Gerald R. Ford tiene además una lectura política y geoestratégica. La potencia del portaaviones es interpretada como un elemento de presión y disuasión frente a la dictadura de Nicolás Maduro, a quien la justicia estadounidense acusa de dirigir actividades de narcotráfico y califica como “narcoterrorista”. Washington ofrece una alta recompensa por información que lleve a su captura.
El secretario de Estado, Marco Rubio, reiteró que Estados Unidos no reconoce a Maduro como presidente de Venezuela y definió a su régimen como una “organización de transbordo” que facilita el paso de drogas hacia el norte. Maduro, por su parte, denunció que la Casa Blanca está “fabricando” una guerra en su contra y, en respuesta, ordenó una movilización “masiva” de tropas y civiles para prepararse ante eventuales ataques provenientes de Estados Unidos.
Topas norteamericanas
Estados Unidos reforzó su presencia naval en el Caribe y anunció el hundimiento de embarcaciones vinculadas al narcotráfico procedentes de Venezuela.
Infobae
Presión externa, dudas internas y el debate por los límites
Mientras la operación militar se consolida, en el frente interno estadounidense crece el debate sobre el alcance y la legalidad de estos ataques. Legisladores de ambos partidos han reclamado mayor transparencia en relación con las identidades de los blancos elegidos y la base jurídica que habilita el uso de la fuerza, en particular en una región tan sensible como el Caribe y frente a un gobierno, el de Maduro, con el que las tensiones se acumulan desde hace años.
La semana pasada, Rubio y Hegseth mantuvieron una reunión con un grupo bipartidista del Congreso encargado de supervisar temas de seguridad nacional. Allí brindaron detalles sobre los fundamentos legales y la estrategia de la Operación “Lanza del Sur”, con el objetivo de contener las preocupaciones sobre un eventual desborde de las facultades presidenciales en materia de acción militar.
Pese a esas explicaciones, persiste la inquietud en parte del Capitolio. Algunos senadores impulsaron un proyecto para limitar la autoridad de Trump a la hora de ordenar ataques contra Venezuela sin autorización previa del Congreso. La iniciativa, sin embargo, fue rechazada por la mayoría republicana, que defendió el margen de maniobra del Poder Ejecutivo en el contexto de la lucha contra el narcotráfico internacional.
En este escenario, la nueva acción contra la narcolancha —y el saldo de cuatro muertos que deja— funciona como una muestra más de la escalada que implica la Operación “Lanza del Sur”. Para la Casa Blanca, se trata de un mensaje claro a las organizaciones criminales que operan en el Caribe y el Pacífico. Para críticos y observadores, en cambio, el despliegue combina la guerra contra las drogas con una señal de fuerza hacia el régimen de Maduro, en un tablero regional donde las fronteras entre seguridad, geopolítica y política interna resultan cada vez más difusas.