Las amistades no suelen ser eternas, o así parece, ya que con el correr de los años diferentes circunstancias nos llevan a replantearnos muchas cosas: cambia nuestro lugar de residencia, nuestros gustos y preferencias, nuestra forma de ver la vida.
Las amistades no suelen ser eternas, o así parece, ya que con el correr de los años diferentes circunstancias nos llevan a replantearnos muchas cosas: cambia nuestro lugar de residencia, nuestros gustos y preferencias, nuestra forma de ver la vida.
Y parece que estos y otros factores influyen en los vínculos haciendo que se modifiquen o que se vayan perdiendo. Si al mirar a nuestro alrededor notamos que cada vez hay menos personas, es bueno preguntarnos: ¿por qué se complica hacer nuevos amigos a medida que pasan los años?
Otra cosa que merece reflexión es analizar cuándo fue la última vez que conocimos a alguien que terminó transformándose en una buena amistad. Y no solo eso, sino que esa nueva relación no se vea afectada por el trabajo, el poco tiempo, la distancia, los horarios, los hijos, parejas, etc.
No cabe duda que el aumento de exigencias y responsabilidades de la vida diaria complican el crear y sostener una amistad, “vamos creciendo y el ‘deber hacer’ nos comprime el tiempo y las ganas en muchos sentidos, viéndose afectado nuestra capacidad de hacer nuevas amistades”, dice la psicóloga Dolores Navarro.

Y así es como vamos creciendo y nuestro círculo afectivo se va reduciendo cada vez más hasta entrados los 30 años, cuando notamos que conocer nuevas personas y entablar una amistad, resulta cada vez más complicado, generando, en algunos casos, “sentimientos de soledad, de angustia que cierran las emociones”, añade la profesional.
Se trataría de una especie de "crisis de la mediana edad", en la que aquellos días de exploración y aventuras propias de la juventud se disipan abriendo paso a otras prioridades que acaparan el tiempo; llevándose consigo los vínculos afectivos.
Según un estudio de la Universidad Aalto en Finlandia y de la Universidad de Oxford en el Reino Unido, los 25 años es la edad en la que se llega al máximo de amistades o de vínculos sociales.
Esta investigación sostiene que las personas establecen vínculos amistosos hasta esta edad y luego, a medida que los 30 se acercan, la situación cambia y comienzan a desvanecerse: “Podemos haber hecho muchas amistades de jóvenes, cuando crecemos nuestra realidad cambia llevándonos a generar amistades situacionales”, afirma la psicóloga. Es decir, amigos de acuerdo al momento.
Para los profesionales hacer amigos es una necesidad afectiva imprescindible.
Otra cosa que plantea la profesional es que cuando somos jóvenes nuestros círculos de amistad muchas veces responden a “intereses similares” y, cuando crecemos, esos intereses comienzan a definirse con más firmeza.
Éste sería uno de los factores que nos lleva a alejarnos de unos y sumar a otros, debido a que ya construimos nuestra identidad y muchas veces las personas que nos rodean la refuerzan.
Por lo que, “los que antes éramos iguales nos desgranamos y formamos otros grupos de iguales con los que nos sentimos más identificados. De jóvenes aquel grupo de personas acompañó nuestro desarrollo pero luego, cuando comenzamos a construir nuestra propia identidad, las cosas cambiaron”, añade.
Según plantea otro profesional, Carlos Zalguero, en la juventud las amistades se eligen para reforzar un modo de ser y de ver la vida y “esto ocurre porque - en la adolescencia y hasta los 25 años, aproximadamente- aún no tenemos definida -claramente- nuestra vida.
Pero, entrados los 30 buscamos personas que estén dentro de ese círculo de iguales que necesitamos” para concretar los proyectos que nos propusimos. Esto hace que, muchas veces, los vínculos se vayan perdiendo o se transformen y se sumen personas nuevas.
Lo cierto es que en la etapa adulta adquirimos responsabilidades que acaparan gran parte de nuestra vida y el tiempo para las amistades es cada vez menor; tanto para sostener los amigos que ya tenemos como para cultivar otros.

Hay quienes se excusan en que “ya es bastante complicado coincidir con los que conocemos como para intentar hacer amigos nuevos”, dice Navarro. También hay otros que argumentan que el problema está en “el tiempo”.
O sea: “ese momento de la vida en el que no hay tiempo para explorar el mundo y se quedan solo con los vínculos que lograron hacer hasta ese momento”, agrega Zalguero.
Pero, ¿qué es “hacer amigos”? Para los profesionales es una necesidad. “Desde edades tempranas, todos reconocemos lo importante que es mantenernos en contacto con otros”.
Lo necesitamos para lograr nuestro desarrollo personal y social: “a través del vínculo con los demás descubrimos quiénes somos, qué queremos y, también, podemos trabajar la manera en que gestionamos nuestras emociones de acuerdo a las situaciones en las que nos encontremos”, analiza la psicóloga.
El contacto se da y permanece porque, en algún aspecto, coincidimos con esas personas: pensamos igual, nos caen mal -o bien- las mismas situaciones, compartimos algo en común, etc. Y eso que nos mantuvo unidos puede -en algunos casos- desvanecerse, haciendo que nuestro círculo de vínculos afectivos sea cada vez más pequeño.
Para la sociología se necesitan tres elementos para hacer amigos nuevos: la cercanía entre las personas, los encuentros reiterados y un escenario que genere confianza y seguridad.
Si ya pasaste los 30 y descubrís que tenés pocas amistades o que las que tenés no responden a tu “grupo de iguales”, no es mala idea socializar en otros escenarios -que respondan a tus nuevos intereses- para vincularte con personas con las que tengas similitudes.
Tomar clases de música, ir al gimnasio, pintar, viajar, salir al parque a caminar, comenzar un nuevo hobby, unirte a un club, son buenos ámbitos para conocer amigos.

“Lo que hay que combatir es la idea de que porque estamos con gente nueva -pasados los 30 años- ‘los viejos amigos nos dejaron de lado’ o ‘mirá, se quedó sin amigos y está buscando gente con quién salir o pasar el rato’. Ese es el enemigo principal ya que, todas estas expresiones son falsas, no nos quedamos sin nada, sino que lo que teníamos o tuvimos en algún momento, respondía a nuestra forma de ver la vida de aquel entonces y, por eso, como algo cambió en nosotros, necesitamos nuevas personas que sostengan y acompañen nuestra nueva forma de ver la vida”, afirma Zalguero.
Muchas personas de nuestro círculo van a seguir estando más allá de las modificaciones que hagamos en nuestra vida: eso se llama amistad incondicional que se sostiene -y perdura- por el respeto mutuo y la empatía.
Cabe destacar que con el advenimiento de internet muchas amistades de hoy no comparten la misma edad ni siquiera, la misma área local, lo que hace a esta nueva experiencia mucho más interesante ya que nos colabora fuertemente en seguir construyendo nuestra identidad. Del mismo modo, nos invita a ser más tolerantes y entender que las amistades no necesariamente tienen que pensar ni ser igual en muchos aspectos.
Los profesionales que consultamos afirman que la amistad es uno de los afectos más puros pues: “es imposible tener un amigo que no nos corresponda en ese afecto; como es imposible ser amigo de alguien que no coincide con nuestras convicciones o manera de ver la vida”, asegura Navarro.
No importa en qué momento de la vida nos encontremos, es bueno saber que siempre podemos hacer nuevos lazos afectivos y que para lograrlo hay que animarse a socializar y aprender a compartir intereses.