La capital de Mendoza es muy bien considerada por visitantes debido a su condición de ciudad bosque, con plazas, amplios espacios, con anchas calles, el gran Parque General San Martín y una arquitectura en líneas generales bastante moderna.
Empero, deben hacerse algunas consideraciones. El hábitat trazado con posterioridad al terremoto de marzo de 1861 dio como resultado el auge de la Ciudad Nueva con sus preferencias urbanísticas y el abandono de la Ciudad Vieja, que es el sector fundacional de Mendoza, que se extiende entre la avenida San Martín y el zanjón Cacique Guaymallén.
Ese criterio prevalece aún en la actualidad, por lo que aquello que está al este de la San Martín es menos apreciado y tiene mucho menor valor comercial que lo emplazado al oeste, la Ciudad Nueva, con zonas altas menos inundables, mejores edificios y otras consideraciones referidas al nivel de vida.
En la antigua zona se mantuvieron las principales propiedades pre-terremoto, que son, las que quedan, lo más antiguo como testimonio de nuestra arquitectura.
Sin embargo, esa ciudad volcada hacia el Este debería tener más oportunidades, revalorizándola y legislando para mantener su acervo histórico patrimonial. Hace muy poco una casa tipo pompeyana, ubicada en calle San Luis entre José Federico Moreno y Montecaseros, fue demolida y con ella, parte de nuestra historia. Era uno de los mejores ejemplos que perduraban de la Ciudad Vieja y uno de los más espléndidos de la ciudad.
Sería insensato negar que a pesar de todo hubo trabajos que mejoraron esa parte de la principal urbe. En el pasado con la remodelación y puesta en valor del Área Fundacional, con su bello museo, y en tiempos recientes con trabajos en calles y plazas (Sarmiento ya concluida, y Mathus Hoyos en marcha) y construcción de inmuebles comunitarios. Pero falta mucho. Todavía se observa abandono, evidenciado en obras paralizadas con cercos, que en ocasión complican el paso de peatones; veredas rotas y cruces de acequias con rampas angostas.
Otros puntos de la Cuarta Sección presentan viviendas muy antiguas inhabilitadas, con frentes de adobe, que representan un riesgo permanente. El municipio tendría que analizar la posibilidad de algún tipo de gestión para solucionar este inconveniente de la construcción obsoleta, que en ocasiones son trabas derivadas de sucesiones que no terminan nunca.
También hay puntos de la Cuarta que tienen arbolado deteriorado. La falta de carteles con los nombres de las arterias y la numeración ascendente o descendente, es otra de las anomalías.
Asimismo hay una demanda por mejor iluminación de la vía pública, y más semáforos y discos Pare en las vías de comunicación. El factor inundación del sector es otra de las amenazas latentes.
El habitante de esta parte de la ciudad espera que esta dualidad urbanística se desaliente y que su terruño mejore progresivamente. En virtud de ser una ubicación que está a la mano de todo, su estatus de área paralizada en el tiempo debería comenzar a declinar.
Tal vez sea el momento de implementar un programa de refuncionalización de esta parte de la capital, como ocurrió en la década de 1990, e iniciar un plan de equipamiento y construcción de conjuntos habitacionales en reemplazo de la construcción vieja y peligrosa, e introducir otros servicios que modernicen al lugar.