Las hormigas cortadoras son la principal plaga en los viñedos orgánicos

La falta de control puede llevar a grandes pérdidas de producción y hasta a la muerte de las plantas. Sin embargo, con las técnicas adecuadas, se puede llegar a resolver el problema sin usar insecticidas

Hoja de vid cortada por hormigas / Gentileza INTA
Hoja de vid cortada por hormigas / Gentileza INTA

En el paso de la producción vitivinícola convencional hacia la orgánica, los productores se enfrentan a una plaga que no está entre las más mencionadas: las hormigas cortadoras. Es que las especies que cortan hojas pueden terminar con varias plantas de vid en unas pocas horas y, como en este tipo de cultivo no se pueden usar insecticidas sintéticos, su control se torna desafiante. Sin embargo, existen diversas estrategias que se pueden aplicar para minimizar el daño.

Carla Dagatti, del Laboratorio de Fitofarmacia y Manejo Integrado de Plagas, de la Estación Experimental Agropecuaria de INTA Mendoza, comenta que desde el año 2014 empezaron a recibir consultas de productores vitícolas alertados por la presencia de hormigas cortadoras en sus cultivos. A partir de eso, comenzaron a desarrollar líneas de investigación para conocer la plaga en el agroecosistema vitícola mendocino.

Sumó que constituyen un problema de creciente incidencia en los viñedos de Mendoza, sobre todos en aquellos con manejo orgánico. Las nuevas prácticas agrícolas y el desmonte de áreas con flora nativa, explica, han incrementado la presencia de esta plaga. En plantaciones jóvenes, establecidas luego del desmonte de la vegetación autóctona, o en aquellas con varios años de cultivo y en plena producción, que limitan con un monte nativo, los viñedos pueden sufrir la defoliación completa de plantas.

Una planta de vid luego de ser atacada por hormigas / Gentileza INTA
Una planta de vid luego de ser atacada por hormigas / Gentileza INTA

El daño de las hormigas, detalla, se traduce en muerte de vides, retraso en el crecimiento vegetativo, ruptura de la dominancia apical (la yema dominante es la que se encuentra en el extremo del sarmiento), menor producción, baja rentabilidad y costos adicionales por reposición de plantas, logística y mano de obra.

La investigadora, quien escribió su tesis de Maestría sobre la diversidad de hormigas en viñedos convencionales y orgánicos de Mendoza, detalló que las cortadoras de hojas (Attini) no sólo -como su nombre lo indica- cortan fragmentos de hojas, sino también flores, frutos, tallos y pequeños trozos de ramas de la vegetación circundante. Sin embargo, no comen este material fresco, sino que lo transportan hasta el hormiguero para cultivar el hongo del cual se alimentan.

Especies cortadoras

En los viñedos mendocinos se encuentran comúnmente dos especies de hormigas cortadoras: Acromyrmex lobicornis y Amoimyrmex striatus, que son generalistas, ya que consumen una gran variedad de plantas. La primera habita en ambientes con grandes variaciones térmicas -como montes, desiertos y estepas- y prefiere temperaturas moderadas. Sus nidos suelen presentar basureros externos grandes y tener un túmulo, domo o terraplén, que minimiza la variabilidad climática ambiental. Las colonias, en general, se encuentran debajo de algún árbol o arbusto, y sus caminos de forrajeo, a la sombra.

Nido de hormigas A. lobicornis / Gentileza INTA
Nido de hormigas A. lobicornis / Gentileza INTA

Amoimyrmex striatus, detalla Dagatti, es endémica de América del Sur y se especializa en recoger hojas secas. Se limitan a podar plantas próximas a sus nidos y no se alejan más de 15 metros de éstos. Los hormigueros no presentan túmulo y tienen varias bocas de entrada, ligadas entre sí por canales estrechos y pequeñas ollas que llegan hasta los dos metros de profundidad. La boca principal tiene el terreno circundante desnudo.

Nido de hormigas A. striatus / Gentileza INTA
Nido de hormigas A. striatus / Gentileza INTA

Aunque el hecho de que provoquen daños a la vid resulta perjudicial para la producción, la actividad forrajera de estas hormigas también puede tener un efecto positivo sobre las plantas, ya que remueven semillas y frutos, facilitando su dispersión. Además, al transportar y acumular en sus nidos gran cantidad de material vegetal, provocan cambios significativos en los nutrientes del suelo, que pueden ser beneficiosos para las comunidades vegetales y otros organismos.

Sin embargo, la investigadora reconoce que, al ser capaces de aprovechar la mayoría de las especies cultivadas, son generalmente consideradas plagas agrícolas y forestales. El ataque a plantas jóvenes causa una reducción en forestaciones de hasta el 32% en altura, 25% en su circunferencia y 60% en la producción de madera. Pese a esto, se sabe muy poco acerca de los niveles de daño en forestales y viñedos en Argentina, y los factores que influyen en sus preferencias e intensidad de la defoliación a nivel local.

El momento de transición

Martín Uliarte, del Área de Agrotecnología Sostenible del INTA y especialista en manejo orgánico de vid, coincide en que el daño causado por las hormigas es un problema que se les presenta a los productores orgánicos, sobre todo en el momento de la transición; es decir, cuando abandonan la producción convencional.

Esto, porque, en general, la última se asocia a un monocultivo, en el que el suelo está limpio de otras plantas, para evitar la competencia con la vid. De ahí que, cuando cambian la modalidad de manejo y dejan de utilizar insecticidas para controlar a las hormigas, empiezan a proliferar y sólo encuentran la vid para alimentarse.

Uliarte sumó que los mayores inconvenientes se dan en aquellas fincas rodeadas de campo no cultivado, ya que la vid es una planta más tierna que la vegetación nativa y, por lo tanto, más apetecible para esta plaga, principalmente en la primavera, cuando no hay tanta oferta de alimento después del invierno.

En la Estación Experimental Agropecuaria de INTA Mendoza hicieron una experiencia con un viñedo convencional que transformaron en orgánico y realizaron un seguimiento durante ocho años. El investigador comentó que tuvieron más inconvenientes con las hormigas durante los primeros cuatro a cinco años.

Como la transición implica no sólo dejar de utilizar agroquímicos, sino también la incorporación de mayor biodiversidad, se establecen cultivos de cobertura -especies herbáceas que aportan fertilidad al suelo y/o favorecen la aparición de insectos benéficos- entre las hileras y debajo de la vid. Cuando ésta deja de estar sola, detalla Uliarte, y hay otras ofertas de alimento, el daño que provocan las hormigas a la producción se reduce. En especial, si se siembran especies que en primavera estén florecidas o con semillas.

Por otra parte, observaron que, al tener más diversidad de vegetación, también hay mayor variedad de especies de hormigas, por lo que las cortadoras compiten por el espacio con otras que no prefieren los viñedos y se alcanza un equilibrio biológico. De este modo, aunque puedan seguir atacando algunos brotes en los viñedos, la afectación se reduce considerablemente.

En los primeros años de la transición, señaló, de un día para el otro podían observar varios claros en una hilera (en la Estación Experimental tienen una superficie pequeña). Y los daños se concentraban en la primavera. Uliarte consideró que la clave es ser paciente y no pretender resolver el problema de un día para otro, como se puede hacer con la aplicación de insecticidas.

Por otra parte, indicó que hay productos insecticidas permitidos para la producción orgánica y también hay quienes utilizan la tierra de diatomeas. Pero, desde su experiencia, y luego de probar algunos preparados, lo que mejor resultado les dio fue tener cultivo de cobertura como oferta de alimentación alternativa para las hormigas y para favorecer el incremento de la biodiversidad, que asegura un control natural de la plaga. En realidad, señaló, se trata de convivir con ella.

Uliarte añadió que la hormiga afecta no sólo a los viñedos, sino que también es un problema en la horticultura, con algunos cultivos. Por eso, señaló que se debe analizar, en cada caso, la fenología de las plantas, para ofrecer alternativas más apetecibles en el momento en que los cultivos brotan. Y, además, estudiar la posibilidad de complementar con la aplicación de algún producto permitido.

Pasturas naturales

Alberto Cecchin, de la bodega que lleva el apellido familiar, plantea que las hormigas estaban muchos miles de años antes de que los cultivos avanzaran sobre el monte nativo, por lo que están acostumbradas al consumo de pasturas naturales. Pero, si uno las quita, van a atacar lo que tengan cerca. Por lo que el secreto reside, indica, en dejarles vegetación nativa. Y si está seca, mucho mejor, ya que, de lo contrario, tienen que secarla para poder cultivar el hongo del que se alimentan.

La Familia Cecchin lleva más de un siglo dedicada al cultivo orgánico. Alberto comenta que sus abuelos trabajaban de esta manera porque, a principios del siglo pasado, era la única posible. Pero cuando comenzó a haber disponibilidad de químicos, su abuelo se negó a usarlos. En tanto él es naturista desde hace 45 años, por lo que sostuvo este modelo de producción que, además, contempla que las tareas del viñedo se realicen en ciertos momentos del calendario lunar (biodinámica). Asegura que en la finca en Coquimbito (Maipú) tienen hormigueros en los callejones, pero las vides no sufren daños.

Cecchin sumó que, si bien para ellos no ha sido necesario, se puede utilizar algún fungicida natural, porque las hormigas cultivan un hongo para alimentarse y así se elimina la comida que ellas producen. También se puede recurrir a algún preparado que modifique el pH del suelo, con lo que se puede generar un ambiente poco propicio para la proliferación del hongo. E incluso, colocar arroz partido simple alrededor del hormiguero, ya que produce una toxina que las aleja.

Estrategias de control

Carla Dagatti explica que el manejo integrado de las hormigas cortadoras en el cultivo contempla la prevención, el monitoreo permanente y el control mediante estrategias de bajo riesgo para el ambiente. Para prevenir que las hormigas se establezcan, es conveniente que el suelo tenga cobertura vegetal como fuente alternativa de forrajeo durante su período reproductivo; es decir, primavera y principios del verano.

Esto, porque, por un lado, un suelo desprovisto de vegetación promueve la generación de hormigueros por parte de las nuevas reinas. Pero por otro, la cobertura vegetal ayuda a la proliferación de controladores biológicos, como hongos e insectos, que en mayor o menor escala pueden tener un efecto en las poblaciones de hormigas.

El monitoreo continuo en las parcelas, detalló la investigadora del Laboratorio de Fitofarmacia y Manejo Integrado de Plagas, es una práctica fundamental, ya que brinda información sobre los niveles de presencia y daño de la plaga, y permite identificar los sitios de control.

Si la plaga ya está establecida, existen diferentes métodos de control, entre los cuales el más común es el empleo de cebos tóxicos y polvos insecticidas. Los productos, resaltó, deben estar aprobados por el Senasa para el cultivo y para la plaga. Si se trata de viñedos con certificación orgánica, se deberán utilizar los principios activos y las formulaciones autorizadas para esta modalidad de producción. En el siguiente enlace se encuentran los insumos permitidos en la agricultura orgánica, que son actualizados mensualmente https://www.argentina.gob.ar/produccion-organica/listado/oficial-de-insumos-comerciales.

En cuanto al momento oportuno de aplicación, indicó que se debe realizar al menos un control antes de la implantación, en el caso que en el terreno se registre la presencia de nidos de hormigas cortadoras. Una vez realizada la plantación, se debe repetir el control en los puntos de presencia de la plaga durante al menos las dos semanas siguientes y realizar luego monitoreos para evaluar el avance -o no- de la plaga en el cultivo. La frecuencia recomendada de estas revisiones varía en función de la cantidad de hormigas y de las especies que se observen.

Los cebos hormiguicidas son el método de control más eficiente y de fácil manipulación. Se deben aplicar a los costados de los caminos de las forrajeras, a una distancia de 30 centímetros de las bocas de ingreso a los nidos, no sobre éstas. Si el nido tiene más de una boca activa, la dosis debe repartirse en cantidades proporcionales. En general, se utilizan 10 gramos de cebo por cada boca del hormiguero, aunque la dosificación depende de la especie y del tamaño de la colonia (se deben seguir las recomendadas por el fabricante). Para viñedos orgánicos, existen en el mercado cebos con formulados biológicos (de Beauveria bassiana), precisó Dagatti.

También, para el caso de nidos pequeños y medianos, se pueden utilizar formulados en polvo, que se aplican con una bomba insufladora, la que introduce una nube de polvo insecticida en los hormigueros. Este tipo de producto actúa por contacto; por lo tanto, es fundamental bombear suficiente cantidad de polvo para que llegue a todas las cámaras del nido y alcance a la reina. Dagatti señaló que se debe monitorear la actividad de las colonias tratadas y a los 15 días, de ser necesario, repetir la aplicación. Como en el caso de los cebos, existen alternativas de polvos para insuflar en aquellos viñedos certificados orgánicos. Ver https://www.argentina.gob.ar/produccion-organica/listado/oficial-de-insumos-comerciales.

La investigadora comentó que desde el INTA se asesora a productores vitícolas sobre identificación, distribución y control orgánico de hormigas cortadoras. Asimismo, se han desarrollado estudios sobre patrones de comportamiento y dietas de ambas especies -se sigue avanzando en este sentido- y se realizan ensayos de investigación de eficacia de productos orgánicos para el control de la plaga.

Además, se han relevado viñedos con presencia de hormigas cortadoras en diferentes distritos de Mendoza: Altamira (San Carlos); Mayor Drummond y Agrelo (Luján de Cuyo); El Algarrobal (Las Heras); y Los Chacales (Tunuyán). En cuanto a futuros proyectos, pretenden avanzar en el estudio, producción y evaluación de bioinsumos para el control de la plaga, así como también en otras estrategias biotecnológicas.

Una experiencia de convivencia con las hormigas cortadoras

En la finca que Bodegas Argento tiene en Alto Agrelo (Luján) comenzaron hace 10 años a cultivar viñedos orgánicos. En la propiedad, que hoy tiene más 230 hectáreas de vid, apostaron no sólo por trabajar sin agroquímicos, sino por mantener el entorno lo más natural posible, para alcanzar una mejor expresión de los varietales y el terroir. Sin embargo, se encontraron con que las hormigas cortadoras llegaron a comerse media hectárea en una noche. Pero como sostienen el concepto de buscar el equilibrio, apostaron por intentar ofrecerles otras alternativas de alimentación.

Cecilia Acosta, gerente Agrícola de la bodega, señaló que, aunque se habla mucho de la lobesia botrana, esta plaga se puede controlar con la técnica de confusión sexual (con feromonas), por lo que la principal plaga para los viñedos orgánicos son las hormigas cortadoras. Y sumó que hay viticultores que iniciaron la transición de producción convencional a orgánica y volvieron atrás por no poder controlar los daños.

La vegetación en los interfilares favorece la presencia de insectos benéficos / Gentileza INTA
La vegetación en los interfilares favorece la presencia de insectos benéficos / Gentileza INTA

Sin embargo, en el marco de su proyecto MatrizViva, optaron por conocer los ciclos biológicos de esta plaga e implementar acciones para disminuir su presión. Así, entendieron que las hormigas cortadoras prefieren los suelos desnudos a los que tienen vegetación. Y, de hecho, en varias parcelas han implantado hierbas en las interfilares para estudiar su contribución al ecosistema, como el control de nemátodos o la atracción de insectos benéficos; y en otras están analizando el aporte de las plantas que crecen de modo espontáneo.

También descubrieron que las hormigas se asientan en el estacón en los extremos de las hileras, por lo que están optando por usar metal en lugar de madera. Otra de las estrategias para controlar las poblaciones fue esparcir esporas de un hongo diferente al que ellas comen, para obligarlas a migrar. Y ahora están pensando en dejar corredores biológicos en los extremos de los viñedos, para que encuentren alimento y aniden fuera de las zonas cultivadas.

Pero también pudieron identificar ciertos beneficios que las hormigas aportan al ecosistema, como su relación mutualista con otros insectos (por ejemplo, los pulgones); que las que son granívoras dispersan semillas; que polinizan algunas plantas; que son fuente de alimento a otros depredadores; que la gran cantidad de galerías de sus nidos favorece la aireación del suelo; y que contribuyen a la degradación de la materia orgánica.

Entre otros estudios ligados a MatrizViva, Bodega Argento viene desarrollando, junto con el INTA y la Cátedra de Espacios Verdes (de la Facultad de Ciencias Agrarias) un análisis del uso de coberturas de herbáceas perennes de flor, resistentes a sequía, en los interfilares. La investigación también tiene como objetivo caracterizar la diversidad de artrópodos benéficos que contribuyen a la polinización y el control de plagas.

Emilia Mazzitelli, del Laboratorio de Entomología de INTA Junín, comentó que la meta es conocer el funcionamiento de los agroecosistemas y la adaptación de prácticas a las condiciones locales, para promover una producción con baja o nula dependencia de insumos externos a la finca.

Históricamente, planteó Mazzitelli, los viñedos han sido manejados mediante una intensa y continua remoción de las coberturas vegetales de sus interfilares, lo que conduce a una reducción de la complejidad biológica. En este contexto, la incorporación de vegetación, como bandas florales, puede favorecer la diversificación del ecosistema y los servicios que aportan los organismos benéficos, como la regulación de las poblaciones de insectos plaga.

Se debe tener en cuenta que los ecosistemas se autorregulan a través de una compleja trama de interacciones entre las diversas especies. Los monocultivos favorecen la aparición de plagas porque, al existir una gran área de una misma especie, ésta se torna más vulnerable al ataque, lo que genera una mayor demanda de uso de agroquímicos.

Si bien aún se encuentran en etapa de evaluación, la ingeniera agrónoma comentó que han obtenido algunos resultados preliminares, asociados al estudio de ocho especies florales implantadas en interfilares de viñedos orgánicos. Se constató que las especies vegetales Achillea filipendulina y Gazania repens presentaron una mayor biodiversidad asociada a enemigos naturales (parasitoides y predadores). Además, parasitoides de la familia Trichogrammatidae, que actúan como controladores de la polilla de la vid, se encontraron en Achillea filipendulina.

Sin embargo, se observaron diferencias entre las especies de enemigos naturales que son atraídas por cada especie floral, por lo que a futuro se debería pensar en un rediseño del cultivo de la vid, que implique el uso de corredores utilizando una combinación de distintas especies florales. Es importante destacar, planteó, que no existen recetas y que todo diseño necesita adaptación local para cada productor en particular.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA