Belén Bobadilla: “La demanda exige más competitividad de los rindes por hectárea”

Los trabajos se han intensificado en el vivero. En un par de semanas más algunos árboles a raíz desnuda habrán encontrado otro terreno. “Es tiempo de cosecha”, dice. Belén Bobadilla cree en la planificación, en la zonificación de los cultivos para mejorar las condiciones naturales de desarrollo de las plantas. Ella, como productora, viverista e ingeniera agrónoma, -desde hace dos años- publicó en Los Andes una columna de opinión en la que manifestaba que para la reconversión de los cultivos “es indispensable orientar los esfuerzos en generar información sobre las potencialidades y limitantes que tiene la región para poder satisfacer las necesidades según las tendencias que el ‘mercado’ consume”.

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La empresa familiar, Bobafrut, fundada por sus abuelos, es testigo de los últimos 50 años del crecimiento agrícola en el Valle de Uco. Allí producen plantas frutales de pepita, carozo y frutos secos que comercializan en distintas regiones del país.

“Hemos seguido trabajando durante la pandemia. Tuvimos algunas limitaciones por los protocolos sanitarios pero hemos cumplido mucho mejor con nuestra tarea. El año pasado fue muy distinto, porque costó un poco más movilizarse, cumplir con los envíos por los cierres de las fronteras entre las distintas provincias, realizar las entregas de material”, contó Bobadilla.

-¿Ha crecido la demanda de plantas frutales?

-Como efecto de la pandemia, si bien hay sectores muy afectados o que sufrieron de un mayor impacto, el sector primario de los alimentos ha seguido trabajando y fue revalorizado. El año pasado creció la demanda de plantas. Además, muchos productores, incentivados por programas de fomento de inversiones como el Mendoza Activa, realizaron consultas por presupuestos de plantado y de recambio de plantas.

-¿Qué variedades son las más requeridas por los productores?

-Bajo este contexto vemos, desde el sector primario, del cual también formo parte, una tendencia a renovar los cultivos, en especial aquellos cuyos frutos tienen como destino los mercados externos, como las ciruelas para deshidratar, las cerezas, nueces y pistachos.

Sin embargo algunos cultivos con mercado interno como el durazno y nectarines siguen manteniendo la demanda de plantas.

-¿Cuál es el cultivo que más ha crecido en superficie en estos últimos años?

-En los últimos años hemos visto cómo la superficie destinada al cultivo de frutos secos sigue en aumento. Hay más nogales, almendros y pistachos. Por eso hemos decidido, en nuestro vivero, tomar parte en esta demanda y comenzar a producir nuestras primeras plantas de pistacho en macetas cumpliendo con los máximos estándares definidos por Senasa.

-En reiteradas oportunidades has hablado sobre la zonificación de los cultivos. ¿Cuánto se ha avanzado en la planificación de las plantaciones en Mendoza?

-Si bien no existe una política de zonificación agrícola en Mendoza, de a poco observamos que la demanda de determinadas especies frutales se va sectorizando. El oasis Sur (General Alvear, San Rafael) va orientando sus plantaciones hacia la ciruela D´Agen. En el oasis Centro, continúa en crecimiento el cultivo de nogales, durazneros y, en el último tiempo, también manzanas rojas con buenos precios de mercado. Mientras que hacia el Norte de la provincia buscan sobre todo durazneros y ciruelos de consumo en fresco, especialmente de cosecha temprana como la Royal Zee y Black Amber.

Los almendros de floración tardía también están entre las variedades de plantas más solicitadas por los productores. Si bien existe poca disponibilidad genética, lo claro es que se busca disminuir el principal factor que hace caer su productividad (el rinde), las heladas en la época de floración.

-Hablás de los almendros de floración tardía. Ha crecido la demanda internacional de frutos secos y Mendoza está creciendo en su exportación. ¿Esto alentó el desarrollo de nuevas inversiones?

-En relación a los frutos secos, tanto las almendras como las nueces han tenido una baja en sus precios internacionales. Si bien el mercado interno sigue siendo aún fuerte, en la última campaña han crecido las importaciones de almendras generando una baja en los precios de retorno al sector. Sin embargo la apuesta continúa, porque existe una demanda que exige mejorar la competitividad con los rendimientos logrados en kilogramos por hectárea (kg/ha), planificando las tareas y las formas de implementarlas.

-¿Cuál es el rinde que han tenido las plantas?

-En nuestra finca, hemos erradicamos las plantas de almendros para destinar esa superficie a la construcción de invernaderos y sombreaderos para la producción de plantas en maceta. Si hemos mantenido los rendimientos y estamos con valores muy justos por sobre 5.000 kilogramos por hectáreas (kg/ha), el desafío es poder llegar a los 6.000 kg/ha para lo que se necesita invertir en riego y también en fertilización.

-¿Existe relación con el precio?

-Cada fruta posee un comportamiento particular respecto de los precios internacionales. Observamos que el pequeño productor y las empresas han renovado sus esperanzas, han invertido en mejoras, porque esta pandemia nos ha enseñado mucho y ha puesto en valor al sector primario.

Antes de la pandemia, habíamos notado una merma de la cantidad de productores frutícolas, porque las superficies de plantación se estaban concentrando en menos manos. Pero estamos viviendo como un renacer. Se está moviendo la demanda de nuevas plantas porque hay más consumo.

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Zonas de producción

La actividad agrícola es uno de los principales dinamizadores de la economía. Una cadena de trabajos que parte desde la semilla. En el vivero, ubicado en Tunuyán, la calidad de los suelos y el agua de deshielo han generado buenas características para el desarrollo de las plantas que se entregan a raíz desnuda entre julio y agosto.

-En época de cosecha en la plantación, ¿qué trabajos están desarrollando en el vivero?

-La producción de plantas frutales es un trabajo intensivo, con una alta demanda de mano de obra y de mano de obra muy especializada. Perseguimos un gran desafío, que es el de acortar los períodos de producción de plantas y de prolongar el período de plantación, con producciones en maceta que permitan llevar a campo durante el verano.

-¿Cómo responde el sector?

-El sector viverístico, al igual que la fruticultura en general, se ha retraído en los últimos años a causa de la falta de planificación. Algunos de los viveros tradicionales han mantenido su actividad, pero otros han abandonado. Esto ha llevado a una menor oferta de plantas y, sumado al creciente aumento de la densidad de plantación, que se está implementado en la fruticultura en general, han demorado los proyectos.

-Por otro lado ¿cuál es la realidad de los pequeños productores frutícolas?

-Estamos atravesando por un período en que todos los procesos son más lentos y hay cierta incertidumbre respecto de hasta dónde se verá la economía afectada por la pandemia, por lo que es muy importante dar espacio al sector productivo para que mejore el enfoque de su negocio y recupere la rentabilidad del sector frutícola.

Vemos con buenos ojos las oportunidades y las herramientas que están acompañando al sector agrícola con “activadores” financieros y ANR que se han implementado.

-El vandalismo es un problema. ¿Qué tan dañadas están las plantas por esta causa?

-En los últimos años vemos con preocupación el vandalismo que está ocurriendo en las fincas, principalmente con el robo de plantas.

Está claro que estos delitos son alentados por quienes compran esas plantas, sin remito, ni guías sanitarias ni control de ningún organismo. En este sentido, si bien la producción de plantas está controlada por organismos de gobierno (Senasa, Iscamen, Inase), no hay un control real sobre lo que se planta en las fincas. Esto podría mejorarse mucho con mayor cantidad de asociaciones de productores, por ejemplo.