31 de marzo de 2018 - 00:00

Feriado Santo - Por Jorge Sosa

El tipo prefiere hacer el Vía Crucis en la Iglesia de Potrero de los Funes, en la parroquia de Con Con o en una capilla de Carlos Paz.

La Semana Santa es posiblemente la máxima celebración de la cristiandad, junto con Navidad, pero una es una muestra de alegría y la otra de dolor, un momento pletórico de fe. Aunque al parecer para muchos la fe no es ni fu ni fa, porque esperan la Semana Santa con el solo interés de tener cuatro días de vacaciones. Esta vez cinco si contamos el feriado en el que recordamos a los caídos en Malvinas.

Los tipos ya piensan en Semana Santa antes de que terminen las vacaciones de verano. Un día de enero en alguna playa del litoral marítimo argentino, le dice a su mujer: “Se nos están terminando las vacaciones, vieja. Menos mal que a fines de marzo está Semana Santa”. O sea, el tipo no ve la conmemoración como un acto “devoto” sino “de viaje”. Es decir, no se olvida de lo que ocurrió en la primera Semana Santa pero prefiere hacer el vía crucis en la Iglesia de Potrero de los Funes, en la parroquia de Con Con o en una capilla de Carlos Paz.

La cuestión es que en las Pascuas de la Resurrección muchos optaron por las peregrinaciones del ocio. Es que el tipo a esa altura del año ya está cansado. ¿Cansado de qué? Y... está cansado. ¡Pero si recién llevamos tres meses del 2018! Sí, pero estoy muerto, viejo; molido, no doy más, tengo un estrés galopante, necesito parar un poco.

Repasemos, dijo Félix Luna: en enero no laburó nadie, ni aún aquellos que se quedaron a laburar porque bueno, como eran pocos y los que habitualmente mandan y controlan estaban desparramando sus adiposidades en alguna playa del Atlántico, bueno, rasquémonos con entera libertad. En febrero se laburó pero a media máquina, porque usted vio, el año laboral, el ciclo lectivo, comienzan en marzo, y en febrero hay tantas jodas en Mendoza que uno no está como para perder tiempo en el trabajo. Tradicionalmente el ajetreo del laburo comienza cuando ha pasado la Fiesta de la Vendimia. Inclusive uno va a una repartición pública en febrero y le dicen: “Mejor si viene después de la Fiesta”.

En conclusión, en lo que va del año sólo hubo un mes de laburo activo, a pleno, y el tipo ya tiró la toalla, se agotó, fundió bielas, bancada y cigüeñal.

Me parece una exageración del cansancio, viejo. No puede haber agotamiento cuando se ha hecho tan poco, es como si un maratonista abandonara a las dos cuadras porque no le da el físico.

El martes todo volverá  a la normalidad, muchos tornarán a sus tareas con la guata llena de machas a la parmesana, de alfajores cordobeses, de chivito de Malargüe y pancito de La Ligua. Usted dirá: por lo menos volverán renovados, con ganas, con nuevos ímpetus. ¡Minga!, dijo la jeringa.

Porque la actividad en las playas más el largo viaje de vuelta con la ruta llena de tipos que tuvieron la misma idea de él, los devolvió más cansados que lo que fueron. Y para colmo, este año vamos a tener pocos feriados largos.

Menos mal que dentro de dos meses vienen las vacaciones de invierno, que son vacaciones escolares pero bueno, uno también se las merece, ¡qué embromar! Si no, no sé qué haríamos con este exceso de laburo... no sé que haríamos... sería insoportable...no doy más... no doy más.

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