-Creo que es muy natural que, de generación en generación, nos vayamos transmitiendo, como en todo, en la música en este caso, el legado que traemos. Los que elegimos este oficio para hacer en la vida, los que elegimos la música como un lenguaje para comunicarnos con los demás y para contar la historia de nuestro pueblo, todos aquellos que trabajamos en este plano del arte y también en las otras formas del arte, creo que pertenecemos a distintas generaciones que nos vamos traspasando el conocimiento, el legado, la memoria entrañable que guarda el arte en general. Y, por supuesto, muy especialmente la música, que es un puente amoroso, un lenguaje amoroso que busca el corazón del otro. De modo que es siempre importante tener contacto con las nuevas generaciones. A mí me interesa mucho eso: el vínculo que puedo tener con esas nuevas generaciones. Todo el tiempo lo estoy haciendo porque creo que uno aprende siempre de los mayores, de los que estuvieron antes que nosotros, de los que son de nuestra misma generación, y de los que ya están viniendo de las nuevas generaciones, haciendo un camino muy interesante. Yo aprendo de ellos también, y de ellas, porque abren puertas a lo mejor diferentes, novedosas, que me asombran y que me hacen ir también detrás de esa búsqueda que ellos y ellas tienen. Creo que le hace bien a la música en general tener la posibilidad de escuchar esas voces que vienen a agregar una manera de sentir, una manera de pensar desde un contexto muy diferente al que venimos transitando en otros momentos de la vida cultural de nuestro país.
-Justamente, hace algo más de dos meses, participó de "FAlklore" junto a otros referentes. Ese cruce de reflexiones y canciones resultó en un fenómeno en las redes. ¿Cómo vivió esa invitación y qué reflexión le despierta ahora, después de ver el éxito que tuvo?
-Sí, eso es lo que sucedió precisamente en "Falklore", ante la idea de Milo J, este joven referente de la música argentina que tiene una pasión especial por la música folclórica, porque en su casa escuchó eso y aprendió a amar eso. Y entonces él siente —porque lo hablé con él y lo hablé con Mex Urtizberea cuando fui convidada a ser parte de esta hermosísima experiencia—, me contaba que amaba esta música y que quería que las nuevas generaciones se acercaran a escucharla, porque había mucha riqueza ahí.
-Fue un acontecimiento cultural, como muchos lo llamaron.
-Fue un acontecimiento. Con Milo volvimos a encontrarnos, porque después de ese encuentro estuvimos en "FAlklore", el show que se hizo en el Movistar Arena [a raíz del éxito que hubo], y más tarde también juntos cuando escuchamos la salida del disco que se grabó. Entonces hablábamos con él, hablé un rato largo con él: es una persona, un artista de una sensibilidad muy especial, y tiene una mirada amorosa para esta música de raíz de nuestro país. Tiene un gran respeto por ese legado y lo toma con mucho amor. Tuvimos una charla preciosa y me contaba que a él también le sorprendió todo lo que pasó a partir de este encuentro, que se hizo en aquel primer momento en la casa de Mex, que después tuvo una gran repercusión en las redes. Salió en dos capítulos lo que grabamos en un día de un encuentro precioso, donde compartimos realmente charlas bellísimas con colegas muy queridos y queridas, y toda esa comunidad que conformamos y esa comunión que tuvimos al mismo tiempo en ese encuentro, tuvo realmente una gran repercusión en las redes.
Creo que esto fue muy importante, porque provocó también un acercamiento muy concreto de las nuevas generaciones a estas formas musicales tan bellas, tan diferentes, que les dan un material maravilloso para indagar. Aquella noche que compartimos en el Movistar Arena, mirar a ese público —que en su gran mayoría era muy joven—, escucharlos inclusive cantar estribillos de las canciones, de golpe bailar chacarera, zamba… era conmovedor. Y escucharlos gritar de pronto, con un amor y una energía viva: “¡La patria no se vende!”, recuperando, creo yo, ellos mismos en estas formas musicales, su propia identidad, fue muy emocionante y muy importante. Fue un encuentro verdaderamente movilizador y muy importante para las nuevas generaciones, y para nosotros también, los mayores que compartimos esa noche con gran alegría. Y repito la palabra: emoción.
Embed - Yo vengo a ofrecer mi corazón - Teresa Parodi | Sesiones ¡FAlklore!
-Entre otras cosas, ese encuentro sirvió para mostrar cómo cada artista se apropia del folclore desde distintos lugares. ¿Qué piensa de esos cruces musicales impensados, como Milo J cantando una chacarera del Cuti Carabajal?
-El cruce entre Camilo y Cuti fue un momento glorioso de la noche. Verlos cantar, con el mismo sentimiento, una maravillosa chacarera —forma musical argentina que tiene una tremenda personalidad y tanta potencia, ¿no?— debería ser realmente tomado por las nuevas generaciones. Por supuesto, el chamamé también tiene esa potencia que cautiva de un modo muy especial, se mete en el cuerpo y uno no puede evitar tener deseos de bailar. Creo que la chacarera y el chamamé son dos formas musicales que producen una gran efervescencia en el público que las escucha, y generan también esa necesidad de participar activamente, de bailar.
El chamamé y el Gardel
-Uniendo con el tema del chamamé, la última edición de los premios Gardel fue muy emotiva para usted, tanto por el premio que recibió como por un discurso que tuvo amplia repercusión. Sin embargo, la Capif este año decidió eliminar la categoría dedicada al Chamamé. ¿Qué diagnóstico hace de la situación de este género, que pese a ser reconocido por la Unesco pierde ahora visibilidad en los principales premios musicales del país?
-Sí, en la última entrega de los premios Gardel una canción mía fue nominada como Mejor Canción Folclórica y ganó ese premio. Y fue muy emocionante para mí, sobre todo porque el grupo que me acompaña está integrado por tres de mis nietos. Y, en esta oportunidad, no solo dos de ellos habían hecho el arreglo, sino que además otro nieto, Octavio Parodi, que artísticamente se llama Okto, hizo un rap para la canción. Subimos los dos y yo estaba muy emocionada de compartir con mi nieto esta experiencia de ganar un Gardel. Bueno, en cuanto al tema de la categoría del chamamé: esto es relativo. Yo quiero decirte algo que pienso, y lo pensé siempre: yo creo que el chamamé es una forma musical folclórica, como lo es —y acabo de nombrarte— la chacarera. Es decir, no hay un rubro que sea de chacarera, ni hay un rubro que sea de zamba, ni hay un rubro que sea de tonada. En la palabra folclore se resumen todas estas formas musicales que son de las distintas regiones culturales que tiene nuestro país. Hay, sí, una categoría de un rubro que es el folclore, donde están todas estas formas musicales. Insisto en decir: esto es lo que pienso yo. Pero esto es una cuestión arbitraria. Es decir, los jurados cambian cada año y también cambian las categorías, las formas en que distribuyen las categorías, a quién ponen en cada una. La mayoría de las veces, uno no está del todo conforme con la categoría donde lo ponen, porque uno piensa que debería estar en otra. Creo que eso es algo muy arbitrario, que tiene mucho más que ver con lo que los jurados que integran cada año la edición de los premios Gardel piensan que con otra cosa. No creo que haya habido una deliberada manera de sacar la categoría del chamamé de la entrega de los premios.
- Y luego hubo polémica.
- Bueno, siento que hubo una reacción, sobre todo del público chamamecero. Y yo pienso que el chamamé, que es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, como también lo es el tango —que también es una forma musical y que podemos decir que es folclore, porque es la música de la ciudad, sobre todo de Buenos Aires, que también es una expresión popular nacida en una región cultural. Entonces, esto de los nombres siempre es algo polémico, que lleva a reflexiones diferentes y a miradas distintas que pueden convivir. Yo no creo que haya perdido nada el chamamé porque no haya estado específicamente nominado. Creo que el chamamé es una expresión musical tan potente, que está plantada aquí y en el mundo precisamente por la belleza y esa potencia de la que ya te hablé. Yo creo que esas formas musicales las elige el pueblo, son del pueblo y están ahí. Para mí, son parte del folclore. Pero, bueno, con el Chango Spasiuk hablábamos, y me decía: “Bueno, sí, pero es un género que está bueno que tenga su propia categoría, porque se luchó mucho para eso”. Esa es otra visión que es muy respetable. Yo siempre digo que no soy chamamecera, pero que soy compositora de chamamé en un altísimo porcentaje. Es la música de mi tierra. Yo soy correntina, de Corrientes capital, y me formé y me crié escuchando esta música, amando esta música y también ejecutándola y componiéndola. Pero también me formé como folclorista, entonces compongo muchas otras formas musicales. Y por eso mismo siento que, para el chamamecero, ser chamamecero tiene que ser exclusivo e incluyente: hacer chamamé. Y, como yo hago también otras cosas, por eso digo con mucho respeto y con mucho amor que no soy chamamecera, pero que sí hago chamamé. Estas son reflexiones con las que intento contestar tu pregunta. Es un tema para discutir largamente, en el que hay distintas miradas, las cuales respeto, porque así debe ser. No creo que sea un tema para dividirnos.
-“La música crea comunidad” es una de sus frases de cabecera. ¿Cree que en la Argentina actual la música popular está cumpliendo también un rol de contención social?
- Sí, la música crea comunidad. Es tan natural y tan hermoso eso. En cualquier concierto, todas las personas que están allí, están reunidas por un mismo amor. Y se produce una comunidad natural. Aparece el artista que esperan, o la artista que esperan, y esa comunidad se comunica de una manera conmovedora, emocionante. El vínculo ya está: no se necesita explicar nada, simplemente se comparte. Y creo que, además, el arte en general es un lugar de refugio maravilloso para el pueblo. Han crecido en los últimos años en todo el país —y siempre ha sido así— una enorme cantidad de espacios culturales sostenidos y creados por el mismo pueblo. Centros culturales pequeños, barriales, en donde pasan cosas maravillosas: talleres de música, de teatro, de pintura, de danza, de poesía, de literatura, de fotografía. Esto es porque el pueblo busca expresarse a sí mismo a través de los distintos lenguajes del arte. Y siempre es un espacio de contención social, y siempre, además, es un espacio de recuperación de la identidad. Y de ese país profundo que somos. Esa identidad está guardada ahí. Justamente en la entrega de los Premios Gardel yo decía que hay tanta Patria guardada en el arte. Y esa es la Patria en la que buscamos referenciarnos, a la que vamos a refugiarnos. Porque ahí hay amor. Mirá lo que te digo: ahí hay amor. Ese es el gran secreto de todo. Una sociedad que culturalmente tiene el amor como un vínculo esencial no acepta otras cosas. No puede aceptar otros modos violentos, crueles y destructivos con los que hoy estamos conviviendo. Y creo que nuestro pueblo tiene una memoria afectiva, tiene un valor: pone al amor en un lugar muy central de su construcción colectiva. Y por eso el arte es un refugio, porque ahí siempre, indefectiblemente, hay amor.