3 de mayo de 2025 - 00:20

Llegó el día: Los Piojos prometen llenar de nostalgia y rock el Frank Romero Day

Antes de despedirse por segunda vez, Los Piojos dará su único show en nuestra provincia este sábado 3 de mayo, con entradas agotadas.

La historia de Los Piojos es la historia de un país que cambió, pero nunca olvidó. De una banda que salió del oeste del conurbano bonaerense para ponerle cuerpo, alma y suburbio a una época. De un grupo que creció en los márgenes del mainstream y terminó llenando estadios con canciones que nacieron entre asados, pogos y pulso popular. Y que hoy, a más de 35 años de su primer ensayo, se despide —una vez más— con la energía intacta y una conexión con el público que trasciende el paso del tiempo.

Videos crípticos, frases enigmáticas, guiños cómplices de fan pages y posteos de los propios protagonistas que eran más elocuentes por lo que callaban que por lo que decían precedieron al anuncio del gran regreso de Los Piojos, el pasado 4 de septiembre a las 12:57. Así, después de 15 años de silencio (y de rencores que parecían irreversibles), Los Piojos volvieron a tocar en vivo, y no fue en un reencuentro en la casa de alguno de ellos ni en un ensayo filtrado por TikTok: fue en diciembre, en el Estadio Único de La Plata, con todas las letras y toda la épica.

Esa misma noche, las redes sociales explotaron con un revival emocional: banderas rescatadas del fondo del placard, remeras deshilachadas que volvieron a ver la luz, CDs originales que pasaron a cotizar más que un vinilo de Charly. Este breve regreso (incluida una ya legendaria participación en el Cosquín Rock) fue un fogonazo de nostalgia, que los mendocinos también tendrán ocasión de vivenciar este sábado 3 de mayo, cuando Los Piojos lleguen a Mendoza. Y lo harán reactivando al coloso dormido: el Teatro Griego Frank Romero Day, un escenario que parece vivir (injustamente) solo en tiempos vendimiales.

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De la separación al regreso

Claro que, como en todo buen culebrón rockero, el camino hasta acá fue una montaña rusa. Nos saltamos las polémicas ocurridas el año pasado en ocasión del regreso (cuando el bajista Micky Rodríguez dijo que él no iba a volver), para ir hasta 2009. La historia oficial dice que ese año Los Piojos se tomaron un “parate”, aunque todos sabíamos que era una forma elegante de decir “esto se pudrió”. Primero se fue Piti Fernández, que quería enfocarse más en su propio proyecto, La Franela. Después lo siguió Tavo Kupinski, que se despidió con una especie de homenaje envenenado a Piti durante el último show en River. La grieta era tan evidente que dolía. “Una mesa se compone de cuatro patas. Cuando una de las patas está floja, no tiene sentido seguir”, tiró Andrés Ciro Martínez en aquel momento.

El tiempo, ya lo sabemos, tiene una manía por idealizar todo lo que toca. Y Los Piojos no fueron la excepción. Con una discografía compuesta por siete discos en estudio, con shows que eran celebraciones comunitarias más que recitales, Los Piojos se convirtieron en parte del ADN sonoro del país. Y aunque sus canciones seguían vivas en Ciro y Los Persas, nunca se reeditó la mística de esa banda que construyó su mito bailando como cavernícolas alrededor de una fogata.

Los Piojos son una banda que tiene mucho de barrio, de tango. También de un montón de bandas de rock que nos gustan: los Rolling Stones, Iggy Pop, (David) Bowie, Mano Negra. Una banda bastante natural. Donde buscamos contar las cosas como las vemos, cómo nos pasan y sin disfraces. Y a veces hay posturas de callejero, y hay posturas de tipo con mucho swing, mucho estilo”, decía Ciro en 1995, en una entrevista para el extinto Music21, cuando todavía estaban en la rampa de despegue. Sin saberlo, resumía el ADN piojoso.

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Si uno escucha su primer disco de estudio, "Chactuchac" (1992), se topa con una radiografía del conurbano en los 90': ellos supieron cantar el partido de Tres de Febrero, con la desesperanza, la desindustrialización, la gente viajando en el Sarmiento y una melancolía que se respiraba y nadie sabía bien explicar. Pero también había decisión estética: cantar como se habla en El Palomar, con una fusión inédita de candombe, tango y lunfardo, en una estructura sonora rockera.

Dani Buira, baterista fundacional, lo explicó muchos años después con precisión quirúrgica, en una entrevista a La Voz en 2023: “ [Esos primeros discos] Representan una forma de vida, de juventud. Un momento social en el que era impensable conseguir un respaldo de tanta magnitud. Lo buscamos en comunión con la gente. Cantando todos juntos, cuidando al público, tratando de brindar precios populares. Con las canciones de esos discos dejamos un mensaje relevante para el mañana. Si Los Piojos nacieran hoy, no sé si tendrían el éxito que tuvieron porque fueron una respuesta a una necesidad de esa época"

Esa versión de Los Piojos alcanzó su pico creativo entre "Ay ay ay" (1994) y "Azul" (1998), con "Tercer Arco" (1996) como el big bang masivo: “El farolito”, “Verano del 92”, “Maradó”... Imposible escaparse de esos hits. De paso, inventaron el "rocandombe", hicieron patria tocando en cada rincón del país, y se convirtieron en bandera del llamado “rock chabón” o “barrial”. Una etiqueta que les calzaba y los incomodaba al mismo tiempo.

Y sí, hubo una segunda etapa más áspera, menos gloriosa y más discutida. A partir de 2000, Buira se va, entra Roger Cardero en la batería y el empuje se empieza a desinflar. Pero la banda sigue girando, llenando canchas, sumando hits como “Ruleta”, “Como Alí” y “Amor de perros”, y ampliando su paleta sonora con Miguel de Ipola en teclas y Facundo Farías Gómez en percusión.

En esos años entregaron tres discos sólidos: "Verde paisaje del infierno" (2000), "Máquina de sangre" (2003) y "Civilización" (2007). Este último fue un verdadero fenómeno creativo y visionario, al tener en el centro de su concepto la defensa del medio ambiente. "La Tierra se está quitando de encima a su peor enemigo ”, cantaban en “Civilización”. Y también: “Dios perdona, el hombre a veces; la naturaleza, nunca”.

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Reflexionaba por entonces Ciro, en entrevista con la revista Rolling Stones: "Hay una cuestión constante que es la de aprovechar los recursos del otro, y a nosotros siempre nos están rompiendo el culo. Hay que pensar en el futuro. Uno cree que Argentina siempre va a ser igual geográficamente, pero si uno ve, todos los países van cambiando, las geografías, sus límites. Y nosotros creemos que siempre va a ser así, pero mientras sigamos haciendo cagadas… En la época de Menem se llegó a hablar de que el tipo ofrecía la Patagonia para pagar la deuda externa. Es una locura, pero ¿cuántas cosas que hacemos como país son una locura? Es como que siempre estamos boludeando".

Y seguía: "El otro día escuchaba a alguien que decía que este país está siempre a punto de arrancar. Yo pensaba ponerle a un tema (no en este disco) 'El país de los infinitos comienzos' (espero que nadie me lo robe). Vos escuchás a los economistas que dicen: 'Esta es una gran oportunidad que si es aprovechada…', y siempre se desaprovechan las oportunidades. Creo que hay un miedo a hacer las cosas bien. Vivimos en un sistema armado sobre la base de cosas truchas y arreglos, y nunca se empieza de verdad", decía.

Las vueltas de la vida llevaron a que esa frase memorable terminara siendo un verso, y no un título: la incluyó en "Prometeo", canción de Ciro y Los Persas de 2018.

“Con 'Civilización' muchos nos dijeron: ‘¡Volvieron! ’”, reconocía Ciro por entonces. Pero no: lo que vino fue la tormenta. Y la despedida, aquel 30 de mayo de 2009, fue fría y lluviosa (el año pasado, Billboard AR publicó una crónica imperdible que recrea esa noche). Ahora, se tomarán una revancha.

Mendoza, sold out y en modo ritual

Este sábado 3 de mayo, el Teatro Griego Frank Romero Day será escenario de una de las últimas ceremonias piojosas. Un show que agotó entradas en tiempo récord: Ticketek colapsó minutos después de la apertura de ventas el 7 de marzo. Tres sectores con nombres cargados de guiños a la mitología piojosa —el campo “Luz de Marfil”, la platea “Tan Solo” y la preferencial “Malbec”— serán testigos de una noche que promete entrar en la memoria colectiva del rock nacional.

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Después de Mendoza, actuarán en Córdoba y después en Buenos Aires. Se despedirán de los escenarios los próximos 24 y 25 de mayo (ambos agotados), en el Parque de la Ciudad. "No se preocupen, no pasarán 15 años para vernos de nuevo", publicaron en sus redes, prometiendo que esta vez el adiós no será tan prolongado.

Días atrás, la Secretaría de Cultura de Mendoza compartió en su Instagram más información sobre qué se permitirá ingresar hoy al teatro griego. Para apuntar: objetos permitidos: Repelente en crema, banderas sin palos 2x2 máximo, botellas plásticas vacías para cargar agua en puestos de hidratación. Objetos no permitidos: paraguas, aerosoles, elementos punzocortantes, pirotecnia, alimentos, bebidas, cámaras profesionales y cigarrillos etiqueta abierta.

Mendoza, vinos y filarmónica: el otro corazón de Ciro

Hay ciudades que adoptan artistas como propios. Y hay artistas que devuelven ese amor con gestos que trascienden los escenarios. Para Andrés Ciro Martínez, Mendoza es mucho más que una parada en una gira: es un lugar donde la vida lo fue llevando, sin plan previo, pero con una conexión cada vez más profunda.

“Las situaciones imprevistas donde la vida me llevó a relacionarme de una manera cada vez más profunda con Mendoza, a través de gente que voy conociendo y de proyectos como el de los vinos y de este formato junto a la Filarmónica de Mendoza y con Joaquín Guevara y Juan Cucciarelli, que son los arregladores del disco. Además del ‘Mono’ Vignoni (enólogo de Viña Cobos) con Tan Solo (el Malbec que realizó en Mendoza)”, señaló a Los Andes en 2023, sobre el proyecto que por ese entonces lo ocupaba: un disco con la orquesta provincial, "Sueños (Un viaje en el tiempo)".

La relación no es solo comercial ni artística: es afectiva. “El vínculo que tengo con Mendoza no lo tengo con ningún otro lugar”, afirmaba con convicción. “ Me gusta mucho tocar allá y la forma del mendocino, que es muy cálido, pero también muy educado. La última vez que hicimos el formato con la Filarmónica fue en un lugar abierto, no era un teatro, y estaban parados y escucharon con atención todas las canciones. Después vino el formato rock y saltaron como si fuera un recital. Muy lindo público.”

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