20 de mayo de 2025 - 15:38

A sus 95 años, Héctor Alterio sigue haciendo teatro: cómo es su vida en Madrid

El legendario actor continúa activo en el teatro madrileño. En una reciente entrevista, habló de sus rutinas a los 95 años.

Por más que Héctor Alterio cumpla 96 este año, no hay en él señales de retirada. Sigue trabajando con la misma entrega con la que comenzó en los escenarios de Buenos Aires en los años 40. Vive en Madrid desde su exilio forzado en 1975, y desde allí continúa ensayando y actuando. ¿Por qué? La respuesta parece sencilla, pero en su boca se vuelve profunda: “Soy actor. Esta ha sido y es mi forma de ganarme la vida durante casi 80 años”, dijo en una reciente entrevista en el diario El País.

Alterio sigue actuando por una razón vital: “Me da la posibilidad de expresarme. No tengo otra. Y me sigue gustando muchísimo entretener a los demás”. Esa búsqueda de expresión auténtica es su motor. “A lo largo de mi vida he buscado sobre todo dos cosas: entretener y que me crean, que crean en lo que estoy haciendo sobre un escenario. Esto es muy importante. Para mí actuar ha sido una búsqueda incesante de la verdad”.

Esa verdad, explica, no tiene que ver con la literalidad, sino con lo que conmueve. “No actuar nunca de forma rutinaria ni mecánica. Que cada papel y cada función sean algo nuevo y que el espectador me crea, que realmente crea en lo que hace y vive mi personaje. Si no provoco conmoción, eso significa que he hecho algo mal, que no he llegado a la verdad”.

La rutina, los afectos y el escenario

Alterio vive en un luminoso chalet cerca del barrio madrileño de Arturo Soria, en cuyo salón se agolpan decenas de premios que ha ganado a lo largo de su carrera. Allí repasa sus textos cada día con rigurosidad: “Todo esto tiene que estar en la cabeza. Lo que más seguridad me ha dado a lo largo de la vida es saberme perfectamente la letra”.

Sabe que el tiempo es finito. “No esperaba llegar a la edad que tengo. Y sé que tengo poco tiempo para seguir trabajando y para seguir viviendo, así que prefiero no pensar demasiado ni en el pasado ni en el futuro. Vivo mi día a día tranquilo”. Esa serenidad está sostenida por costumbres simples pero férreas: come bien, duerme mucho, toma mate, lee El País cada mañana desde 1976 —y se irrita los tres días del año en que el diario no sale en papel—. “El mundo está regular, horrible, pero yo quiero seguir viéndolo”, dice, entre risas.

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Mantiene el sentido del humor intacto, así como el amor por el tango. “El tango es mi infancia, mi adolescencia, mi vejez. Y lo contiene todo. Lo bueno, lo malo, el amor, el desamor. Todo está en el tango”.

Cuando se le pregunta qué se desea con 95 años, responde con la ternura de quien ya no necesita deslumbrar: “Que mi mujer y mis hijos tengan salud y estén bien y contentos. Seguir divirtiéndome. Y que le vaya bien al Real Madrid”.

Una vida entre el exilio y el teatro

Nacido en Buenos Aires en 1929, de padres italianos, Alterio creció entre carencias. Su padre murió cuando él tenía 12 años y comenzó a trabajar desde chico para ayudar a su madre. La actuación apareció temprano como una vocación. “Cuando era niño me dedicaba a divertir a mis amigos. Imitaba, cantaba, lo que hiciera falta. Me llamaban el flaco, y me pedían cosas. ‘Eh, flaco, hacé de mendigo’. Y yo me tapaba un ojo, cojeaba, me tiraba a pedir limosna y estiraba la mano para ver si caían monedas. Y caían”.

A los 19 años debutó en el teatro y en 1950 participó en la fundación de Nuevo Teatro, una experiencia clave en su formación. “Estaba siempre alegre, contento, con interés por aprender y mejorar. No creo que haya nada mejor que eso. Estuvimos casi 20 años con el Nuevo Teatro”.

En 1975, cuando su carrera ya había despegado en el cine argentino, un hecho dramático lo obligó a exiliarse. Estaba en el Festival de San Sebastián presentando "La tregua" cuando recibió una amenaza de muerte por parte de la Triple A. “Aún la recuerdo perfectamente: ‘Si en 48 horas no abandona Buenos Aires, será ejecutado en el lugar en el que se encuentre’”.

Madrid se convirtió entonces en un refugio forzado. “Fue muy duro pensar que no podíamos volver a Argentina. Buenos Aires se convirtió en mi paraíso. No hay otros paraísos que los paraísos perdidos, como decía Borges”.

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El exilio fue también oportunidad: “Madrid fue mi cárcel, y también mi salvación”. Recuerda con gratitud el gesto del actor Juan Diego, que un día le llevó una valija llena de dinero sin que él se lo hubiera pedido. “Un montón de dinero que nos permitió salir adelante. Un gesto que no olvidaré nunca”.

Su hija, la también actriz Malena Alterio, completa: “Nosotros llegamos aquí con una mano delante y otra detrás. Sin esta ayuda desinteresada de toda esta gente que no nos conocía de nada no sé cómo habríamos sobrevivido”.

La familia, el legado y los sueños cumplidos

Malena y Ernesto, sus dos hijos, crecieron en ese entorno. Cuando Malena ganó el Goya a Mejor Actriz en 2023, su padre lo vivió con emoción: “Mucha emoción. Y mucha ‘alteración’, como mi apellido”.

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Sobre su descendencia artística, expresa orgullo sin grandilocuencias: “Los dos tienen talento y trabajan muy duro. Veo su evolución, sus ganas de hacerlo mejor, y eso me hace sentir muy bien. Cualquier éxito de ellos, por mínimo que sea, para mí es una satisfacción inmensa”.

De hecho, algunos de los recuerdos más entrañables los vincula con sus hijos. Como cuando Malena nació y él estaba rodando "La Patagonia rebelde" en un paraje remoto de Argentina. “Llegaron dos personas galopando y gritando. Yo estaba arriba de una montaña y veía acercarse a los caballos sin entender nada. En un momento, empecé a oír lo que decían: ‘Nació Malena, nació Malena’. Fue increíble”.

Un presente de trabajo y búsqueda

A los 95, Alterio sigue ensayando todos los días. Su obra más reciente, Una pequeña historia, lo mantiene activo y concentrado. Lo moviliza esa mezcla de oficio y emoción que le dio sentido a su vida. “Lo que más me gusta es notar después la mano fraternal de los espectadores, cuando me miran y lloran, cuando me dicen que se han emocionado, cuando me dan una palmada o me dan las gracias. Lo que me da fuerzas es saber que de alguna manera estuve entreteniendo a alguien”.

Y lo sigue haciendo. Cuando se le pregunta si encontró la verdad, responde con la sabiduría del que sabe que el viaje vale más que la meta: “No sé si la encontré. Lo que sí sé es que la sigo buscando siempre, en cada función. Con 95 años, sigo buscando la verdad”.

Esa búsqueda, esa obstinación luminosa por conmover, es su forma de vivir. Cuando le preguntan si le tiene miedo a la muerte, responde: "Tengo más miedo a estar mal, a no poder un día levantarme de la cama. Bueno, y cuando pienso que el futuro que tengo por delante es corto, que me queda poco tiempo ya, me da un poco de escalofrío. Pero me pego dos cachetazos y sigo con mis rutinas".

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