Variantes del robo

Las numerosas maneras de hablar del latrocinio muestran un rico abanico de términos, algunos del lunfardo.

Variantes del robo
Diego Peretti y Guillermo Francella protagonizan "El robo del siglo".

Que la inseguridad nos asedia en forma permanente no constituye novedad para nadie; nos sorprenden, al leer o escuchar las noticias, las distintas formas con que se designa el acto de ‘robar’. Consideremos algunas.

Una búsqueda etimológica nos dice que ‘robar’ proviene del latín vulgar “raubare” y del alto alemán “raubôn”, con el valor de “saquear, arrebatar, despojar”. Esos étimos se patentizan en los significados actuales del verbo, definido, en primer lugar, como “quitar o tomar para sí con violencia o con fuerza lo ajeno”; también, “tomar para sí lo ajeno o hurtar de cualquier modo que sea”: “Los malvivientes se robaron todo, lo valioso y lo inútil pero afectivamente muy querido”. Una connotación positiva de este verbo la tenemos en el valor metafórico de “atraer con eficacia y como violentamente el afecto o ánimo”: “Su amable sonrisa me robó el corazón”. “Esa dulzura se robaba todas las voluntades”.

Algunas locuciones formadas con el participio de este verbo nos sorprenden por su valor significativo: ‘casa robada/hospital robado’ se usan para señalar que una casa no posee moblaje preciso.

El primer sinónimo que nos presenta el diccionario académico es ‘hurtar’ que queda definido como “tomar o retener bienes ajenos contra la voluntad de su dueño, sin intimidación en las personas ni fuerza en las cosas”: “El mandamiento nos dice claramente que no se debe hurtar”. Lo que nos sorprende es que una acepción de este verbo nos lo define como “tomar dichos, sentencias y versos ajenos, como si fueran propios: “No fue honesto en el trabajo que presentó pues incluyó, como propias, citas hurtadas”.

Carácter culto reviste el verbo ‘sustraer’, concepto que se entiende como “hurtar o robar fraudulentamente”: “Le sustrajeron parte de sus pertenencias en la terminal”.

En lenguaje coloquial, se conocen ‘afanar’ y ‘birlar’; del primero, averiguamos que equivale a “sustraer”; del segundo, pudimos saber que es “hurtar algo sin intimidación y con disimulo”: “Me afanaron el sueldo al salir del cajero” y “Te descuidaste y te birló la billetera”.

A veces, la sustracción se va efectuando diariamente, con cuentagotas: en ese caso, el concepto que se considera es el de ‘sisa’, que consiste en la “parte que se defrauda o se hurta, especialmente en la compra diaria de comestibles y otras cosas”; de allí proviene el verbo ‘sisar’, cuyo concepto es “hurtar algo o a alguien mediante sisa, cuando se maneja dinero ajeno, especialmente en la compra diaria”: “Aquel empleado que suponía confiable era el que le sisaba desde hacía largo tiempo”.

Resulta vulgar el verbo ‘choricear’, definido académicamente como “tomar para sí, hurtar, robar”; asimismo, ‘desplumar’ que se entiende como “quitar con engaño, arte o violencia el dinero o los bienes a alguien”: “Fue a ese lugar poco recomendable y lo desplumaron”.

Una voz coloquial referida al robo es ‘rapiñar’: su significado nos dice “hurtar o quitar algo arrebatándolo”: “Con habilidad, el muchacho iba rapiñando mercadería exhibida en los estantes”. El verbo se explica por su vinculación con ‘rapiña’, sustantivo que se define como “robo, expoliación o saqueo que se ejecuta arrebatando con violencia”. Por ello, metafóricamente, se habla de ‘ave de rapiña’ para nombrar a una persona que se apodera, con violencia o con astucia, de lo que no es suyo.

Descubrimos también el verbo ‘ratear’ que, en su segunda entrada en el diccionario académico, significa “hurtar con destreza y sutileza cosas pequeñas”; aparece relacionado con ‘rata’ y ‘ratero’, voces que nombran al ladrón que hurta, con maña y cautela, cosas de poco valor: “El que se llevó esas chucherías es algún ratero de la zona”.

Estos términos nos van llevando insensiblemente a otros, de los que se diferencian por ser de carácter regional; así sucede con ‘bolsear’ y su equivalente ‘bolsiquear”, no usados en nuestro medio, sino en países como México y Guatemala. Su valor significativo es “quitarle a alguien furtivamente lo que tenga de valor”: “En el micro, con habilidad le bolsearon su monedero”. El lunfardo nos da, asimismo, el verbo ‘chorear’ que, para Argentina, Chile y Perú, equivale a “robar”, “tomar para sí”, “hurtar”.

Sorprende en estos usos coloquiales el valor de robo que toma el verbo ‘limpiar’ que aparece, en la cuarta acepción del diccionario académico, como “hurtar o robar algo”: “Me limpiaron las joyas”. Las ideas de robo y de engaño se asocian en verbos como ‘estafar’ y ‘timar’; en cuanto a ‘estafar’, nos asombra su etimología, pues proviene del italiano “staffare”, equivalente a “sacar el pie del estribo” porque, de acuerdo con el diccionario de la RAE, igual que el jinete en esa posición, el estafado se queda en falso. Así, pues, el significado de esta acción es “pedir o sacar dinero o cosas con ánimo de no pagar”: “Siempre tuvo la intención de estafarte”. Casi del mismo modo se define ‘timar’, por su relación con ‘timo’, consistente en un engaño o fraude.

Quizá podríamos seguir enumerando verbos que dan, en sentido recto o figurado, idea de robo; pero vamos a buscar qué vocablos designan al agente de estas acciones: en primer lugar, hallamos ‘ladrón’, voz proveniente del latín “latro”, lengua en que equivalía a “bandido”. Si el ladrón es de poca monta, un bribón o pícaro, se habla de ‘ladronzuelo’. El acto que comete este sujeto es una ‘ladronería’ o un ‘latrocinio’, procede ‘ladronamente’, porque lo hace a hurtadillas, y su accionar es ‘ladronesco’. Aquí mencionamos también ‘furtivamente’ (“a escondidas”), proveniente del latín “furtum” (“robo”) y “fur” (“ladrón”).

El ladrón mitológicamente emblemático era Caco; la lengua toma ‘caco’, como sustantivo común, con la idea de “hombre que hurta o roba”. Si una persona tiene una propensión morbosa al hurto, se dice de ella que es ‘cleptómana’ (del griego κλέπτειν, “quitar”).

En lunfardo, se suele hablar de ‘punga’, sustantivo que puede usarse coloquialmente, en Argentina, Uruguay y Chile, en masculino y femenino, para designar al ‘carterista’. Asimismo, ‘chorro’ y ‘choro’, originales del caló. En otros países de América y con idéntico valor significativo, aunque con uso regional, encontramos ‘pifas’, ‘lépero/a’, ‘tamal’ y ‘tamarindo’.

Finalmente, consignamos como un eufemismo la locución ‘amigo de lo ajeno’, que pretende disimular la acción negativa del hurto.

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