Heredar un viñedo suena muy idílico, pero la realidad es que constituye una de las grandes preocupaciones de la familia. La importancia de la transmisión de viñas y bodegas conlleva minuciosos cálculos por el cabeza de familia para asegurar la capacidad productiva y reproductiva de la generación posterior. Un ejemplo: la familia Antinori es un mundo vitivinícola de muchos aspectos diversos; y todo puede decirse de ella para mantener la unidad del viñedo entre varios herederos. En 1385, Florencia se caracterizaba por una miríada de asociaciones profesionales llamadas Artes: mayores como las de la lana, la seda, los banqueros, y menores entre las cuales la de los viñateros, que ya era muy próspera. Desde entonces, generación tras generación, siglo tras siglo, siempre hubo un miembro de la familia que se ha dedicado a tiempo completo a la actividad vinícola, porque la tierra y la agricultura constituían un refugio y un ancla de salvación.

