En estos días de enero lo hubiésemos encontrado en cualquier esquina de Luján de Cuyo, a pesar de la lluvia y el barro. Era el “Gringo” Osvaldo Ghilardi, con sus zapatillas embarradas, abundante cabellera y particulares bigotes, ofreciendo a los vecinos la esperada mercancía. En esta época de tomates platenses y choclos relucientes alegres como su sonrisa, no podía faltar en alguna esquina.
Lo veía venir por la banquina de la calle Guevara, viniendo de calle Lamadrid y de lejos se sabía quién era. Claro, su voz y la rima de los versos ofreciendo lo que traía llamaban a comprar: verduras y plantines, llenaban su humilde carrito que llevaba con mano segura, mientras que con la otra mano y haciendo de corneta llamaba a comprar con alegres frases el producto de su trabajo. Y así se perdía por República del Líbano cuesta abajo.
Qué maravilla ver a este digno personaje luchar por la vida con esa alegría, entusiasmo, natural bondad y transparencia.
El “Gringo” se nos fue. Quedaron pétalos, chalas, el perfume de los plantines de cedrón, menta y su voz ofreciendo el noble producto de su trabajo.
Quizás sea Osvaldo el último icónico baluarte de las calles de este Luján de Cuyo. Imagen de luchador incansable, alegre, atento y cordial como pocos que ya estamos extrañando.
Chau, “Gringo”. (¡Qué lindo hubiera sido charlar un rato más con vos!).
*Vecino de Luján de Cuyo.