La irresponsable manipulación de las PASO

En cualquier caso, la sociedad no tiene por qué estar expuesta a semejante manoseo de las normas que regulan las elecciones.

El voto popular
El voto popular

Apenas consiguió la aprobación del Presupuesto en la Cámara de Diputados, el kirchnerismo se dispuso para intentar la eliminación de las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (Paso).

Un proyecto presentado por el rionegrino Luis Di Giácomo y otros diputados ya tiene estado parlamentario, y los legisladores que responden al gobernador riojano Ricardo Quintela ingresarían su propia iniciativa en los próximos días.

Eso no implica que se habilite de inmediato el debate en comisiones, porque antes la propuesta tiene que atravesar la intrincada interna del Frente de Todos.

Cristinistas, albertistas y renovadores, más los peronistas no alineados que los acompañan relativamente en silencio, no saben cómo repactar su vínculo para las elecciones de 2023, cuando se elegirá no sólo un nuevo presidente, sino gobernadores e intendentes en casi todas las provincias, más la mitad de los diputados y un tercio de los senadores.

El estado de la opinión pública que emerge en las encuestas ha llevado a varios analistas a esbozar que podría darse una derrota histórica del peronismo.

Si el Frente de Todos se dividiera, la derrota sería peor.

Con todo, en los diferentes escenarios que se diseñan no hay ninguno en el que se aventure una posible victoria en la elección presidencial.

En ese contexto, las preguntas que surgen son varias.

Primero, ¿qué se puede hacer para complicarle la vida al adversario más potente?

Segundo, ¿cómo ponerse de acuerdo para mantenerse unidos y elegir un candidato presidencial dando por descontado que perdería?

Ambas respuestas confluyen en un punto imaginario: la eliminación de las Paso podría ser una alternativa. Porque el peronismo está acostumbrado a no elegir sus candidatos por medio de elecciones, y porque se supone que Juntos por el Cambio no soportaría la presión de no elegir a los suyos por medio de elecciones.

Entonces, si bien se mira, estamos ante la representación de una nueva versión de un nefasto juego que ya conocemos.

El oficialismo, en el nivel del Estado que sea, cree que es válido cambiar las reglas del proceso electoral en el sentido que le resulten más favorables para intentar conservar el poder.

Así como se cambian las fechas de las elecciones por considerarlas un punto clave de la propia estrategia electoral, ahora se cree que se pueden eliminar las Paso.

Sin embargo, como el oficialismo no tiene asegurado el número de votos necesario para aprobar el proyecto, bien podría tratarse de una mera presentación “táctica” para forzar una negociación interna que solucione el mayor problema del Frente de Todos: cómo y cuándo resolver su fórmula presidencial y las otras candidaturas.

Es difícil pensar que en un tema tan delicado corran el riesgo de sufrir una derrota legislativa.

En cualquier caso, la sociedad no tiene por qué estar expuesta a semejante manoseo de las normas que regulan las elecciones.

Las Paso son, en última instancia, una contribución del Estado hacia el sistema político en su conjunto, cuyas candidaturas y alianzas obtienen distintos grados de legitimación social.

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