El alcohol y los incidentes de tránsito

Dentro de la gama de incidentes de tránsito, subleva que un alto número se deba a conductores que manejan con exceso de alcohol en sangre. Todos los accidentes viales son preocupantes, pero éstos donde interviene el alcohol merecen una atención especial, un mayor esfuerzo de control para prevenirlos y unas determinadas condiciones para reprimir estas conductas.

En esta columna editorial frecuentemente insistimos en pregonar el manejo defensivo y la adhesión a rajatabla de las normas de seguridad vial como antídoto contra los incidentes de tránsito graves, seguidos de lesiones muy serias e inclusive la muerte de personas involucradas en los hechos.

Damos por evitables muchos de los siniestros que se producen en las vías de circulación provinciales, sean calles o rutas, de la jurisdicción local o nacionales. En muchos de los casos, la ocurrencia de los choques y vuelcos se deben a imprudencia de los conductores, es decir están involucrados el factor humano de por medio y la alta velocidad, configurando en definitiva una decisión equivocada de quien está detrás del volante de un vehículo automotor.

Estos episodios causan mucha zozobra y dolor en la sociedad y en las familias afectadas, pero cuando estos sucesos tienen como protagonista al manejo desaprensivo combinado con el alcohol al momento de guiar un rodado, entonces el desconsuelo y la aflicción se confunden con la rabia, la indignación y la impotencia.

Es lo que ha provocado el lamentable suceso que sufriera un conductor de 57 años, hermano de una conocida periodista del medio, cuyo automóvil fue embestido por detrás por la camioneta de un irresponsable conductor ebrio. El escenario de este siniestro fue el Acceso Este, a la altura de Rodeo de la Cruz, en la madrugada del domingo 23 de julio. El rodado de la víctima y por efecto del tremendo impacto que sufriera, dio varios tumbos, atravesó todo un carril y quedó volcado. El contraventor no tenía los reflejos necesarios para impedir o atemperar el impacto y dio de lleno contra el automotor que le precedía en la marcha. Posteriores controles de los inspectores viales revelaron que el causante del accidente acreditaba 1,8 grados de alcohol por litro de sangre, casi el cuádruple de lo que está permitido por ley (0,5).

Hemos hecho foco en este percance vial porque que sepamos, ha sido uno de los últimos en la crónica policial de conductores alcoholizados y no porque desconozcamos los anteriores que con el mismo origen se han producido en diversos lugares del ámbito provincial.

“Si alguien está alcoholizado, no puede manejar un automotor. Le destruyó la vida a mi hermano, que es un laburante y salía justo de trabajar. Hace muy poquito había sido abuelo, ¡no podemos creer lo que está pasando!”, señaló con impotencia Laura Prudencio, periodista y hermana de Aníbal, el afectado en este incidente.

El consumo de alcohol disminuye las capacidades motoras y de visión, perjudicando la capacidad de discernimiento, haciendo más lentos los reflejos y reduciendo la atención y la agudeza visual, además de poder generar situaciones altamente peligrosas producto de la sensación de exaltación, falsa seguridad y pérdida de las inhibiciones que en algunas oportunidades suele producir.

En estas situaciones, cuando el daño ya está consumado, lo que espera el ciudadano común, es la aplicación de la máxima severidad legal para el infractor, que necesariamente debería traducirse en la pena prevista por la Justicia, más la imposibilidad de que vuelva a conducir vehículos en un corto lapso, si es que el juez vial interviniente no dispone que lo sea para siempre.

Lamentablemente siguen produciéndose situaciones como las citadas y tardan en llegar dispositivos que repriman conductas de esta naturaleza, y que tiendan

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