Conocí a un pintor poeta. O poeta pintor. O poetor. Qué ocurrencia inútil y tardía. El gran poetor nos dejó, así sin aclarar nada, entonces aún no descubrimos si le gustaba más pintar o escribir, o si escribía pintando o al revés. Siempre fue bastante escurridizo, como si llevara una soledad intrínseca y tuviese en todo momento la mente ocupada. Pero bebimos vino y café y era un hombre que escuchaba más de lo que hablaba. Fui su primera y última editora literaria. Tomé sus textos con mucha alegría y la lectura fue de sorpresa y profundidad. Hubo sugerencias de selección de textos, cortar-pegar, cortar-borrar, en fin, la editora ejerciendo. Nos juntamos en el cafetal, le llevo su poemario con todas mis marcas/sugerencias y correcciones, me gusta el rojo, como buena profe. Mientras yo leía sus textos y las marcas/sugerencias y correcciones, él miraba asombrado tantas marcas/sugerencias y correcciones. Nunca refunfuñó, más bien, fue como el ciervo que huele el agua antes de beberla, cauteloso hizo preguntas, trataba de entender el sabor, discutió lo que pudo, olfateó una lectura de bajosfondos y dijo: "Dale, me los llevo, lo analizo y te lo devuelvo". No había menos que perfección en su desplante, la elegancia del perdedor, consciente de que quizá deba ceder en muchos casos, pero con el suficiente ego profesional de darle lugar al análisis.
Así nos conocimos, en la poesía. Fue un terreno de disputa amable, de comprensiones, de defensa de obra —de defensa del oficio— pero de mucho respeto. Había picardía y reconocimiento cuando fue a dejarme la tercera versión híper-revisada, acompañado de otro amigo pintor. Se reía como los niños que habían tardado en comprender y comprendieron, como quien nunca hizo caso y dijo: "Es cierto, tenés razón, pendeja". Acordamos un cuerpo poético, Marcela Furlani y Gabriela Nafissi propusieron un concepto, Celeste Riartes tradujo a diseño y salió Injerto −serie de literatura expandida− (*) con el sello de Fractura Ediciones y Egar era la joya de inauguración. La cosa es que, en el terreno de disputa del lenguaje, de la real lectura, pudimos comunicarnos.
Egar Murillo de niño leyó a Pessoa sin saber que era Pessoa, años después lo redescubre, pero el hecho inaugural de la poesía en Egar comienza con un poema sin autor. Dicen sus padres que desde los catorce ya escribía poemas y pintaba cuadros de manera autodidacta, así, como la misma cosa. Se crea un código o lenguaje propio desde pequeño que solo él podía descifrar, para decir lo que no se dice. Traído de Jujuy a Mendoza por sus padres que, como trabajadores golondrinas, lo traen al año de nacido para tratarse mejor una enfermedad grave, crece jugando a crear. Trabaja de niño repartiendo diarios por la ciudad y pasa seguido por la vidriera de Montemar de calle San Martín a mirar los cuadros de pintores exhibidos. Se compra óleos y comienza a pintar. Su curiosidad también lo hizo coleccionista temprano, de piedritas y objetos que relacionaba entre sí y catalogaba. Cursa la secundaria en el Agustín Álvarez y lee todo lo que encuentra. Se especializa en pintura en la Facultad de Artes y Diseño de la UNCuyo. En 1985 forma la banda de punk rock Kinder Videla Mengele, junto a sus hermanos Mito, Julio y Edgardo Guerra, donde colabora con letras, gráficas y fotografías.
y ellas nos soñaban a nosotros.
Nos cagamos en tu entretenimiento
tu publicidad tu servidumbre tu coloniaje
que llora flúor cebo y grasa del espectáculo (…)”.
Leer PMS PRSNTS y conocer a Sabrina Kadiajh debiese ser una necesidad, un amor de tres, como Antonin Artaud a las drogas y el ocultismo y Silvina Ocampo a la violencia y la sexualidad, así de fuerte, así de natural. Compartían una hermosa sonrisa, nerviosa y hermosa, como a punto de quebrarse. Mientras ambos la ejercitaron hubo paredes que se construyeron y se demolieron a golpes, porque una ventana no se le niega a nadie. Juntos pusieron ladrillo sobre ladrillo y el juego del arte tomó partido en las bases. Sabrina desnuda destruyendo una pared de la habitación, abriendo una ventana. La performance del espacio privado llegaba al espacio público en un ECA sobreviviente, en una muestra en loop, en 2024. Sabrina cuenta: “Es algo que aún estoy pensando. Porque a veces en el arte hago cosas y no sé bien por qué. Tienen que ver con cosas emocionales, quizá sublimar. Romper la casa fue una situación potente para mí, porque era romper la casa que habíamos hecho entre los dos, perforarla y atravesarla. Solo sé cómo me sentí, yo estaba golpeando la pared y llorando. Le dije a Egar lo que quería hacer y me dijo sonriendo: "Bueno, pero busquemos otra pared que no sea la de la casa”.
“(…) El amor no es obediente
sucede en la sangre
recorre el camino del sufrimiento
trepa a los árboles celestiales
y aúlla como un mono desollado
al fondo del olvido”.
“Pero una de las cosas que yo aprendí bien de él fue la insistencia y el tomar riesgos. Yo sabía que él entendería que era importante, por eso lo planteé. Siempre me dijo que las cosas hay que hacerlas, luego se ve qué pasa. En eso nos parecemos bastante. Siempre dijimos vos querés hacer tal cosa, vamos. Y así fue”.
Se conocieron en una muestra en el MAMM en el 94 o 96. Se volvieron a encontrar en el 99 y ella empezó a posar para él y para un grupo de artistas. Desde entonces, juntos. Veinticinco años. “Cuando nos conocimos yo tuve la extraña certeza de que íbamos a estar juntos, que yo iba a vivir con él. Me encantó su sonrisa y su forma de ser, todo. Me enamoré, los dos nos enamoramos. Tuvimos un romance muy fuerte, muy intenso”.
Sobre si hubo retroalimentación en sus obras, piensa largamente sin tocar aún la medialuna, una idea corre y la frena, por inexacta, echa a andar otra y nota cómo se equilibra y permanece sobre la cuerda, entonces asevera: “Yo creo que sería un error decir que nos hemos influenciado, sí nos hemos acompañado. Yo he estado dentro de la obra de Egar, como mucha otra gente, imagino. No puedo saber qué hubiera pasado si los dos no nos hubiéramos encontrado, no sé si nuestras obras hubiesen sido diferentes. Yo empecé a hacer fotografía antes de conocer al Egar, él me recomendaba artistas, siempre haciendo de maestro. A mí me gustaban mucho las artistas feministas performáticas de los 70, por ellas me he sentido influenciada. Y el Egar siempre ha sido muy respetuoso, incluso como persona que enseña, jamás ha querido imponer su estética, siempre ha acompañado las estéticas de sus alumnos. Era muy solidario con la información que manejaba, siempre compartiéndola. En este ambiente que es difícil, que hay muchos celos, él siempre practicó lo contrario. Eso tiene mucho que ver con los padres, siempre te reciben en casa, te ofrecen un té, un jugo, son cariñosos”. Padres que sobreviven a sus hijos. Un agujero en la panza de la madre, un forado sangrante en el pecho del padre. Es tan antinatural que no hay un nombre oficial para la pérdida de un hijo, sin embargo, muchos proponen "huérfilo". Al dolor de los hermanos le llaman "duelo fraternal". Como no se puede ser viuda sin casarse antes, le dicen “duelo por pérdida de la pareja”. Todos nombres muertos en el parto, pendientes de contratos, ineficientes en su simplismo. “Mi hermana mayor falleció en 2015 de cáncer también y a los cinco años se enfermó el Egar. Yo nunca he querido putear a la enfermedad, nunca lo he hecho. En uno de sus poemas él habla de una criatura que busca un lugar y me parece que es una buena forma de definir esto que pasa”.
“Qué es la muerte
sino aquel suave animal
velloso y sucio
temeroso de sí
buscando un lugar donde anidar (…)”.
“Una se enoja fácilmente y supongo que está bien, pero yo quiero practicar la idea de no enojarme, porque es parte de la vida, es lo que pasa, qué vas a hacer. Yo no estaba en el cuerpo de Egar, ¿viste? Hay cosas de la intimidad de su cuerpo y su enfermedad que se las va a llevar él y no las va a saber nadie”. La sonrisa se quiebra efectivamente por el peso de las comisuras y el té le humedece la nariz. “Intento no enojarme porque la vida continúa, murió mi hermana y al otro día todo seguía, hay que seguir haciendo, no queda otra”.
“(…) Tengo tanto frío
no sé por qué estoy tan triste
ella me ama todavía
pero no me encontrará
en la casa donde nos amamos
díganle que he muerto
pero quiero verla
mientras reíamos.
¡Vengan por favor!
Estoy hundido en el silencio.
Díganle que la amo.
Es tarde en el presente”.
Sabrina trabaja en el mismo museo donde conoció a Egar. En su habitación, la de ellos, está la pared levantada otra vez con los signos de su reconstrucción. Cuida y alimenta a las perras, huérfanas de padre e intenta ordenarse, poco a poco, ladrillo a ladrillo. Actualmente se prepara para trabajar con amigos en el archivo de la obra de Egar.
"El obrero no compra arte contemporáneo", escribió Egar, perforando el rojo en una de sus obras. Artista consciente de su origen y de su clase, no pudo sino ser riguroso con los reales alcances de la propia labor y dispuso la obra que se cuestiona a sí misma, la metaobra que se pregunta el para qué, para quién.
Egar Murillo
Egar Murillo junto a la portada de su libro de poemas PMS PRSNTS.
Dos años antes de partir, Egar recibe el Premio Nacional a la Trayectoria del Salón Nacional de Artes Visuales. También en 2023 lanza su libro, su primer y último libro de poesía. “(…) Vengo a dejar flores blancas/ en la fosa del futuro/ sobre el féretro de las palabras”. PMS PRSNTS hoy puede leerse como carta de despedida, pero más bien un “voy y vuelvo” parriano, porque hasta en los poemas en que su muerto habla, habla en un presente infinito, desde la conciencia del mamífero que supo lo que era amar, vivir y crear sobre la tierra y ahora conoce su reverso, ahora tampoco se calla. Sus versos resuenan con la solemnidad a medio camino de la profecía y del recuerdo, del aforismo y del epitafio, puerta de entrada y de salida al mundo, viaje de ida y regreso; pero con la frescura cítrica de niño que ríe tras el artilugio del poema, del juego que hizo, del truco y su propia picardía. Se nos fue un poeta y no alcanzamos a darle premios literarios ni invitarlo a ciclos a leer en público porque se nos cansó el desgraciado y dijo basta, me di el lujo de hacer todo lo que quise, el único y digno lujo de la autodeterminación que tiene la humanidad, yo, artista que viene de abajo, que se fue haciendo primero con las manos, me permito el agotamiento de ver a mi generación punk perder ante el capitalismo. Se nos fue un poeta, se nos fue un pintor, se nos fue un poetor y no hay nombre para ello. El artista recolector se fue a cosechar al campo más fértil y en su entrada número 4 del catálogo 206 apuntó una nueva variante de planta subterránea o una colección de pelusas o piedras anteriores a los dinosaurios.
Nos queda el recuerdo: Sabrina madrugando con Egar en el comedor, ayudando a perforar las tapas negras de su libro antes del día del lanzamiento. Porque siempre se trató de eso, de traspasar el papel, el cartón, la madera y la pared como quien levanta una casa con el solo objetivo de derribarla para verla ascender nuevamente. Porque es el movimiento el que vitaliza. “(…) alguien/ tendría que derribar esta sociedad / porque no hay amor / alguien debe destruirla para hallar el amor (…)”. Derribar porque, destruir para.
* Las citas entre comillas corresponden al libro PMS PRSNTS, Egar Murillo (Fractura Ediciones, 2023), artefacto poético híbrido, intervenido tapa a tapa por el poetor, edición limitada, numerada y firmada. Lanzado en el marco de "Injerto −serie de literatura expandida−“, nacida el mismo año de la intersección entre Fractura Ediciones; Reencarnaciones, dispositivo de experimentación artística (a cargo de Gabriela Nafissi); y Diagonal/ concepto Nómade (a cargo de Marcela Furlani). Diseño y diagramación por Celeste Riartes.