Trump lleva cien días sacudiendo el mundo

Nadie hubiera imaginado que Estados Unidos amenazaría de este modo a Canadá y rompería bruscamente la exitosa alianza económica, política y militar que desde la Primera Guerra Mundial mantuvo con Europa. También resulta inconcebible el fuerte alineamiento con la Rusia de Vladimir Putin.

Los cien primeros días tienen más sombras que luces. A diferencia de su primer gobierno, que comenzó con muchas figuras respetables y claramente capacitadas para la función que recibían, a esta segunda administración Donald Trump la inició con un gabinete en el que priman las lealtades perrunas y la mediocridad que caracteriza a los obsecuentes.

Ahora no hay quien contenga al presidente y corrija sus errores. El vicepresidente no es el moderado Mike Pence, sino el trumpista J.D. Vance, quién a diferencia de su antecesor republicano sí cumpliría la orden de la Casa Blanca de impedir la certificación legislativa de una elección que su presidente pierda.

El gabinete está plagado de fanáticos, con excepción de Robert Kennedy Jr, quien le compró el cargo al endosarle sus votantes cuando desistió de su candidatura en favor del magnate neoyorquino. El hijo del asesinado Boby Kennedy es el primer secretario de Salud anti-vacuna y adicto a las teorías conspirativas.

Sin nadie que lo modere y lo contenga, Trump inició su intento de desmantelar el sistema democrático siguiendo el modelo de la autocracia rusa. También se abocó a denostar a su antecesor con un bullyng malicioso, aunque en poco más de noventa días desaceleró notablemente el sólido crecimiento económico que había dejado el mandatario demócrata.

Su embestida contra el titular de la Reserva Federal, casi inédita en la historia norteamericana, tuvo efectos contraproducentes para la economía de la superpotencia occidental. De momento, también están siendo contraproducentes para las empresas y los consumidores norteamericanos la guerra arancelaria que Trump inició y quedó boyando entre marchas y contramarchas.

Esa es, hasta ahora, la política de Trump que más impactó en el mundo. Destruyó el sistema de Libre Comercio que funcionó durante ocho décadas con eje en Estados Unidos. El futuro cercano comenzará a mostrar pronto si la desglobalización que impone es beneficiosa para los Estados Unidos y para el mundo, como sin dudas lo fue la globalización que había sido impulsada por Washington.

Trump intenta ver el futuro mirando por el espejo retrovisor, como si fuera lógico y posible volver al Estados Unidos de las grandes fábricas colmadas de obreros con sus rascacielos repletos de oficinistas en el down town. También conduce con la marcha atrás en el rediseño a de la geopolítica norteamericana, donde impulsa la expansión territorial como si este fuese el mundo que rigió hasta la primera mitad del S XX. Con el agravante que implica embestir contra aliados históricos, como Canadá, tratando de convertir ese país en el Estado 51 de la Unión, y Dinamarca, intentando quitarle Groenlandia con el argumento falaz de la seguridad nacional, siendo un territorio en el que, por pertenecer a la OTAN, Estados Unidos puede establecer la cantidad de bases militares que desee. De hecho, llegó a tener 17 y por decisión propia en la actualidad tiene una.

Nadie hubiera imaginado que Estados Unidos amenazaría de este modo a Canadá y rompería bruscamente la exitosa alianza económica, política y militar que desde la Primera Guerra Mundial mantuvo con Europa. También resulta inconcebible el fuerte alineamiento con la Rusia de Vladimir Putin, a la que ayudó a debilitar la Unión Europea destartalando la OTAN y colaborando con el Brexit.

Por eso traicionó a Ucrania, cortándole el flujo de armamentos y municiones mientras culpaba a Volodimir Zelenski por la guerra que estalló con la invasión ordenada por el jefe del Kremlin, quien en el 2014 había arrebatado por la fuerza la Península de Crimea.

Esa complicidad con Putin podría cambiar, pero sería por las negligencias criminales del líder ruso y por la habilidad con que el presidente ucraniano manejó la negociación con Washington sobre la explotación conjunta de tierras raras.

Completando la retirada norteamericana del mundo que inició Trump, la “motosierra” de Elon Musk mutiló el Departamento de Estado y achicó notablemente las representaciones diplomáticas.

También debilita a Estados Unidos la desfinanciación de las agencias humanitarias que constituían el “soft power” norteamericano en el escenario internacional. Una medida negligente y tan cruel como la criminalización de los inmigrantes ilegales y su deportación en masa.

Igual que los líderes ultraconservadores que lo admiran, Trump recortó los programas de salud, la investigación científica y el aporte a las universidades, atacando especialmente a Harvard, una de las más prestigiosas del mundo.

Es un tiempo de liderazgos brutales. El ultraconservadurismo mundialmente en alza tiene al magnate neoyorquino como modelo. Un modelo de liderazgo agresivo y arrogante, que ostenta insensibilidad y desprecio por la debilidad en todas sus formas, vocifera vulgaridades contra el periodismo, contra los políticos moderados y contra todo aquel que cuestione o rechace los dogmas que abraza con fanatismo.

* El autor es politólogo y periodista.

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