Pensar desde la interdisciplina, la multilateralidad y el diálogo con el otro, permite construir nuevos paradigmas. Estamos transitando un sistema híbrido donde la tecnología no sustituye, sino que amplifica la humanidad. Somos neuronas, pero también hormonas; somos lógica, pero también instinto. La inteligencia artificial ha leído todo, pero no ha vivido nada. Somos nosotros, con nuestra capacidad de dudar, de imaginar, de saber desde donde venimos, quienes podemos construir una realidad donde la creación siga siendo un espacio de posibilidades.
Al rescate de la historia
Para comprender lo que pasa es imprescindible aprender a entender la historia como guía para saber dónde estamos. Un rescate del pasado para conservarlo y reinterpretarlo con mirada creativa.
Las ciudades son narrativas de la evolución como sociedad, territorios donde la memoria y el presente conviven. Cada paisaje cultural, cada lugar, cada archivo habla de decisiones que moldearon lo que somos. Aprovechar esos rastros abre la posibilidad de encontrar ciertas claves para que lo que viene sea sostenible.
Poner en valor el patrimonio sin anclarse en la nostalgia, redescubriendo tensiones, contradicciones y bellezas que nos constituyen, es hacer visible lo que el progreso apresurado intenta borrar, y comprender que no hay identidad sin historia. Es también resistir frente a la homogeneización de la cultura.
La importancia de decir "No sé"
Aprender a institucionalizar la dudar es, paradójicamente, una de las certezas más valiosas que podemos conquistar.
Vivimos en tiempos de realidad sobrediagnosticada, donde el exceso de información otorga cierta soberbia de sabiduría, y donde la tecnología parece ofrecer respuestas antes de que lleguemos a formular preguntas. Sin embargo, es en la duda donde radica la posibilidad de comprender, de innovar y de crear.
Cristina Garmendia Mendizabal, exministra de Innovación de España y actual presidenta de Mediaset, cerró su intervención en el último Foro BID Invest en Chile con una declaración que sorprendió a muchos; ante la pregunta sobre el futuro de la IA dijo: "No sé". En un mundo que nos empuja a constantes sesgos de confirmación dogmáticos, aprender a decir "no sé" es un acto revolucionario. Es un gesto de humanización, un reconocimiento de nuestra limitación y, a la vez, de nuestra capacidad de aprender.
Más allá del algoritmo
Vivimos en un tiempo donde lo algorítmico no solo estructura la realidad, sino que también la reduce, reforzando la lógica cuantificadora del capitalismo. Nos movemos entre patrones predecibles y cada decisión parece estar calculada de antemano. En este universo de automatización y cálculo, explorar los márgenes, atender lo que no se dice, descubrir lo que escapa a la norma, es un acto de resistencia.
Vale aquí una reflexión de Ítalo Calvino al final de su libro Las Ciudades Invisibles: "El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio.”
La fertilidad de la contradicción
Borges reflexionaba sobre el orden y el caos, sobre el laberinto y la osadía de recorrerlo para, finalmente, salir por arriba. Cada búsqueda no solo interroga lo conocido, también lo transforma. Pensar y hacer son más que dos maneras de habitar la incertidumbre, son la posibilidad real de dar forma al mundo sin someterse a sus límites.
En la hibridación de ideas y en el encuentro de lo diverso es donde realmente ocurre la fertilidad del pensamiento y la acción. Es en la duda, en la tensión entre incógnitas y certezas, en esas precisas contradicciones donde la inteligencia se expande y la creatividad se encuentra.
* El autor es presidente de FilmAndes.