3 de septiembre de 2025 - 00:15

Manual de supervivencia para inteligentes en vías de extinción. Parte II

En el libro que venimos leyendo Nuevo elogio del imbécil (Ed Gatopardo, 2025), Pino Aprile advierte que la estupidez no es un accidente, sino un ecosistema. En este país, ese sistema tiene varias sedes centrales: el Congreso, por ejemplo, con sucursales en cada legislatura provincial y franquicias abiertas en municipios y en casi todas las redes sociales.

Cada vez que escribo estos artículos/columnas/notas/textos aleatorios, pienso en quién los leerá. Y ahí empieza el problema. Porque imaginar un lector es como imaginar al amigo que te dice la verdad: existe, pero hace mucho que no lo ves. Luego compruebo que, más allá de mi padre, mi familia cercana o una docena de queridos amigos y compañeros de aventuras, a nadie le interesa mucho lo que escribo o, más bien, a nadie le interesa mucho leer. No es que no tengan tiempo, es que no tienen ganas y es normal que así sea en estos vertiginosos tiempos. La lectura aquí y ahora, compite con la última pelea política en vivo, el video de un pato vendiendo flores o el noticiero que transmite tres horas de lluvia en Panamericana y General Paz. Y si, un texto como este, sin sorteos o sin Nara, indudablemente no garpa mucho. No obstante, en medio de esta realidad/verdad, prosigo a continuación:

Manual de supervivencia (para inteligentes en vías de extinción) – segunda parte

En el libro que venimos leyendo Nuevo elogio del imbécil (Ed Gatopardo, 2025), Pino Aprile advierte que la estupidez no es un accidente, sino un ecosistema. En este país, ese sistema tiene varias sedes centrales: el Congreso, por ejemplo, con sucursales en cada legislatura provincial y franquicias abiertas en municipios y en casi todas las redes sociales.

Su frase “El imbécil hereda el mundo” aquí se convierte en “El imbécil gana la interna”. No importa de qué partido hablemos: el formato se repite. El candidato que grita más fuerte o que baila en TikTok tiene más chances que el que trae un plan de gobierno con cifras y proyecciones. Y si el plan existe, mejor que no sea muy complejo: demasiados números espantan al votante y, peor aún, a los asesores de campaña.

Centro y periferia

En esta costa oeste lo vemos en versión reducida, en la Argentina, a gran escala. Proyectos de ley presentados para solucionar problemas inexistentes, debates televisivos en los que se discute con un nivel argumental peor que la sobremesa dominguera con el tío choborra.

Aprile lo explica: “El imbécil no busca la verdad, busca la victoria”. Ejemplo nacional: mientras discutimos si hay que cambiar la letra del himno, la infraestructura pública colapsa, la ciencia se derrumba y la cultura se abandona. Pero claro, es más fácil ganar una discusión en X que arreglar una ruta.

El WhatsApp y la patria

La teoría de Aprile sobre “el imbécil que no necesita información, sino confirmación” se ve en los grupos de WhatsApp que cruzan el país de punta a punta. Desde el grupo de consorcio de un barrio en Nordelta hasta el de los Granjeros del Este, todos tienen ese integrante que envían cadenas sin chequear, datos apócrifos y opiniones que no cambian, aunque se le demuestre lo contrario. En política, esos grupos son la materia prima de la estrategia electoral: no se convence, se refuerza la creencia. Sesgo de confirmación dicen los sociólogos.

La duda (nacional y popular)

Borges decía que “la duda es uno de los nombres de la inteligencia”. Pero hoy, en la Argentina, dudar es una debilidad. El que duda llega tarde a la selfie. El que se toma el tiempo de leer pierde el minuto de gloria. Por eso, como apunta Aprile, “el imbécil prospera”. Y en el ecosistema político argentino, prosperar significa estar siempre en cámara, aunque no haya nada para decir hay que aparecer.

El algoritmo y su federalización

En la nota anterior, hablábamos del algoritmo como nuevo dios. Ahora podemos decir que es un dios que atendía en Buenos Aires, pero ahora es federal: lo mismo en Achiras, Oberá, Dorrego o Rio Grande, te ofrece el contenido más ruidoso, no el más importante. En la agenda nacional, el algoritmo político selecciona las batallas que dividen y descarta las que requieren cooperación. Como resultado, el ruido se exporta, se amplifica y se monetiza.

Tiempos vulgares

Dice Aprile en el final de su libro: “Hoy con internet no se borra nada, cualquier cosa que aparece en la red queda para siempre” y agrega: “la producción de tonterías, insultos y vulgaridades en línea se retroalimenta a un ritmo exponencialmente loco y toda esa basura se eterniza y en medio de ese estruendo ensordecedor, cada vez más cuesta encontrar un rastro de genialidad”. Lúcida descripción de nuestros tiempos.

El influencer

Aprile señala que “la popularidad es la coartada perfecta del imbécil”. Eso se traduce en dirigentes que miden más por un video gracioso que por un proyecto aprobado. El like sustituye al argumento. El retuit, a la lectura de un informe técnico. Y así, el político/influencer y el puntero de barrio forman parte de la misma cadena de favores: uno reparte sarcásticas sonrisas, el otro, desnutridos bolsones de comida.

¿Qué nos queda?

Ni Aprile ni nadie tiene la respuesta definitiva. Tal vez lo único que se pueda hacer es lo que hacemos quienes todavía nos entusiasmamos en dudar: escribir, leer, pintar, gestionar proyectos, conversar … aunque sea entre pocos.

Guardar lucidez como se guarda una botella de buen vino: para una ocasión en la que valga la pena abrirla.

La estupidez, en todas sus jurisdicciones (nacional y provincial, municipal) seguirá avanzando.

Pero la inteligencia (no artificial) tiene todavía una carta que no le pueden robar: la capacidad de reírse de todo esto. Incluso de sí misma.

Y, mientras tanto, comprender con cierta alegría que todavía no estamos completamente vencidos.

Como dice Aprile: “El imbécil hereda el mundo. El inteligente, si tiene suerte, logra alquilar una pieza con buena vista.”

* El autor es presidente de FilmAndes.

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