16 de marzo de 2025 - 00:00

Los usos de la biografía política

La trayectoria del político Miguel Pichetto se explica en el libro "El Príncipe", escrito por ser considerado referente democrático.

En los mesones de las librerías figura el reciente libro dedicado al actual diputado nacional Miguel Ángel Pichetto, el principal referente parlamentario del espacio Encuentro Republicano Federal quien exhibe una dilatada trayectoria pública desde la recuperación democrática en 1983. Como destaca el subtítulo, se trata de una biografía política, es decir, el libro reconstruye los pasos dados por Pichetto en el ejercicio de funciones delegadas por el voto popular en Río Negro, la provincia donde recaló con el título de abogado, y en el ámbito nacional ya sea como el senador oficialista que pasó a la fama en la tensa espera del voto no positivo de quien presidía el debate parlamentario sobre la resolución 125, o como candidato a vicepresidente en las elecciones de 2019 cuando sin abandonar la filiación justicialista que practica desde que era estudiante en la Universidad Nacional de La Plata, integró la fórmula electoral mediante la cual el entonces presidente Macri aspiró a la reelección.

El libro se titula El Príncipe, un título atractivo en sí mismo en tanto evoca el famoso tratado sobre el arte de gobernar escrito por Nicolás Maquiavelo, el sagaz florentino que avizoró y tematizó las cualidades personales y las prácticas políticas que debían exhibir los que mandan para conquistar la adhesión u obtener el consentimiento de los ciudadanos y de la plebe urbana en las repúblicas antiguas. Un conjunto de dotes o destrezas innatas, y de otras adquiridas que en general deben acumular quienes aspiran a controlar los resortes del poder en cualquier terruño, y que aparece sujeta a la rueda de la fortuna que los consagra como “primus inter pares” o los termina dejando en la banquina. Los cientistas políticos han subrayado los principales rasgos que caracterizan los liderazgos políticos en las maltrechas democracias contemporáneas: la comprensión u olfato para interpretar el clima de época, el uso de lenguajes adecuados para interpelar diferentes actores sociales, la necesaria cuota de ambición para asumir riesgos, saber esperar y soportar intemperies, el carácter pragmático de sus conductas para adaptarse a los vaivenes de la vida política y, como subraya el gran Juan C. Torre, “la capacidad de motivar e inspirar a otros logrando reunir detrás de sí una masa crítica de apoyos”.

Pero aún aceptando el uso retórico e instrumental de Maquiavelo en la semblanza trazada sobre Pichetto, y el derrotero de su vida pública, el libro pone relieve la eficacia del recurso biográfico para analizar el pulso de los aciertos, errores y azares que modelan la vida de cualquier líder político. No solo porque permite comprender el carácter contingente de lo político en conexión con las estructuras socioeconómicas y la cultura institucional heredadas o por ellos transformadas, sino también porque facilita identificar el papel que juega la personalidad en las decisiones o cálculos que traccionan sus propias trayectorias y les permite erigirse entre sus contemporáneos. En sentido estricto, no se trata de un género original ni de circunstancia, sino que cuenta con una larguísima genealogía literaria que se retrotrae al siglo XVIII cuando la historia de los santos o santas fue suplida por la de los príncipes o sus consejeros con el firme propósito de irradiar valores morales y cívicos en la vida de los pueblos, reinos o imperios. Un género narrativo que tuvo como referentes fundacionales dos autores, Rousseau y Carlyle, el biógrafo de Cromwell, el político y militar inglés que se alzó contra el rey, erigió una república dictatorial y se convirtió en Lord Protector de Inglaterra, Escocia e Irlanda en el siglo XVII para luego caer en desgracia y dejar como saldo límites al poder del monarca frente al parlamento.

La obra de Carlyle tuvo amplísima difusión en el siglo XIX en tanto integró el mapa de lecturas de los principales escritores públicos hispanoamericanos que hicieron de la vida de los “grandes hombres” el soporte primordial de las historias de los estados nacionales. Allí figuran autores y textos conocidos entre los que sobresale Bartolomé Mitre, el historiador que hizo de la vida de Belgrano y San Martín el hilo conductor de la revolución rioplatense y sudamericana, y la influyente pluma de Vicuña Mackenna quien pretendió saldar el eterno litigio entre O’Higgins y los hermanos Carrera a través de textos, discursos y homenajes. En otro registro, Sarmiento también apeló a la biografía. Lo hizo durante su exilio en Chile cuando destacó el valor pedagógico de la historia de la vida de “hombres excepcionales” porque constituía “el compendio de los hechos históricos más al alcance del pueblo y de una instrucción más directa y más clara”. En base a esa valoración, la efectiva escritura del sanjuanino (como lo destacó Borges al prologar “Recuerdos de Provincia”), reposó la lente en las vidas del fraile Aldao y de Facundo Quiroga haciendo de ellas plataformas formidables para colocar el drama entre civilización y barbarie en la que se dirimía la vida histórica nacional.

Ya en el siglo XX, y como señaló el historiador José Luis Romero, la biografía tomó distancia del modelo moralizante del hombre representativo reproducido al infinito en textos laudatorios de personajes célebres, para obtener un legítimo sitial en el concierto de las disciplinas históricas en tanto permite agrupar dos cuestiones relevantes: “hundirse en el microcosmo del individuo, y perseguir la línea de su desarrollo”, y cautivar el interés del público no especialista. Ese giro no era sólo un asunto ligado a estrictas convenciones de los historiadores que libraban la batalla contra la antigua forma de historiar, sino que la clave de su éxito en el mercado editorial obedecía a las nuevas sensibilidades que afectaban por igual al biógrafo y al lector una vez concluida la 1° Guerra Mundial. Y la razón que explicaba semejante cambio era sencilla en tanto el nuevo clima cultural develaba el desinterés por las historias de los “hombres excepcionales”, y la puesta en valor de la experiencia singular de hombres y mujeres de menor fama en relación con el movimiento general de la historia junto a la influencia de la novela inaugurada por Proust.

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