Cuando el 2 de diciembre de 2009 el Congreso Nacional aprobó la ley 26.571 que dio origen a las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) hubo un consenso mayoritario en que esta modificación del régimen electoral nacional traería una mejora cualitativa al sistema de selección -y por ende de representación- de la dirigencia política.
Pomposamente, como al kirchnerismo le gusta denominar sus iniciativas, se las rotuló como “Ley de democratización de la representación política, la transparencia y la equidad electoral”. Es que para los partidos, otorgaba una herramienta que facilitaba la competencia interna, alentaba la participación y todo ello, significaba un mayor control e involucramiento de los ciudadanos en la configuración de la oferta electoral. De hecho, todas las provincias -también Mendoza- fueron en esa dirección sin mayores resistencias.
Sin embargo, poco de eso sucedió. Los acuerdos de cúpula siguieron existiendo; el “dedo” de los poderosos siguió influyendo en la confección de las listas; la confrontación interna se utilizó en casos excepcionales y sólo por algunos frentes o partidos; además, se extendió el calendario electoral; se multiplicaron las instancias de votación con desdoblamientos y otros artilugios que incrementaron las previas proselitistas y generaron hartazgo en un electorado más preocupado por resolver su vida cotidiana que en dirimir diferencias partidarias.
Lo que debía ser un instrumento de empoderamiento cívico, de mejora de la calidad democrática, comenzó a ser percibido como un trastorno; o lo que es peor, como un gasto innecesario frente a las urgencias de un país siempre acosado por el déficit fiscal. Una vez más la política, con sus mañas, se encargó de horadar una buena iniciativa al extremo de generar el efecto contrario al que originalmente se inspiró.
Carne de motosierra
La ola anti política que se instaló en el país con la irrupción de Javier Milei y su caracterización de la “casta” para todo aquello que suponga algún tipo de participación o injerencia estatal (de la cual los políticos obtengan algún beneficio), ha puesto ahora a las PASO contra las cuerdas. La embestida actual apunta a una “suspensión”, previa a su futura eliminación, bajo la excusa del necesario “ahorro” que supondría en este contexto de ajuste. Se entiende que esta “encuesta cara” es casi un borde expuesto más sobre el cual pasar la motosierra, consciente que todo aquello que tenga que ver con la discusión política y la rosca siempre tendrá el acompañamiento negativo de la opinión pública, que por pereza o escaso compromiso, asume (a veces con razón) que los problemas de los políticos no son su problema. Pero este no es el caso.
Lo cierto es que la media sanción obtenida esta semana en la Cámara de Diputados es una señal fuerte del cambio de época, aunque algunos pretendan un mejor sistema para reemplazarlas. Pero incluso, del deterioro de la herramienta que el mismo Congreso defendió con convicción hace sólo casi 15 años. El arco político mendocino también claudicó erróneamente ante la volatilidad de argumentos que propuso la oportunista agenda oficial. De los 10 diputados nacionales, sólo Julio Cobos se abstuvo: el resto, libertarios, radicales y hasta peronistas acompañaron al mileísmo. Variadas razones, mismas acciones.
A la espera del debate en el Senado que podría, a futuro, determinar la suerte de las primarias tal cual las conocemos, está claro que si el proyecto también avanza en la Cámara Alta, comenzará a clarificarse el escenario de este 2025 electoral que por lo pronto tendrá el debut nacional de la Boleta Única Papel (BUP).
Cambio de condiciones
La definición no es menor en base a la especulación que sobrevuela por estos días en muchos distritos del país: desdoblar o no el cronograma provincial del nacional. A pesar de su oposición, Alfredo Cornejo habilitó el voto favorable de Lisandro Nieri y Pamela Verasay, pero argumentó que si la Nación logra finalmente correr las PASO no podrá existir la posibilidad aquí de unificar fechas, ya que Mendoza sostendrá sus primarias. ¿Ahora también?
“Veremos nuestro cronograma, evidentemente si sale aprobado, no es compatible con hacer elecciones en forma conjunta”, sentenció el gobernador en la previa al explicar que no tiene sentido generar más confusión en el electorado en una misma fecha, para instancias diferentes (primarias en Mendoza, general en la Nación) de categorías también distintas (diputados nacionales por un lado, y legisladores provinciales y concejales por el otro). Aunque, aún así, no cerró definitivamente la puerta al asunto y aseguró que “se estudiará en su momento”.
La polémica trasunta una incomodidad adicional que se suma a los desafíos de la gestión local, pero especialmente a lo inoportuno que implica discutir reformas de este tipo en un año electoral, con el apuro del calendario en marcha y las conveniencias provisorias que emanan de encuestas que -como el humor social- cambian y borran la supuesta validez de los argumentos.
Involucrarse o quejarse
La calidad de las democracias se establece no sólo por la formalidad o periodicidad del voto, sino también por la manera en que la ciudadanía asume que la cosa pública merece el control y la toma de decisiones constantes, capaces de orientar el accionar de los funcionarios en base a la opinión establecida por el soberano, más que por la intuición o la conveniencia del político de turno.
Este ultimátum para las PASO determinado por una suspensión temporal para la cual siempre habrá razones para su prórroga, o lisa y llanamente su eliminación, supone algo más que un réquiem. Es más poder para las castas partidarias que podrán -a su antojo- determinar quiénes serán candidatos y quienes no, en sistemas cerrados, opacos, lejos de la gente.
Es también la parábola de un paso en falso, un paso atrás para una democracia necesitada de consolidación y profundización a pesar de sus más de cuatro décadas, afortunadamente, ininterrumpidas. Es una señal institucional confusa y la resignación del poder ciudadano en pos de un supuesto ahorro, o el “inconveniente” de votar más de una vez en el año. Las PASO perdidas son también -sin dudas- una deseada oportunidad perdida.
* El autor es periodista y profesor universitario.