La primera vuelta de la elección presidencial boliviana adquiere significación regional. Es que en casi dos años se produjo un giro político-ideológico en los comicios presidenciales coincidente con el que ha tenido lugar en Estados Unidos con el triunfo de Trump.
A fines de 2023, en Argentina ganó Javier Milei, un “outsider” partidario de una economía centrada en la reducción del gasto público y la reforma del estado, cuyo lema era la “motosierra”. Obtuvo el apoyo de Trump, entonces candidato presidencial, y se alineó con él sin limitaciones. En febrero de 2024 fue reelecto el presidente salvadoreño Nayib Bukele, el que mantiene la más alta popularidad en el continente por su drástica política de seguridad. Tiene buenas relaciones con Milei y ha tenido el apoyo de Trump a su reforma constitucional para tener reelección indefinida.
La última presidencial ecuatoriana de febrero de 2025 mostró la victoria del presidente Daniel Noboa en segunda vuelta con el 55,6% de los votos. Tuvo el apoyo de Trump y en agosto visitará al presidente argentino Javier Milei. En Bolivia, tras dos décadas en el poder del partido de Evo Morales, éste fue derrotado estrepitosamente. Se irá a una segunda vuelta el 19 de octubre, entre Rodrigo Paz Pereira, un candidato de centro que hoy propugna ideas económicas de centroderecha, y Jorge Quiroga.
El resultado implicó un marcado giro a la derecha del electorado boliviano, tras el rotundo fracaso de la izquierda indigenista. En noviembre se realiza la elección presidencial chilena. Los sondeos hasta ahora registran un probable triunfo de la derecha. Sobre este cuadro homogéneo, la excepción es Uruguay, donde en octubre de 2024 ganó Yamandú Orsi, candidato de la izquierda moderada del Frente Amplio, que gobernó ya varios periodos.
En Bolivia quedó primero Rodrigo Paz Pereira con el 30,46% de los votos. Es hijo de un ex presidente que primero gobernó desde posiciones de centroizquierda en los años sesenta y que volvió a ocupar ese cargo con posiciones de centro y centroderecha en los setenta. Hoy es visto como un presidente de esta última tendencia. Un fenómeno político que puede explicar la distorsión de las encuestas es el del vicepresidente que llevó en su fórmula: un comisario retirado que se hizo muy popular con sus denuncias de corrupción en la policía. Su popularidad es muy alta en las mismas zonas urbanas donde antes se votaba por el MAS. Esto confirma la importancia que el tema tiene para la población, sobre todo en los sectores más populares. Ya hay indicios de que la convivencia de esta fórmula presidencial no será fácil.
En segundo lugar, estuvo Jorge Quiroga con 28,37%, representante de la derecha tradicional boliviana. Hace dos décadas, antes de la llegada del partido de Evo Morales al poder, Quiroga fue vicepresidente del general Hugo Banzer, presidente de facto a comienzos de los setenta y luego constitucional en los ochenta. En tercer lugar, quedó a quien las encuestas mostraban en primer lugar, Samuel Doria Medina, con 21,48% de los votos.
El voto nulo obtuvo un porcentaje similar (19%) y Evo Morales, que llamó a anularlo, se adjudicó el tercer lugar. Por último, el candidato del partido oficialista MAS, Andrónico Rodríguez, obtuvo nada más que el 7,41% de los votos. La segunda vuelta será el 19 de octubre. Un razonamiento lógico llevaría a pensar que la mayor parte de los votos de Doria Medina optarán por Paz Pereira y no por Quiroga. Pero el resultado de la elección muestra que la lógica puede no ser eficiente para prever la política boliviana. Se pudo anticipar el giro ideológico hacia el centro o centroderecha, pero no el ganador.
Ahora se abre un espacio en el cual los dos candidatos que entraron en segunda vuelta tratarán de concretar alianzas que les permitan sumar el voto encuadrado políticamente. Pero como lo mostró la primera vuelta, el electorado boliviano se ha hecho más independiente que en el pasado y parte de él se mantiene indeciso hasta el último momento.
Donde se ha producido un cambio importante es en la composición del Congreso boliviano. Actualmente, en el Senado catorce legisladores responden a Evo Morales y siete al MAS que lidera el presidente en ejercicio, Luis Arce. Si este partido se hubiera mantenido unido, con estos veintiún senadores habría tenido la mayoría sobre una Cámara de treinta y seis bancas. Hasta la elección, la oposición estaba en minoría: once senadores integran el bloque de Comunidad Ciudadana y cuatro el de Creemos, quince en total.
Ahora, con el nuevo Senado, hay un cambio drástico: ninguno de los treinta y seis senadores responderá al MAS ni a Evo Morales, mientras que la Cámara de Diputados quedará con cincuenta y un legisladores del partido demócrata cristiano, cuarenta y tres de Alianza Libre de Quiroga, veintidós de Alianza Unidad y uno de Sumate. Las distintas facciones del MAS y los indigenistas quedan con las trece bancas restantes.
Pero el tema clave será la gobernabilidad, al no tener ninguno de los dos partidos que competirán en la segunda vuelta la mayoría en ninguna de las dos Cámaras. Quizás la alternativa más sensata sería una alianza entre los dos, pero la política no siempre coincide con la sensatez.
* El autor es director del Centro de Estudios para la Nueva Mayoría.