El aldeanismo de los argentinos

Hoy estamos en un mundo donde los países de Asia superan a las potencias tradicionales en la economía y el comercio. China está disputando la primacía a los Estados Unidos. La India es la cuarta economía. Y en los Estados Unidos se copian de nuestros defectos, desde la asunción de Trump.

Varias veces el que esto escribe ha señalado como defectos de los argentinos, o por lo menos de los que participan de la discusión pública, el anacronismo y el aldeanismo. Planteamos el debate con fechas arbitrarias de auges y decadencias, hacemos uso faccioso de la historia para dirimir controversias actuales y hacemos abstracción de los acontecimientos que suceden en los lugares donde ocurren los hechos que influyen en el funcionamiento del mundo. Crisis o períodos benignos son analizados sin tener en cuenta los procesos y lo que sucede más allá de nuestro suelo.

Esta semana hubo dos acontecimientos que muestran tanto el anacronismo como el aldeanismo con el que observamos los sucesos. El fallecimiento del Papa Francisco ha mostrado en las redes y en ciertos comentaristas una limitación lamentable.

Comparar el pontificado de Francisco y su trascendencia tanto en la reforma y actualización de la iglesia católica, su diálogo interreligioso, sus encíclicas y conversaciones con los lideres mundiales más importantes, la recuperación del espíritu misional de la iglesia concurriendo a regiones donde el catolicismo es ínfima minoría, con la pequeñez de cuestionar o interrogarse sobre por qué no viajó al país en el que nació, o las caras que tuvo para recibir a unos y otros de los lados de la persistente grieta entre los argentinos muestra ese aldeanismo que no percibe que, con las luces y sombras de todo ser humano, ha fallecido el argentino más importante en el escenario mundial de todos los tiempos y que pasarán siglos, si persisten los estados nacionales como los conocemos, para que otro argentino llegue a este protagonismo.

Las repercusiones de la visita a Buenos Aires por unas horas el lunes 14 de abril del secretario del Tesoro de los Estados Unidos Scott Bessen muestra otra vez la visión limitada y aldeana prevaleciente en el análisis. Miles de palabras en los medios audiovisuales y centímetros en la prensa volcaron apreciaciones, interrogantes, especulaciones sobre su influencia en la cotización del dólar, la liberación parcial del cepo, la duración del esquema cambiario que tuvo que adoptar el gobierno ante el agotamiento del vigente hasta el viernes pasado y que pretendía prolongar hasta los comicios nacionales de octubre.

Pasó, en cambio, desapercibido que el señor Scott Bessent, advirtió al gobierno sobre la conveniencia de cancelar el swap con China que significa una buena parte de las reservas brutas del Banco Central, que todavía tiene reservas negativas. Es decir, nos notificó que debemos alejarnos de las relaciones económicas con una de las dos economías más importantes del mundo. Mientras tanto, la colega de Scott Bessent, la secretaria de Agricultura dijo que su país debía dejar de adquirir carne en nuestro país.

Estos son los temas que merecen la atención de la discusión política buscando preservar el interés nacional para lo cual el conocimiento del mundo y sus cambios es esencial. Errores en entender el mundo y sus relaciones de poder han afectado nuestro desarrollo con sus consecuencias en el nivel de vida de la población.

En 1940, Federico Pinedo advirtió en una conferencia en la Bolsa de Comercio que Inglaterra, que aún peleaba sola contra el eje nazi fascista, ganaría la guerra, pero saldría debilitada de la misma y por lo tanto el rol que sus bancos y inversionistas habían desempeñado en el proceso de modernización argentino desaparecería y señaló que ese papel lo ocuparía los Estados Unidos. En cambio, ciertas figuras del nacionalismo vernáculo, apenas iniciado el conflicto, se apresuraron a viajar a Roma y a Berlín para informarse del papel que tendría la Argentina en el “nuevo orden mundial” liderado por Hitler. Nunca entendieron nada, envueltos en sus prejuicios.

En febrero de 1942 nuestro país no quiso comprometerse a romper relaciones con Alemania en un plazo razonable. El resultado fue la negativa a financiar con el Eximbank la planta siderúrgica de San Nicolás.

Las políticas económicas de 1946 estuvieron basadas en la creencia de una disminución del comercio internacional similar a los años treinta, sin embargo, tuvo lugar una expansión fenomenal. Por eso fuimos reduciendo la participación en el mismo del 2,8% de entonces al 0,4% actual.

En 1982, la falta de una estrategia que en primer lugar busca informarse sobre su contrincante y potencial enemigo, su poder, alianzas y debilidades nos llevó a la guerra de Malvinas ignorando la historia inglesa, país que jamás entregó un territorio por la fuerza, y su alianza férrea con los Estados Unidos.

Hoy estamos en un mundo donde los países de Asia superan a las potencias tradicionales en la economía y el comercio. China está disputando la primacía a los Estados Unidos. La India es la cuarta economía. Y en los Estados Unidos se copian de nuestros defectos, desde la asunción de Trump, incumpliendo normas y contratos y exigiendo la renuncia al titular de la Reserva Federal.

Un mundo que pocos previeron hace escasos meses.

* El autor es presidente de la Academia Argentina de la Historia.

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