Cripto escándalo, la gota que rebalsó el vaso

Primero fue a Davos a demostrarles a Trump y Musk que es más antiwoke que ellos. Ahora quiere crear su propia criptomoneda como Trump creó la suya y así colocarse en plena avanzada tecnológica a lo Elon Musk. Entonces el error ya deviene colosal, superlativo. Si no lo para (o más bien si no lo paran) a tiempo hubiera generado un gran fraude especulativo de dimensiones internacionales. Aunque algo de eso ocurrió. Para quedar bien o querer ser como Musk y Trump.

Tarde o temprano le tenía que pasar. Javier Milei se estaba yendo de mambo desde que asumió Donald Trump en los EEUU. No sabemos si porque lo quiere imitar o si porque busca congraciarse con él, pero lo cierto es que antes sólo se creía un presidente infalible en lo nacional con protagonismo mundial. Mucha soberbia pero mero palabrerío. Sin embargo, desde el inicio de la era Trump II se siente una especie de emperador del sur, una summa, una síntesis latinoamericana de Trump y Musk que concurre a Davos (de algún modo en nombre de ellos o para quedar bien con ambos) a fin de acusar de zurdos a los más grandes empresarios de Occidente y darles lecciones de antiwokismo. Allí comete su primer furcio por hablar de lo que no debía o no sabía: insinúa correlación entre homosexualidad y pedofilia. Gran escándalo gran, del todo innecesario.

Sin embargo, no escarmienta y su soberbia se incrementa más.

Ahora quiere crear su propia criptomoneda como Trump creó la suya y así colocarse en plena avanzada tecnológica a lo Elon Musk. Entonces el error ya deviene colosal, superlativo. No se sabe ni siquiera si es nada más que error . Si no lo para (o más bien si no lo paran) a tiempo hubiera generado un gran fraude especulativo de dimensiones internacionales. Aunque algo de eso ocurrió.

Ya en 2020 y 2021 recomendó invertir en dos emprendimientos similares y ambos volaron por los aires. Ahora, aconsejado por sus marginales amigos “empresarios” de aquellos tiempos, se junta con la crema de la crema de los chantas criptonianos globales (que pululan por todo el mundo, desde Singapur hasta los EEUU, buscando incautos, y si son presidentes mejor) y lo justifica debido a que es “un entusiasta tecnológico”. Pero ahora, pese a tanto entusiasmo y a tanta supuesta ingenuidad, el escándalo superó por escándalo a los decires de Davos.

Aunque esta vez no se lo vio tan soberbio.

Sabe, y se le nota (jamás en sus dichos pero rotundamente sí en sus gestos), que metió la pata como nunca en toda su presidencia y quiere borrarse cuánto antes de tamaño desbarajuste. Hasta amable y respetuoso y con sonrisa afable se lo vio en la entrevista del lunes (cualidades inexistentes en su personalidad).

Quién sabe, tal vez se necesitaba tanta agua para apagar tanto fuego. Recibir un baño de humildad. Que quizá lo lleve a admitir que él es simplemente Milei, un presidente más. Que no es Trump ni Musk. Y que mejor siga haciendo bien las cosas que está haciendo bien en su país en vez de meterse en lo que ignora absolutamente y lo sobrepasa superlativamente, creyéndose el emperador de un imperio inexistente. Ese puesto ya se lo ocupó de modo exclusivo el todopoderoso del norte. Y no lo comparte, ni siquiera bajándole aranceles.

En fin, que nuestro presidente escuche más a Macri o Sturzenegger en vez de a Santiago Caputo o Agustín Laje, que ¡oh casualidad!, son -además y para colmo- dos de los implicados en el cripto escándalo.

* El autor es sociólogo y periodista [email protected]

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