Los “guardianes de semillas” que cuidan el ADN agrícola en Valle de Uco

Son agricultores elegidos por el INTA para resguardar variedades y saberes que forman parte del rico historial de cultivos de la zona. Con ellas producen verduras y hortalizas únicas en el país.

Doña Lita (85) guarda sus tesoros en cajitas de fósforos o en bolsas de papel. Los recolectó andando “distintos caminos” como maestra rural. También se los traen los suyos, cuando salen a recorrer el mundo. Otros obtuvo en intercambios y algunos hasta le llegaron por encomienda.

En San Carlos, es conocido su “ojo clínico” para las plantas y varios vecinos recurren a ella por hojas o frutos puntuales. Es que en su rica colección de semillas y tubérculos, Lita Firpo tiene desde quinoa y stevia hasta el típico orégano pareditano.

Ella es una de las productoras del Valle de Uco que forma parte de un particular registro que lleva el INTA: el de los “guardianes de semillas”. Este inventario no sólo registra las variedades que conserva cada huertero de la zona sino también los saberes que, con el paso del tiempo, ha ido construyendo respecto de sus cultivos.

Don José Ramírez y sus dos hermanas -Carmen y María- también son “guardianes”. Cada año, en su finquita de Villa Chacón, eligen las mejores plantas de cada variedad, las marcan y las dejan sin cosechar para semilla. “Las ponemos un poco al sol, pero después las secamos en la sombra. De ellas dependerá la cosecha del próximo año y uno sabe lo que está sembrando. Acá no trabajamos con agrotóxicos”, dice José.

“No es para “palanganear”, pero el sabor de las verduras de mi huerta no tiene nada que ver con las del mercado. Uno sabe el origen de lo que siembra”, apura Mario Ovejero (69), mientras trabaja en el almácigo de los vegetales de estación en su huerta de dos hectáreas sobre la ruta 92. “Aprendí viendo y escuchando a los más viejos. Buscando e intercambiando logré tener variedades que ya no se consiguen”, agrega.

Estos y otros tantos “guardianes de semillas” -que recrean silenciosamente en Mendoza estas prácticas de conservación tradicionales y necesarias- participaron ayer de la III Feria de Intercambio de Semillas y Saberes, que tuvo lugar en la sede del IES Rosario Vera Peñaloza, en Eugenio Bustos.

Cuidar la vida

“No es fácil la conservación. He probado distintos métodos y lo que más me resulta es poner las cajitas en recipientes de cartón o papel. Hay que evitar la humedad y que las agarren los gorgojos, las polillas u otros bichos”, enseñaba Lita, mientras preparaba las muestras que expondría en el stand. “También llevaré para compartir una sopa paraguaya”, agrega.

Es difícil que quien la visite salga con las manos vacías. No sólo es buena protegiendo estas “cápsulas de vida”, sino divulgando los métodos y beneficios de su siembra. “La kiwicha es una semilla parecida a la quinoa, pero menos famosa. El yacón es un tubérculo que se puede comer cocido, parece camote, o el crudo, que es como manzana”, cuenta y enseguida recuerda que trajo los tubérculos de la Quebrada de Bárcena.

“Empezamos identificando y visitando a los huerteros. Es un trabajo más bien cualitativo el que hemos realizado en el Valle de Uco”, cuenta Laura Costella, del INTA La Consulta. La ingeniera indicó que el registro lleva variedades y cantidades conservadas por los “guardianes”, pero también los conocimientos y experiencias que ellos transmiten a partir de sus prácticas agrícolas.

En La Consulta, el INTA cuenta con el principal banco de germoplasma de hortalizas del país. El mismo atesora unas 5 mil variedades. “La conservación en el banco es ‘ex situ’. Lo bueno de los guardianes es que ellos conservan ‘in situ’, actualizando cada año las potencialidades del cultivo y pueden aportar mucha información de las variedades de las cuales son especialistas”, explicó Costella.

Tanto el registro como el intercambio anual trajeron resultados que los mismos profesionales no esperaban. “Los productores empezaron a valorar sus propias semillas. Antes se pensaba que era más buena la que se compraba”, dicen.

Pedir un tomate de su huerta a don José no es tan sencillo. “Tengo semillas del amarillo, del que es para relleno; del de casquitos (parece una banana); del anaranjado (el mejor para el dulce) y del platense”, enumera el agricultor, que es conocido por algunos como “el rey del tomate” por haber logrado uno de 1,8 kilo.

Mario es un buscador incansable de nuevas variedades. Todas las prueba en su chacra. “Tengo un poroto de chala rosada que es una delicia. Lo guardo como oro”, dice. Él vende su producción directamente al consumidor en su camioneta roja. “Esta tarde corto y mañana estoy vendiendo”, dice y asegura que se hace una cola enorme de clientes.

Feria en San Carlos

Por tercer año consecutivo, San Carlos fue sede ayer de este particular trueque. “Empezamos muy humildemente, pero la temática despierta interés y cada vez participa mayor cantidad de productores”, contaron desde el INTA.

Esta feria de la agricultura familiar no sólo permite intercambiar semillas, plantines y bulbos; también es un espacio propicio para compartir saberes y experiencias vinculadas con los cultivos.

La “compartida” en los talleres, los stands con productos y semillas fueron de la partida. También se invitó a los feriantes a “convidar” con un plato de comida tradicional y sus recetas.

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