Entre el ajuste nominal y el ajuste real

Por Rodolfo Cavagnaro - Especial para Los Andes

Después de haber rechazado la propuesta europea el lunes y llamar a un referéndum a la población, el primer ministro griego Tsipras parece haber reflexionado e hizo ayer una leve contrapropuesta al núcleo de la región, con ideas tendientes a morigerar las reformas en el tiempo, es decir, negociar nuevos plazos pero sin poner demasiadas objeciones a los objetivos.

El problema del mandatario es que ya alentó a la población para que rechace lo que, ahora, el propone aprobar, aunque con modificaciones.

Y lo que está en juego es, por un lado, un ajuste real, manteniéndose en la Zona Euro y haciendo modificaciones que serán sentidas por la población; y por otro lado, un ajuste nominal, saliendo del euro, volviendo al viejo signo (el dracma), generando una brusca devaluación de la moneda, lo que también será sufrido por la población pero sin tener conciencia del cambio producido, hasta que verifiquen que su poder adquisitivo ha quedado muy dañado.

Ajuste real: Implicaría encarar los ajustes demandados por la "troika" que financia a Grecia (Fondo Monetario Internacional, Unión Europea y Banco Central Europeo). Para esto, el planteo de Tsipras es que se use un fondo de emergencia disponible para facilitar el desarrollo de la economía, aprovechando que se ha devaluado el euro y le genera condiciones de competitividad.

El mandatario ha pedido un poco más de tiempo y, si acuerdan las condiciones, podría postergar pagos por dos años, pero permitiría mantener la posibilidad de acceder a financiamiento productivo y al sector financiero para poder reactivar su economía.

De mantenerse dentro del sistema europeo, Grecia deberá tomar medidas que impactarán sobre muchas personas pero, si puede reactivar la economía, conseguirá bajar la tasa de desempleo y aliviar las penurias sociales que hasta el momento acompañan al proceso del país.

Ajuste nominal: Implicaría dejar la Zona Euro y recuperar su antigua moneda, que será canjeada a los griegos a una paridad que nadie sabe, pero que implicaría una fuerte devaluación, como propone el Premio Nobel Joseph Stiglitz, con la consiguiente pérdida de poder adquisitivo de la población.

Este tipo de ajuste podría darle competitividad a las exportaciones, pero llevaría a la quiebra a la mayoría de las empresas y bancos endeudados en euros, porque no podrían pagar con la moneda devaluada. Esta situación también le daría imposibilidad al gobierno y empresas griegas de acceder a nuevos créditos por mucho tiempo (como le pasa a la Argentina).

En realidad, la solución pasaría por mantenerse dentro del sistema pero con condiciones que no impidan retomar un camino productivo y de reactivación económica. Quizás, la posibilidad de una refinanciación que no obligue a pagar durante dos años, mientras se hacen los ajustes, daría la posibilidad de salir de la crisis.

Tsipras quizás actuó de manera apresurada y envalentonó a la población para rechazar un acuerdo que él mismo ahora quiere acordar, aunque con modificaciones. El problema es que los líderes europeos han dicho que no tomarán ninguna decisión hasta conocer el resultado del referéndum del domingo. Dependerá de la muñeca política del primer ministro reconducir el proceso popular a efectos de que pueda negociar con las autoridades de la “troika”.

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