Admirá las imágenes de la resistencia

Descubrí la reinvención de la fotografía en nuestra provincia, que revaloriza lo artesanal en su producción y busca trascender.

Por Natalia Encinas

Contra el mandato de lo efímero, lo fugaz e inmediato, la fotografía analógica continúa vigente. La revalorización de lo artesanal, el respeto por el proceso y cierta búsqueda de trascendencia son algunos de los frentes en los que esta práctica no sólo persiste sino que se reinventa en nuestra provincia.

En momentos de auge de imágenes digitales inauguró, hace unas semanas en Mendoza, un espacio dedicado a la fotografía analógica. Lejos de ser un reflejo de otro tiempo, allí la protagonista es la (no tan) antigua cámara a rollo y el revelado vuelve a convertirse en esos minutos mágicos en que la luz y la química hacen su gracia.

Este proyecto tiene la particularidad de estar integrado por jóvenes artistas que, aunque también trabajan con lo digital, eligen a la fotografía analógica como medio de expresión.

Sus experiencias dan cuenta de que, contrario a lo que el imaginario posmoderno y digital nos ofrece, las imágenes analógicas continúan vigentes. Su universo es extenso y fascinante. Aquí, una muestra.

"Hay un modo de ser en lo analógico que comporta valores que están muy lejos de la inmediatez, de la repetición, de la redundancia, del disparo inconciente y gratuito".

Marcelo Ramos, Bodegón

UN LUGAR EN EL MUNDO

Carolina Rojas reconstruye su encuentro con la fotografía como marcado desde un comienzo por lo analógico: "Estudié fotografía en el EC A hace muchos años; a esa edad en la cual encontrar el medio de expresión pasa a ser vital para vincular con el mundo. En ese entonces, la escuela de Fotografía estaba estructurada en tres talleres de los cuales me salteé el de fotoperiodismo, pues las primeras experiencias de trabajo dentro del cuarto oscuro me anclaron definitivamente en lo que, comprendí mucho más tarde, sería mi lugar en el mundo".

Para ella, la fotografía analógica se ajusta a una forma de ser que la define, en la que se encuentra y reconoce: "Elijo y seguiría eligiendo la fotografía analógica porque considero que se ajusta perfectamente a mi modo de ser. Hay un modo de ser en lo analógico que comporta valores que están muy lejos de la inmediatez, de la repetición, de la redundancia, del disparo inconciente y gratuito.

Utilizar una cámara analógica exige tiempo y pensamiento, la escena se analiza: la luz, el encuadre, la composición, pues no hay más de 36 chances por vuelta y el costo de las películas fotográficas nunca fue gratis como disparar una cámara digital. Se trata de detener el tiempo, anclar en el lugar y en la situación, vaciar la conciencia y conectar con el presente, es la experiencia real del instante decisivo". Otro momento fascinante del trabajo con la fotografía analógica es, precisamente, el que ocurre dentro del cuarto oscuro, "la parte mágica", como la describe la artista. Con un relato que nos permite situarnos imaginariamente en ese lugar, Carolina recrea esos minutos: "el desplazarse casi a tientas, la atmosfera soporífera y roja; el hecho de trabajar sobre una imagen que sólo existe en la mente, la ansiedad al ir descifrándola dentro de una cubeta, sin garantía aun del éxito hasta que se lleva la copia a la luz… y se ve ahí, por primera vez, la foto".

Carolina Rojas, s/t. Revelada con pincel, chorreado de químicos y oxidación a la luz del día

EL LUGAR DE LA RESISTENCIA

El encuentro de Marcelo Ramos con la fotografía lo lleva más allá de Mendoza, aunque fue de regreso aquí que aquella primera experiencia lo terminó por cautivar. Recordando esos primeros años nos cuenta: "Mi historia con la fotografía tiene su comienzo en la ciudad de Rosario, yo estudiaba arquitectura allá por el año 2000 y como parte del curso de ingreso teníamos una actividad que era relevar fotográficamente la ciudad.

Allí tuve por primera vez una cámara réflex en mis manos y la experiencia fue tremenda. Aún conservo esas fotos y las atesoro con mucho amor. Después regresé a Mendoza y en el año 2003 tomé contacto con la Escuela Mendocina de Fotografía y conocí a Luis Vázquez y a Sergio Pantaley, grandes personas y maestros. Desde entonces la fotografía está presente en mi vida".

Más acá en el tiempo, su llegada a la fotografía analógica tuvo un camino algo más complejo. Marcelo recuerda, así, que su acercamiento fue "De forma traumática, como cuando se nace. En el año 2012 sufro un robo y pierdo todo mi equipo fotográfico digital, incluido computadoras, discos rígidos, y junto con ellos los archivos digitales de 5 años de trabajo y viajes fotográficos; lo único que me queda son carpetas y carpetas con nada llega otro gran maestro a mi vida, Hernán Paz, y comenzamos juntos a reconstruir mi historia fotográfica y es de esa forma que me decido por lo analógico".

Ahora bien, cuando le preguntamos por el encanto de la fotografía analógica, sin dudarlo sintetiza: "Es simple, la sal de plata es un punto, que se pone negro o no, el pixel es un cuadrado. Creo por allí pasa, por la percepción de lo sutil". En relación a su obra, Marcelo comparte: "A veces extraigo de ella algunos fragmentos, pero como dice Cecilia Salles, no deja de ser un gesto inacabado".

Hay una línea muy fuerte con intenciones documentalistas en mis fotos pero hay una lírica, una poética quizás heredada de la música, que las engloba a todas". Finalmente, llega la pregunta por el lugar que para él ocupa la fotografía analógica en la actualidad. Sin dudarlo, responde: "El lugar de la resistencia".

Pauline Vignoud, s/t .

EL LUGAR DE LA FELICIDAD

El recorrido personal Pauline Vignoud comienza en Francia y también tiene idas, regresos y nuevos arribos que la han traído hasta Mendoza. Y en medio de ellos, el encuentro con la fotografía, casi casual, pero hoy para ella vital espacio de felicidad.

Desandando esos caminos, nos cuenta: "No estudié arte. El arte no fue una posibilidad que visualicé en algún momento, si bien fui muchas veces espectadora. Nunca conocí, en Francia por lo menos, nadie cercano que fuese artista. Así que estudié economía porque me interesaba poder entender la retórica económica con la cual hoy en día se justifican todas las decisiones políticas y desmontarla para combatirla. En esta óptica, en tercer año de universidad tuve la oportunidad de pasar un año en el extranjero y fui recibida en Argentina para trabajar en el Centro de Documentación sobre las Empresas Recuperadas por sus Trabajadores de la UBA y hacer un estudio de gestión de estas cooperativas. Fue tan interesante lo que aprendí con ellos, que decidí de tratar de sumarle a mi trabajo teórico unas imágenes para facilitar la transmisión de esta experiencia una vez de vuelta a Francia. Empecé a sacar fotos de las fábricas, de los compañeros trabajando, de las reuniones, de los momentos de relajo. Y de a poco, nunca solté más la cámara".

Pauline cuenta que en aquel tiempo en Buenos Aires se compró una cámara Pentax k1000 y que en esa primera etapa compraba los rollos, los mandaba a revelar y a digitalizar y no retocaba nada, sólo almacenaba imágenes. Entonces la fotografía analógica le permitía moverse con comodidad entre fábricas y luchas sociales. Después volvió a Francia y al tiempo se compró una cámara digital. Con ella volvió a Latinoamérica, vivió en Valparaíso, viajó a Bolivia, pero sentía cierta incomodidad con el aparato digital. Fue así como la guardó y retomó la analógica: "De allí volví a preocuparme de qué foto sacaba y cómo la sacaba, y me di cuenta que realmente era algo que me hacía feliz", sintetiza.

Laboratorio Disparo Analógico

LUGAR DE TRANSFORMACIÓN

Cristian Martínez ubica la presencia de la fotografía en su historia en un tiempo en que aún ella no tenía otro lugar más que en su imaginación. Así, recuerda: "Mi trayectoria con la fotografía comienza de muy joven, aún sin tener una cámara encima, proyectando imágenes en mi mente y, siempre que tenía oportunidad, usando cámaras de algún amigo o amiga para registrar aquellas cosas que me cautivaban. A los 15 años ya me compré una cámara pocket, una común con la cual anduve mucho tiempo hasta que compré una más adelantada y ella me llevó a no entender un montón de cosas y me fui a estudiar a la Escuela Mendocina de Fotografía".

En la trayectoria de Cristian, la expresión artística individual se cruza, y funde, con una forma de concebir a la fotografía como medio de transformación social. Nos cuenta, entonces, que los primeros pasos en la fotografía profesional le permitieron "desarrollar varias muestras y a su vez tener fuertes experiencias como tallerista en diferentes proyectos. Uno de los primeros y más queridos lugares donde dicté talleres de fotografía fue en la Asociación Kairos, donde trabajé en un proyecto de revista comunitaria con jóvenes. Después vino otra fuerte experiencia con un programa de educación nacional que se llamaba "Subite al colectivo", donde un grupo de artistas de diferentes disciplinas viajaban llevando arte a diferentes colegios secundarios de Argentina. En mi caso, dictaba un taller de fotografía estenopeica, una técnica donde se usa el principio de cámara oscura, es decir que la luz no pasa por ningún tipo de óptica sino por un pequeño orificio que se hace por delante de ella. Hoy sigo trabajando en diferentes ámbitos educativos, tengo mi productora y sigo dictando cursos de fotografía".

En relación a las potencialidades y posibilidades de la fotografía analógica, Cristian explica que "con ella podemos generar mundos paralelos con infinitas posibilidades y a muy bajos costos. Mirándolo aun desde un punto de vista más purista, la fotografía analógica aún constituye una estética diferente a la digital por la conformación de imágenes con tonos de colores más armoniosos y naturales, y en el caso del blanco y negro la calidad de imagen aún es muy difícil de superar. Creo que la fotografía analógica ocupa un lugar primordial en la historia y, sobre todo, como un testigo tangible y casi inalterable del tiempo. Un negativo o una copia va a trascender mucho más que lo que puede hacerlo un archivo digital, eso es un documento y es un documento fiable de una fracción de tiempo, de una fracción de la realidad".

DISPARO ANALÓGICO

Está dedicado a la producción, formación, reflexión y encuentro en torno a la fotografía analógica. Allí se ha montado un laboratorio equipado para revelar películas que puede ser alquilado por quien quiera practicar con sus propios rollos, también se dictan talleres y hay un espacio de exposición donde en estos momentos se puede visitar una muestra de Luciano Pappalardo. "Esperamos convocar a los fotógrafos mendocinos para que se junten a hablar del tema, mostrar sus producciones, reflexionar sobre las producciones de otros y crear juntos", cuenta Pauline Vignoud, gestora del proyecto, del que participan además de los artistas convocados a esta nota Loruhama Guerrero, Andrés Bonafed y Guadalupe Castro.

Más información: Facebook Disparo Analógico.

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