17 de octubre de 2025 - 15:15

Revelaron que el 30% de las fake news que circulan por internet están relacionadas con la alimentación

Los mitos sobre la leche, la carne, el azúcar o los alimentos “naturales” se difunden siete veces más rápido que la información científica.

La desinformación alimentaria se convirtió en uno de los grandes retos del siglo XXI. Según el informe “Salud, alimentación y fake news” elaborado por LLYC, el 30% de las noticias falsas que circulan en internet están vinculadas con temas de alimentación y nutrición. Afirmaciones como “la leche es menos saludable que las bebidas vegetales”, “lo natural es más sano que lo procesado” o “el azúcar es veneno” son solo algunos ejemplos de los mitos que, pese a ser desmentidos por la evidencia científica, continúan expandiéndose a gran velocidad —hasta siete veces más rápido que las noticias verdaderas.

Desde la Oficina Alimentaria de LLYC, su director Fernando Moraleda, exsecretario de Estado de Comunicación, advierte que se trata de “un fenómeno transversal y estratégico para un país con los mayores estándares de seguridad alimentaria”. Durante la presentación del estudio, subrayó que “muchas nociones nacen de bulos y rumores en el ámbito alimentario” y destacó que “la velocidad en la desinformación es un factor clave, por lo que hay que reaccionar a tiempo. La inteligencia artificial es una aliada en esta tarea”.

La consultora propone que las organizaciones del sector alimentario se anticipen a los bulos mediante respuestas rápidas, coordinadas y basadas en evidencia científica, además de diseñar campañas de reconstrucción de confianza que permitan restablecer la credibilidad perdida ante el público.

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Desde las fresas con Hepatitis A hasta el panga y el aceite de palma, la desinformación ha afectado la confianza de los consumidores y la reputación de empresas del sector.

Desde las fresas con Hepatitis A hasta el panga y el aceite de palma, la desinformación ha afectado la confianza de los consumidores y la reputación de empresas del sector.

Casos emblemáticos: del panga al aceite de palma

El informe recoge tres ejemplos paradigmáticos de desinformación alimentaria. El primero fue el caso de las fresas importadas desde Marruecos, supuestamente contaminadas con Hepatitis A, detectadas en frontera y posteriormente objeto de una investigación en el país de origen. El episodio derivó en una ola de desconfianza hacia los productos importados, amplificada por redes sociales.

Otro caso recordado fue el del panga, un pescado de origen asiático cuya reputación se vio afectada entre 2016 y 2017 tras reportajes televisivos que cuestionaron su calidad y las condiciones de cría en Vietnam, lo que llevó a cadenas como Carrefour a retirarlo de sus góndolas europeas.

Por último, el aceite de palma continúa siendo un terreno de debate. Aunque la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) reconoce que “eleva el colesterol y puede favorecer enfermedades cardiovasculares”, también aclara que su uso no está prohibido. No obstante, las empresas optaron por reformular productos o buscar certificaciones de sostenibilidad para recuperar la reputación perdida.

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La falta de comprensión del etiquetado y la difusión de mitos alimentarios subrayan la necesidad de combinar evidencia científica, comunicación efectiva y tecnología para reconstruir la confianza del público

La falta de comprensión del etiquetado y la difusión de mitos alimentarios subrayan la necesidad de combinar evidencia científica, comunicación efectiva y tecnología para reconstruir la confianza del público

Ciencia, etiquetas y percepciones: los nuevos campos de batalla

“En un contexto saturado de información y opiniones, no toda la ciencia tiene el mismo valor", advirtió la médica y asesora científica de LLYC, Olga Rodríguez, coautora del informe. Ella recomendó analizar tres aspectos antes de creer en un estudio: “la calidad del paper, la coherencia con el entorno y la financiación del trabajo”. La periodista Ana Pastor, fundadora de Newtral, añadió que vivimos “en la etapa del cabreo”, donde la batalla se libra en “las nuevas narrativas y en el uso responsable de la inteligencia artificial”.

El informe también llama la atención sobre la confusión en el punto de venta, donde el etiquetado nutricional puede convertirse en “una barrera cognitiva”. Casi el 45% de los consumidores españoles admite no comprender del todo los conceptos de “porción recomendada” o “porcentaje de ingesta diaria”. Además, términos como “natural”, “artesano” o “light” —que se aprovechan de vacíos legales— pueden generar percepciones erróneas, mientras que el sistema Nutri-score provoca paradojas, como otorgar una puntuación inferior al aceite de oliva virgen extra frente a aceites refinados.

En definitiva, la desinformación alimentaria no solo confunde al consumidor, sino que también erosiona la confianza en toda la cadena de valor. El desafío, según LLYC, pasa por combinar ciencia, comunicación y tecnología para defender un bien común: la verdad sobre lo que comemos.

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