Las empanadas de Graciela Riera (55) ya son una institución en Tunuyán. Cada fin de semana, las filas sobre calle La Argentina hablan por sí solas. Son varios los que esperan una docena recién salida del horno. Hace unos días, esas mismas empanadas cruzaron la frontera digital y se volvieron virales. Laucha Luchetti de Locos por el Asado, uno de los youtubers gastronómicos más populares del país, pasó por Mendoza, probó las empanadas y confirmó: “El sabor de la carne, la masa, muy sutil. Me gustó mucho”.
Pero detrás de ese repulgue hay una historia que despierta muchos más sentidos que el gusto. Es una historia de esfuerzo, pérdidas de lazos y resiliencia.
Graciela, tunuyanina de nacimiento, había armado su vida en Guaymallén, Villa Nueva. Allí tenía una verdulería que atendía a diario, mientras buscaba otros trabajos para llegar a fin de mes y, sobre todo, para que en su casa no faltara nada. Su prioridad siempre fueron sus hijas, Pamela y Yerimen. Así pasaron más de 20 años.
Hasta que los giros inesperados de la vida la trajeron de regreso al corazón del Valle de Uco. “Volví a Tunuyán para cuidar a mi hermana. Hace cinco años le dio un cáncer fulminante. En 25 días falleció. Y sin saber lo que iba a pasar, me quedé cuidando a mi mamá. A los quince días, le dio un infarto y también falleció”.
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Sus hermanos le dieron la casa materna. “Mi mamá era de esas personas que encontraba gente sin hogar y se las traía a vivir. Acá vivían dos señoras con discapacidad, con sus hijos. También mi sobrina con sus tres hijos. Cuando falleció mi mamá, toda esa gente quedó desamparada. Y había que darles de comer”.
Entonces hizo lo que sabía, lo que había aprendido, ese conocimiento heredado de la cocina. “No sabía qué hacer. Y empecé a hacer empanadas”.
Las empanadas más famosas
“Mi mamá me decía que todo lo que se hacía con amor salía bien. Así que empecé a acordarme: cómo hacía la masa, cómo armaba el picadillo. Le ponía ají, orégano, sal. Nada más. Sin huevos, sin aceitunas, simple. Pero con sabor. Con amor” dice Graciela.
Arrancó con cuatro docenas en dos conservadoras prestadas, en un terreno baldío sobre calle La Argentina que le habían facilitado. De a poco, las docenas se multiplicaron. “Primero hice cuatro, después diez, y cada fin de semana se fue sumando más y más”.
Llegó el primer horno de tacho. Después el segundo. “Empecé sola. Después sumé a una comadre, que fue la que me ayudó en todo al principio, y ahí fuimos creciendo”.
Graciela Riera
La receta materna y las filas empezaron a crecer.
Gentileza
Pero en el 2020 llegó la pandemia. “Justo cuando se declaró, era fin de semana largo y habíamos hecho muchas empanadas. No sabíamos qué hacer con tanta comida y no sabíamos cuánto iba a durar todo esto” recuerdo en detalle. Entonces hizo lo que sabia, prendió el horno: “Horneaba de a dos empanaditas, armaba paquetitos, me hacía 15 o 20 y salía a la calle. Se los regalaba a los camioneros, a los del hospital, a los transportistas, que en ese momento no tenían dónde parar ni quién les abriera una puerta. Me paraba en el semáforo de calle San Martín y regalaba una viandita.”
Hoy, con el tiempo que pasa y en retrospectiva del a estos comienzos, Graciela ya no está en ese terreno baldío, sino que pudo remodelar el frente de la casa de su madre e instalarse. Hoy cuenta con cinco hornos, y cuando la demanda crece, instala dos más en la calle. Y no está sola. El emprendimiento tiene más de diez personas trabajando entre la producción y la venta. “Un día hicimos 150 docenas. Fue una locura”, cuenta entre risas.
El local funciona todos los días, en doble turno. La casa de su madre se convirtió en cocina, salón de ventas y corazón de todo esto. “Vendemos empanadas a lo loco”, confirma.
Virales: el Laucha dio su veredicto en Locos por el asado
La visita del Laucha, de Locos x el Asado, fue inesperada. “Lo recibió mi hija, ella estaba justo ese día”, cuenta. “Vino, las probó, y la verdad es que le gustaron mucho. Y bueno, el video hizo el resto.”
Pamela, su hija, también habló frente a cámara. “Mi mamá empezó vendiendo como lo hacía mi abuela. Primero una conservadora, después un horno, después tres. La receta es de la abuela y el horno le da ese gustito.”
Graciela Riera
"‘Todo lo que se hace con amor sale bien, decía su mamá" confirma Graciela, la misma que hace honor a esa frase en cada lata de empanadas.
El Laucha probó una, masticó en silencio. El veredicto: “Bien el sabor de la carne. Me encanta el picadillo así. La masa es exquisita. Mucho más suave, mucho más sutil el sabor”. Las redes hicieron lo que mejor saben hacer: amplificar y multiplicar el relato.
En el local, con su delantal y detrás del mostrador, Graciela concluye: “Esto me deja mucho aprendizaje. Me siento orgullosa. Y quiero que otras mujeres lo sepan: se puede salir adelante. Como sea. Aunque uno esté en el piso. Aunque parezca que no hay salida. Cuando hay ganas, se puede, en lo que sea”.