No me resigno aún a la pérdida de un amigo, pero me conforma la manera en que partió: sin agonía, sin largos padecimientos, sin esas tristezas que se anticipan por las muertes anunciadas.
Falleció hace pocos días a los 80 años. Trabajó en Los Andes, El Andino y también como prensa en la Legislatura Provincial.
No me resigno aún a la pérdida de un amigo, pero me conforma la manera en que partió: sin agonía, sin largos padecimientos, sin esas tristezas que se anticipan por las muertes anunciadas.
Hace unos días, Ramón Wenceslao Martínez, “el Cata”, se descompensó y partió, de madrugada, envuelto en el silencio de la noche, junto a su familia y su esposa, Lía Rivas Ruso, en su Catamarca natal. A los 80 años.
Fue en Londres, departamento Belén, un pintoresco y apacible pueblo de las colinas catamarqueñas. Y en la vivienda añeja de la familia, paredes de un metro de ancho, amplias habitaciones, galerías frescas para aguantar los veranos intensos de esas alejadas comarcas.
Llegó a diario Los Andes en 1969 o 1970. Yo estaba en esa redacción y lo vi manso de entrada, voz baja, sonrisa persistente, presencia austera. Venía con tu título de profesor de Literatura y algún bagaje periodístico. Lo apreciamos desde ese momento. También trabajó en el vespertino "El Andino" y con los años se destacó su labor en el área de Prensa de la Legislatura provincial.
Cuando en 1976 algunos caímos presos y fuimos alojados en campos de concentración, no tuvo miedo: solía arrimarse para tratar de vernos, nos enviaba pequeñas cartas de ánimo y amistad. ¡Qué coraje querido Cata! La gente desaparecía, llovían las amenazas, estallaban bombas en domicilios y vos nos seguías mostrando tu cercanía.
Con los años construimos una firme relación junto a otros compañeros de redacción y ya en el otoño de la vida continuamos en contacto.
“Cata” Ramón Martínez Robin, te recordaré por tu nobleza, como buen escribidor, leal y querible, por tus abrazos sinceros y esos rasgos salientes de humildad. Fuiste uno de los pocos