Desde hace 36 años la historiadora Beatriz Bragoni ocupa la misma oficina del Conicet Mendoza, sede provincial del principal organismo nacional dedicado a la promoción de la ciencia y la tecnología. Ingresó en 1989 como becaria egresada de Historia de la UNCuyo -donde es profesora de la Facultad de Derecho- y continuó más tarde como investigadora principal, al tiempo que se doctoró en la Universidad de Buenos Aires.
En el trayecto coordinó publicaciones colectivas, editó siete libros propios (el último fue presentado hace pocos días en diario Los Andes, en coautoría con Virginia Mellado), realizó un posdoctorado en París y dictó conferencias en Colombia, Uruguay, México, Costa Rica, Chile, Argentina, España y Francia. En 2019 ingresó como miembro de número en la Academia Nacional de la Historia, de donde fue vicepresidente segunda, y en 2025 concluirá un período de nueve años como directora del Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (Incihusa - Conicet).
Beatriz Bragoni es especialista en historia política y social argentina y latinoamericana del siglo XIX. Es además divulgadora, jurado y representante de prestigiosas instituciones académicas. En lo personal es madre de tres hijos, abuela de dos nietos y pareja de su compañero de toda la vida. También una mujer que conserva de su infancia la curiosidad despierta. Dueña de una lucidez que sorprende, tiene respuestas de enciclopedia y una amabilidad que acompaña con belleza y elegancia.
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Beatriz Bragoni, una historiadora destacada de Mendoza.
Diario Los Andes
En el predio del parque General San Martín donde funciona el Conicet, en la misma sala donde comenzó con ilusión su primer proyecto de investigación, recibe ahora a diario Los Andes, sentada en su escritorio, rodeada de plantas, algunas fotografías familiares, afiches, una biblioteca, su computadora y tres o cuatro artesanías de muchos viajes.
-A la política partidaria no. Sí me interesa llamar la atención sobre cuestiones que considero importantes. Es el caso de las políticas culturales de Mendoza, que deberían multiplicar las ofertas no sólo vinculadas al espectáculo. Esto supone inversiones y la profesionalización de la gestión cultural. También que museos y sitios históricos se emancipen del calendario electoral. Hay mucha gente formada en la provincia, aunque falta vinculación entre gestores y funcionarios. Por otra parte, Mendoza está en deuda con una Ley de Mecenazgo, que permita realizar proyectos con periodicidad mediante una vía de financiación que luego exija rendir cuentas. Además creo que urge la sensibilidad en el tema patrimonial. Existe un inmenso debate sobre lo que debe permanecer y lo que no. Hay que trazar puentes para realizar un diagnóstico y prestar atención a algunos distritos rurales, entre otros temas.
-¿Qué relación tiene su infancia con la investigación y el estudio de la Historia?
-Mi contacto con el objeto de la historia tiene que ver con cuestiones periféricas. Nací en una familia de clase media argentina, fui a un colegio privado de monjas y creo que el estudio de la disciplina que elegí está ligado a la curiosidad que tengo desde niña y el placer por la lectura. Tuve una profesora apasionada en la secundaria que me enseñó mucho: Mirta Trevisán de López Jonte. También fue sin dudas importante una visita que hice a poco de terminar la secundaria a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo. Allí, una excelente profesora de Historia, Margarita Hualde de Pérez Guilhou, nos introdujo en la carrera y entendí que era posible combinar mi vida familiar con la profesional. Me tocó estudiar en la época de la dictadura en un proceso de transición y normalización universitaria. Cuando ingresé a la facultad me imaginaba más como docente que como historiadora. Sin embargo, en el curso de la carrera supe que podía abordar los dos terrenos y así me presenté a mi primera beca de investigación.
-¿Cuál es su método de trabajo a la hora de abordar estudios históricos?
-Están ligados a la formación, a la sistematización de la formación y a la pertenencia a instituciones donde se promueve la actualización de la disciplina. Esto ha sido posible gracias a aspectos personales como el apoyo de mi familia, fundamental para mi desarrollo profesional. Me refiero a mi marido, mi madre, mi hermana, una prima, mi suegra y quienes ayudaron en mi casa, porque para tener tres hijos y abordar proyectos laborales como los que he realizado es necesario ubicarse en contexto. Por lo general soy propositiva y como historiadora entiendo que todo el trayecto es importante, que de todo se aprende. He tenido grandes satisfacciones y desafíos gracias a mi trabajo. En ese sentido el Incihusa y el Conicet han cumplido un papel muy destacado.
-¿Por qué es importante invertir en investigación científica?
-Este tema no sólo afecta a la Argentina sino que forma parte de una ola global donde todo un paradigma científico y de fundamentación de la inversión pública en materia de educación, universidad y ciencia ha sido cuestionada. La dirigencia actual pone en duda las bases de las políticas públicas y científicas de los últimos 150 años. Mi posición frente a esta actualidad no sólo es de preocupación sino también crítica en función de que el papel del Estado y del sector público es importante no solamente para la investigación básica y aplicada sino también en temas sociales en torno a la vida, la economía, la sociedad, la política y la convivencia democrática. En los últimos tiempos se ha instalado un modelo productivista donde confían que las leyes del mercado marcan la tónica en materia de investigación científica. En Estados Unidos eso dio algún tipo de resultado pero no supuso la ausencia de la inversión estatal, como se plantea ahora.
-¿Qué sistemas o modelos científicos le interesan?
-Todos pueden ser motivo de reforma y muchas veces lo son. Lo que a mí me preocupa es que el vuelco al modelo productivista deja de lado cuestiones que son muy importantes en todas las ciencias y tienen un fuerte componente que no solo es materialista sino que desconoce una matriz, que es la valoración social del conocimiento. La batalla cultural tiene un potente elemento simbólico y lo que se ha instalado como novedad, desde mi punto de vista, es que los vasos comunicantes entre las instituciones dedicadas a la educación superior con el sistema científico en general y la opinión pública están desvinculados. Esto exige a los integrantes de la comunidad científica reflexionar, evaluar resultados y recomponer el lazo con la sociedad. Es un movimiento de ida y vuelta.
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Beatriz Bragoni es directora del Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales.
Diario Los Andes
-¿Quiénes han sido los historiadores e historiadoras de referencia e influencia para usted?
-Muchos, han sido muchísimos. Si me remito a Argentina, Fernando Devoto, quien dirigió mi tesis de doctorado, Hilda Sabato, Marcela Ternavasio, Natalio Botana, Luis Alberto Romero, Ezequiel Gallo, Tulio Halperín Donghi, Ricardo Piglia o Arturo Roig. También los microhistoriadores italianos como Giovanni Levi y Carlo Ginzburg, y la historiografía francesa.
-¿Está atenta a la divulgación de la Historia en redes sociales?
-Por supuesto, y me interesan las formas de la comunicación de la Historia. Manejo sobre todo X (ex Twitter) y si tengo que mencionar un ejemplo de lo que me gusta, hay un historiador cubano radicado en México que me parece de destacar: Rafael Rojas. Es un intelectual con una voz muy distinguida que dirige actividades académicas y tiene columnas de opinión donde vincula historia con política contemporánea. A nivel nacional sigo el podcast en Spotify, "Historiar", de la Asociación Argentina de Investigadores de la Historia (AsAIH), que actualmente dirijo. Me interesan historiadoras jóvenes como Camila Perochena y por otra parte hay contenidos que me resultan insatisfactorios o muy ligeros. Si algo me importa en el tipo de historia a difundir es esquivar anacronismos, nacionalismos o revisionismos.
-¿Le interesa la actualidad y el futuro o tiene la vista mayormente puesta en el pasado?
-Estoy siempre basculando entre el pasado y el presente. Yo cultivo una historia donde el presente está activo en la lectura y la restitución del pasado, que decididamente no puede vaticinar ni prever ningún futuro. El historiador lo que puede, es trabajar decentemente con los actores que ya no están para ofrecerle al lector uno de los pasados posibles. No es una época sencilla para el optimismo, desde mi punto de vista. El presente preocupa y marca señales de alerta en algunos asuntos medulares de la convivencia democrática en Argentina y en otros países. Independientemente de las posiciones que se pueda tener ya no existen consensos básicos de lo que se creía solidificado desde 1983.
Ping Pong
-¿Una manía? Comprar ediciones pasadas de libros de Historia.
-¿Está ordenado su archivo? No tanto. Debería hacer un inventario de la biblioteca y de las copias de la documentación que he acumulado a lo largo del tiempo. Aún no ha llegado ese momento.
-¿Cómo son sus jornadas de trabajo? Muy intensas. Tengo rutinas importantes, como escribir, dar clases y salir a caminar todos los días.
-¿Qué biografía le gustaría escribir? Me gustaría aplicarlo a alguna mujer del siglo XX argentino, como Graciela Fernández Meijide.
-¿Un autor de ficción? Mario Vargas Llosa, por cómo combinaba la historia con la ficción y la investigación que hacía de sus personajes.
-¿En qué no le gusta perder el tiempo? En reuniones estériles.
Para leer a Beatriz Bragoni
Entre sus publicaciones se destacan los siguientes libros: Los hijos de la revolución: familia, negocios y poder en Mendoza, siglo XIX (Taurus-1999) por el que recibió el Premio Academia Nacional de la Historia (1999-2001); San Martín. De soldado del Rey a héroe de la Nación (Sudamericana, 2010); San Martín. Una biografía política del Libertador (Edhasa-2019); Un estado provincial en transformación: política, administración y cultura, de Beatriz Bragoni y Virginia Mellado (Prometeo-2025); Las mujeres de la revolución (Edhasa-2025).