El cuero cabelludo produce aceites naturales que actúan como una barrera protectora para bacterias y líquidos. Al eliminar esta capa día a día con el lavado, el cuerpo puede responder generando aún más grasa en tu pelo, lo que crea un círculo vicioso y cuando más se lava, más se engrasa.
El tipo de cabello, el clima y las rutinas personales influyen directamente en la frecuencia ideal de lavado. Por ejemplo, los cabellos secos o con rulos, suelen necesitar menos lavados que los lacios. En estos casos, crear un espacio en el tiempo entre los lavados y alternar con agua sola o productos sin sulfatos puede ser más beneficioso que aplicar shampoo todos los días.