Si cada vez te cuesta más conciliar el sueño, no lo ignores. La psicología, la salud y la ciencia coinciden en que no es solo una incomodidad: podría ser un síntoma de algo más profundo y por eso es importante que estes atento a estos detalles.
Tener problemas para dormir puede parecer común, pero la psicología, la salud mental y la ciencia advierten que podría ser una señal de algo más.
Si cada vez te cuesta más conciliar el sueño, no lo ignores. La psicología, la salud y la ciencia coinciden en que no es solo una incomodidad: podría ser un síntoma de algo más profundo y por eso es importante que estes atento a estos detalles.
“Debe ser el estrés.” “Es solo una etapa.” “Me acostumbré a dormir mal.” La lista de excusas que usamos para normalizar el insomnio es larga. Muchas personas conviven durante años con noches interrumpidas, vueltas eternas en la cama o sueños poco reparadores. Lo que parece un mal menor se convierte en rutina, y eso es lo verdaderamente alarmante.
Dormir mal no solo afecta la energía del día siguiente: puede interferir con la memoria, la concentración, el estado de ánimo y hasta el sistema inmunológico. Sin embargo, cuando se convierte en costumbre, las personas tienden a resignarse. La falta de descanso no siempre se manifiesta con bostezos: puede aparecer como ansiedad, irritabilidad, baja productividad o una tristeza sin causa clara.
Recién en el tercer párrafo aparece la mirada de la psicología, y con razón: es fundamental entender por qué el cuerpo y la mente se resisten al descanso. De acuerdo con un estudio de la Universidad de Pensilvania publicado en Sleep Health, el insomnio crónico está profundamente vinculado con trastornos de ansiedad, depresión y estrés postraumático.
Pero incluso sin diagnósticos clínicos, la mente puede jugar en contra. La hiperactividad mental, los pensamientos rumiantes y la sobreestimulación digital generan un estado de “alerta constante” que impide que el cuerpo entre en modo reposo. La psicóloga clínica argentina Marina Vargas explica que “muchas veces, no dormir bien es una forma en la que el cuerpo manifiesta un conflicto no resuelto o una carga emocional que no se está atendiendo”.
Desde la ciencia también se encendieron alertas. Investigaciones del Instituto Nacional de Trastornos Neurológicos de EE.UU. revelan que la falta crónica de sueño puede aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y deterioro cognitivo temprano. En paralelo, la salud mental y física se resiente, incluso si los síntomas no son evidentes.
Dormir debería ser un derecho biológico, no un lujo esporádico. Si la rutina del mal descanso se instaló, no alcanza con una infusión de tilo o cambiar la almohada. A veces, el insomnio es el único canal que encuentra el cuerpo para decir “algo no está bien”.
No dormir bien no es normal. Si cuesta conciliar el sueño, mantenerse dormido o despertar descansado, es clave no ignorarlo. La psicología, la salud y la ciencia ofrecen herramientas, pero el primer paso es prestar atención a la señal. El descanso no es negociable: es la base de una vida sana.